Hablar de Cristo paciente, ¿no es ir contra la corriente de nuestro tiempo? El «dolorismo», antaño en honor, ya no interesa a nadie hoy. Ciertamente, el sufrimiento y la muerte siguen siendo actuales; pero, ¿los sufrimientos y la muerte de Cristo cambian algo en aquéllos?, ¿les aportan una explicación, o un remedio? Parece interesante indagar el pensamiento de san Francisco de Asís sobre el particular, ya que él fue el santo de la perfecta alegría, el cantor de las obras de Dios. ¿Cantó también la Pasión de Cristo? ¿Cómo consideró la Pasión y la muerte de Jesús? Tal vez, no como una cierta tradición lo pretende.
«¡Qué dicha tener un tal hermano!». San Francisco de Asís, al lanzar esta exclamación de alegría, piensa en Cristo, que dio su vida por sus ovejas. Para él, el hecho de que Jesús diera su vida por nosotros es algo «santo y amado, agradable, humilde, pacífico, dulce y amable y más que todas las cosas deseable» (2CtaF 56).
Esta afirmación, sin embargo, parece estar en desacuerdo con una cierta tradición que representa a Francisco lamentándose y derramando lágrimas de compasión sobre los sufrimientos de Cristo; escribe Tomás de Celano: «No puede contener en adelante el llanto; gime lastimeramente la pasión de Cristo, que casi siempre tiene ante los ojos. Al recuerdo de las llagas de Cristo, llena de lamentos los caminos, no admite consuelo» (2 Cel 11).
Hablar de Cristo paciente, ¿no es ir contra la corriente de nuestro tiempo? El «dolorismo», antaño en honor, ya no interesa a nadie hoy. Ciertamente, el sufrimiento y la muerte siguen siendo actuales; pero, ¿los sufrimientos y la muerte de Cristo cambian algo en aquéllos?, ¿les aportan una explicación, o un remedio?
Parece interesante indagar el pensamiento de san Francisco de Asís sobre el particular, ya que él fue el santo de la perfecta alegría, el cantor de las obras de Dios. ¿Cantó también la Pasión de Cristo? ¿Cómo consideró la Pasión y la muerte de Jesús? Tal vez, no como una cierta tradición lo pretende.
«¡Qué dicha tener un tal hermano!». San Francisco de Asís, al lanzar esta exclamación de alegría, piensa en Cristo, que dio su vida por sus ovejas. Para él, el hecho de que Jesús diera su vida por nosotros es algo «santo y amado, agradable, humilde, pacífico, dulce y amable y más que todas las cosas deseable» (2CtaF 56).
Esta afirmación, sin embargo, parece estar en desacuerdo con una cierta tradición que representa a Francisco lamentándose y derramando lágrimas de compasión sobre los sufrimientos de Cristo; escribe Tomás de Celano: «No puede contener en adelante el llanto; gime lastimeramente la pasión de Cristo, que casi siempre tiene ante los ojos. Al recuerdo de las llagas de Cristo, llena de lamentos los caminos, no admite consuelo» (2 Cel 11).
Esta contradicción pide una explicación.