Pedro estaba muy contento, dentro de poco iría al colegio, estaba ansioso ante la llegada de su primer día de escuela. Sus primos y familiares le habían contado maravillas del colegio y esperaba con ansia que llegara el momento.
Pasaban los días de verano entre la playa y la piscina, pero Pedro no podía disfrutarlo como otras veces, solo podía pensar en ir a la escuela. Días antes del comienzo de la escuela, fue con sus padres a comprar pinturas, libros y cuadernos. ¡Se sentía un niño grande! Por fin el gran día llegó, Pedro estaba muy emocionado.
Se levantó temprano sin que su mamá le avisara, se vistió con su ropa nueva, se puso su mochila llena de cuadernos por estrenar y de la mano de su mamá fue a la escuela. Era su primer día, y se lo iba contando a todos aquellos que se encontraba por el camino.
Cuando llegó, su maestra se acercó y su mamá le soltó de la mano para que fuera hacia ella. Entonces, toda la emoción y la expectación se disiparon, y, de repente, las lágrimas comenzaron a brotarle de los ojos. Se dio cuenta de que tenía que estar en un sitio lleno de desconocidos. ¡Nunca había estado sin sus papás!
Intentó volver a agarrar la mano de su mamá, pero ella le besó y salió con una sonrisa deseándole un buen día. Vio con tristeza cómo se alejaba, las lágrimas no paraban de brotarle de los ojos y se sentó en una esquina de la clase. Allí había otros muchos niños como él, algunos lloraban y otros jugaban.
Al cabo de un rato, un niño se le acercó y le ofreció un juguete. Le dio las gracias y entonces vio que había muchos otros juguetes, muchas cosas de colores. Los niños querían jugar con él, saltaban y corrían y, casi sin darse cuenta, Pedro comenzó a disfrutar de su primer día de colegio.
Cuando mamá volvió a buscarle, le contó todo lo que había hecho, cómo era su profesora, qué juegos habían hecho, los cuentos que iban a leer, los amigos nuevos con los que había jugado... Estaba tan emocionado, que casi no podía esperar a que llegar su segundo día de escuela.
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Pedro estaba muy contento, dentro de poco iría al colegio, estaba ansioso ante la llegada de su primer día de escuela. Sus primos y familiares le habían contado maravillas del colegio y esperaba con ansia que llegara el momento.
Pasaban los días de verano entre la playa y la piscina, pero Pedro no podía disfrutarlo como otras veces, solo podía pensar en ir a la escuela. Días antes del comienzo de la escuela, fue con sus padres a comprar pinturas, libros y cuadernos. ¡Se sentía un niño grande! Por fin el gran día llegó, Pedro estaba muy emocionado.
Se levantó temprano sin que su mamá le avisara, se vistió con su ropa nueva, se puso su mochila llena de cuadernos por estrenar y de la mano de su mamá fue a la escuela. Era su primer día, y se lo iba contando a todos aquellos que se encontraba por el camino.
Cuando llegó, su maestra se acercó y su mamá le soltó de la mano para que fuera hacia ella. Entonces, toda la emoción y la expectación se disiparon, y, de repente, las lágrimas comenzaron a brotarle de los ojos. Se dio cuenta de que tenía que estar en un sitio lleno de desconocidos. ¡Nunca había estado sin sus papás!
Intentó volver a agarrar la mano de su mamá, pero ella le besó y salió con una sonrisa deseándole un buen día. Vio con tristeza cómo se alejaba, las lágrimas no paraban de brotarle de los ojos y se sentó en una esquina de la clase. Allí había otros muchos niños como él, algunos lloraban y otros jugaban.
Al cabo de un rato, un niño se le acercó y le ofreció un juguete. Le dio las gracias y entonces vio que había muchos otros juguetes, muchas cosas de colores. Los niños querían jugar con él, saltaban y corrían y, casi sin darse cuenta, Pedro comenzó a disfrutar de su primer día de colegio.
Cuando mamá volvió a buscarle, le contó todo lo que había hecho, cómo era su profesora, qué juegos habían hecho, los cuentos que iban a leer, los amigos nuevos con los que había jugado... Estaba tan emocionado, que casi no podía esperar a que llegar su segundo día de escuela.