El existencialismo de la obra: Sartre, especialista (como todos los filósofos existencialistas) en el pensamiento sobre la libertad, la responsabilidad, la soledad, la creencia en Dios, el arrepentimiento, el deber y tantas otras categorías humanas, niega en “Las moscas” la naturaleza misma —la esencia más pura— de la tragedia griega antigua. Si en Orestes (y en Edipo e in tutti quanti), el género humano es un juguete de los dioses, en Sartre paradójicamente el hombre es sólo hombre si se convierte en su propio Dios, si vive en entera libertad, de forma plenamente responsable, apechugando con las decisiones que toma y no escudándose cobardemente en entelequias como el Destino. Orestes comete un acto trágico y pecha con ello. El acto —¿existe alguno de apariencia tan inhumana?— es el asesinato de su misma madre, y ha sido producido conscientemente y por propia voluntad. ¡Ahí está —según Sartre— el resumen del tema de Las moscas!: “¿Cómo se comporta un hombre ante un acto que ha cometido, del cual asume todas las consecuencias y responsabilidades aun cuando ese acto le inspire horror? Sartre otorga, pues, máxima importancia a la libertad humana (no sólo en “Las moscas”, sino en absolutamente toda su producción): a) no se es hombre sin libertad, b) no se tiene libertad si existe un Dios omnipresente, omnisciente y omnipotente, c) la libertad humana tiene un carácter trágico, a veces no es más que una carga; deviene fuente de indeterminación y de perplejidad (Sartre, dice en uno de sus ensayos: “La libertad humana es una maldición; pero esa maldición es la única fuente de la nobleza del hombre”). [Imagen: Orestes sacrificando a Egisto y a Clitemnestra, de Bernardino Mei (Monte dei Paschi di Siena)]
El existencialismo de la obra:
Sartre, especialista (como todos los filósofos existencialistas) en el pensamiento sobre la libertad, la responsabilidad, la soledad, la creencia en Dios, el arrepentimiento, el deber y tantas otras categorías humanas, niega en “Las moscas” la naturaleza misma —la esencia más pura— de la tragedia griega antigua. Si en Orestes (y en Edipo e in tutti quanti), el género humano es un juguete de los dioses, en Sartre paradójicamente el hombre es sólo hombre si se convierte en su propio Dios, si vive en entera libertad, de forma plenamente responsable, apechugando con las decisiones que toma y no escudándose cobardemente en entelequias como el Destino.
Orestes comete un acto trágico y pecha con ello. El acto —¿existe alguno de apariencia tan inhumana?— es el asesinato de su misma madre, y ha sido producido conscientemente y por propia voluntad. ¡Ahí está —según Sartre— el resumen del tema de Las moscas!: “¿Cómo se comporta un hombre ante un acto que ha cometido, del cual asume todas las consecuencias y responsabilidades aun cuando ese acto le inspire horror?
Sartre otorga, pues, máxima importancia a la libertad humana (no sólo en “Las moscas”, sino en absolutamente toda su producción): a) no se es hombre sin libertad, b) no se tiene libertad si existe un Dios omnipresente, omnisciente y omnipotente, c) la libertad humana tiene un carácter trágico, a veces no es más que una carga; deviene fuente de indeterminación y de perplejidad (Sartre, dice en uno de sus ensayos: “La libertad humana es una maldición; pero esa maldición es la única fuente de la nobleza del hombre”).
[Imagen: Orestes sacrificando a Egisto y a Clitemnestra, de Bernardino Mei (Monte dei Paschi di Siena)]