Al pensar en los comienzos de basketball en Cúcuta, hay que mirar necesariamente hacia la comunidad de los hermanos cristianos, que ubicados desde su llegada en la Quinta Teresa, calles 15 y 16 de la avenida 4a, promovieron toda clase de actividades culturales entre ellas el basketball que entró por la puerta de esa casa llena de recuerdos llevado de la mano del hermano Arturo Monier, quien un día desembarcó de Francia trayendo entre su bagaje educativo una pelota de basketball, y en su cabeza las rudimentarias reglas de un deporte que pronto echaría buena simiente en una ciudad que como Cúcuta lo hizo su bandera, su insignia en las competiciones.
Para ese entonces en los primeros días de la década del 30 Cúcuta era un pueblo muy sano, el deporte hacía sus primeros pinos. El fútbol era el mas mas popular como lo recuerdan las fotografías de la época en la Plazoleta Los Libertadores que hoy es el Parque Nacional, pero el basket prendió rápidamente.
No importaba que tuviera que jugarse sobre cancha de tierra, las de ladrillo, las de cemento y las modernas de madera vendrían después, en tableros rústicos prendidos algunas veces sobre una mata de coco.
Las incomodidades eran lo de menos para un pueblo que desde el primer momento como premonición de su destino atizaría la fogata de su deporte, su bandera en el futuro.
Los humildes y los encopetados, los hombres y las mujeres, los niños y los viejos, todos, llevaban en sus sueños las canastas de los buenos de la época.
Como olvidar aquellos tiempos que desvaneció la vida a Toto Hernández cortarse sobre el aro rival, y dar la canasta ganadora a su equipo?
Como olvidar a María Helena Cuberos, otrora "La dueña de la pelota".
Eran los días de los clásicos entre los grandes equipos de esos entonces: Adenor, Essolube, Provincial, La Salle, semilleros ,antesalas de los victoriosos días conocidos con Carlos y Alfredo Díaz, Roque Peñaloza, David Morantes, Antonio Soler y muchos otros que hicieron de los colores rojo y negro un canto de batalla al son de la destreza, la habilidad y la precisión en el enceste.
Pasaron los días del equipo Kist con Heleno Bautista, Barrosos, Hugo "bombero" Guerrero, Chema Méndez, después gran jugador de fútbol.
Ya casi el tiempo se encarga se hacer olvidar los nombres de Toto Hernández, de Álvaro Gil, de Antonio José Ochoa y otros que en las canchas antañonas del colegio Sagrado Corazón vibraron en el triunfo con la alegría juvenil.
Ahora la nueva generación tiene la responsabilidad de hacer mas poderoso el basquetbol nortesantandereano que un día nació en casa de la ilustre dama doña Teresa Briceño de Andressen, traído este deporte de mano de el "hermano Arturo Monier", como se decía, quizá sin imaginarse las jornadas de este deporte, han ocupado un lugar preferencial entre los que ayer y hoy, han echo vibrar de emoción a esa fanaticada leal, masiva y conocedora que ha vivido la alegría de un deporte que es suyo, parte de su propia vida, de sus vivencias y de sus sueños.
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Al pensar en los comienzos de basketball en Cúcuta, hay que mirar necesariamente hacia la comunidad de los hermanos cristianos, que ubicados desde su llegada en la Quinta Teresa, calles 15 y 16 de la avenida 4a, promovieron toda clase de actividades culturales entre ellas el basketball que entró por la puerta de esa casa llena de recuerdos llevado de la mano del hermano Arturo Monier, quien un día desembarcó de Francia trayendo entre su bagaje educativo una pelota de basketball, y en su cabeza las rudimentarias reglas de un deporte que pronto echaría buena simiente en una ciudad que como Cúcuta lo hizo su bandera, su insignia en las competiciones.
Para ese entonces en los primeros días de la década del 30 Cúcuta era un pueblo muy sano, el deporte hacía sus primeros pinos. El fútbol era el mas mas popular como lo recuerdan las fotografías de la época en la Plazoleta Los Libertadores que hoy es el Parque Nacional, pero el basket prendió rápidamente.
No importaba que tuviera que jugarse sobre cancha de tierra, las de ladrillo, las de cemento y las modernas de madera vendrían después, en tableros rústicos prendidos algunas veces sobre una mata de coco.
Las incomodidades eran lo de menos para un pueblo que desde el primer momento como premonición de su destino atizaría la fogata de su deporte, su bandera en el futuro.
Los humildes y los encopetados, los hombres y las mujeres, los niños y los viejos, todos, llevaban en sus sueños las canastas de los buenos de la época.
Como olvidar aquellos tiempos que desvaneció la vida a Toto Hernández cortarse sobre el aro rival, y dar la canasta ganadora a su equipo?
Como olvidar a María Helena Cuberos, otrora "La dueña de la pelota".
Eran los días de los clásicos entre los grandes equipos de esos entonces: Adenor, Essolube, Provincial, La Salle, semilleros ,antesalas de los victoriosos días conocidos con Carlos y Alfredo Díaz, Roque Peñaloza, David Morantes, Antonio Soler y muchos otros que hicieron de los colores rojo y negro un canto de batalla al son de la destreza, la habilidad y la precisión en el enceste.
Pasaron los días del equipo Kist con Heleno Bautista, Barrosos, Hugo "bombero" Guerrero, Chema Méndez, después gran jugador de fútbol.
Ya casi el tiempo se encarga se hacer olvidar los nombres de Toto Hernández, de Álvaro Gil, de Antonio José Ochoa y otros que en las canchas antañonas del colegio Sagrado Corazón vibraron en el triunfo con la alegría juvenil.
Ahora la nueva generación tiene la responsabilidad de hacer mas poderoso el basquetbol nortesantandereano que un día nació en casa de la ilustre dama doña Teresa Briceño de Andressen, traído este deporte de mano de el "hermano Arturo Monier", como se decía, quizá sin imaginarse las jornadas de este deporte, han ocupado un lugar preferencial entre los que ayer y hoy, han echo vibrar de emoción a esa fanaticada leal, masiva y conocedora que ha vivido la alegría de un deporte que es suyo, parte de su propia vida, de sus vivencias y de sus sueños.
EL BALONCESTO EN EL NORTE DE SANTANDER
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