“Por la boca muere el pez”, decía el cartel puesto en la entrada de la vieja edificación del Servicio de Inteligencia de Santo Domingo, en la época del dictador José Leonidas Trujillo.
Pero la vieja jamás supo de la carga del viejo aforismo, ni de Trujillo, ni de la insultante represión, ni de la miseria que se desparramaba por las calles derretidas del Caribe.
Nadie pudo sacarla del mutismo reverente que caracterizó sus últimos días y es posible que conscientemente nunca quisiera saber para qué estuvo durante más de treinta años en la puerta principal de todas las casas de su pueblo, otro cartel que rezaba: “Dios y Trujillo el jefe manda en esta casa”.
En la época en la que la gente callaba por miedo, la única distracción para la anciana y para los amedrentados habitantes de este país caribeño, era pasar la tarde pegados a la radio.
La abuela se dejaba transportar a otros territorios gracias a las historias fantásticas de “Kalimán” y “Tamakún el vengador errante”, convertidos sin pretenderlo, es una especie de héroes de la libertad de América Latina y una posibilidad política de ver un mundo libre.
Sus hijos parecían también presos. Las fiestas tenían que hacerse con las puertas y ventanas cerradas, para no despertar sospechas con los calié, convertidos en los ojos y en los oídos del régimen.
El volumen alto era una provocación para los esbirros que veían cultivos de revolución en cada encuentro y un pretexto para llevar a las mujeres más bonitas para ofrecerlas al tirano lujurioso.
Acechaban y a escondidas trataban de saber o escuchar lo que pensaban los que se creían contrarios al régimen y los que se sentían vigilados debían mantenerse a buen resguardo para evitar que los calieses pudieran tener pistas, pruebas o razones para denunciarlos.
Un hombre oyendo en la radio las hazañas de Orlando Vigil, el primer dominicano que jugó en las Grandes Ligas, podía ser sospechoso de incubar revoluciones y hasta correr el riesgo de ser conducido al Servicio de Inteligencia para contar lo que sabían y lo que no sabían.
Era como si el régimen consideraba que los comunistas eran una especie de legión de sordos pegados al transistor.
Callar era la ley para todos, mientras que para la abuela era simplemente una forma de ser. Por eso sorprendió que una tarde los calié la condujeran a la vieja edificación en la que se leía “el pez muere por su boca”, porque la encontraron oyendo radio.
Mientras los trujillistas la señalaban de sospechosa, ella explicó que simplemente estaba con la oreja pegada al transistor porque era sorda y esa tarde terminaba su radionovela favorita.“Tamakún el vengador errante “estaba a punto de cumplir su propósito de recuperar el trono que su tío, “el terrible Sakiri el negro”, le había arrebatado por la fuerza a su padre en el corazón del reino de Sacarardí.
Y pensar que la radionovela era como la historia de los dominicanos esperando la caída del dictador.
Respuesta: undia una vieja me pregunto por que la vida es dura y yo le dije que era ppor que ella era fea....
la radio novela es una platica brebe entre 2 personas
Explicación:
Respuesta:
La captura de la abuela
“Por la boca muere el pez”, decía el cartel puesto en la entrada de la vieja edificación del Servicio de Inteligencia de Santo Domingo, en la época del dictador José Leonidas Trujillo.
Pero la vieja jamás supo de la carga del viejo aforismo, ni de Trujillo, ni de la insultante represión, ni de la miseria que se desparramaba por las calles derretidas del Caribe.
Nadie pudo sacarla del mutismo reverente que caracterizó sus últimos días y es posible que conscientemente nunca quisiera saber para qué estuvo durante más de treinta años en la puerta principal de todas las casas de su pueblo, otro cartel que rezaba: “Dios y Trujillo el jefe manda en esta casa”.
En la época en la que la gente callaba por miedo, la única distracción para la anciana y para los amedrentados habitantes de este país caribeño, era pasar la tarde pegados a la radio.
La abuela se dejaba transportar a otros territorios gracias a las historias fantásticas de “Kalimán” y “Tamakún el vengador errante”, convertidos sin pretenderlo, es una especie de héroes de la libertad de América Latina y una posibilidad política de ver un mundo libre.
Sus hijos parecían también presos. Las fiestas tenían que hacerse con las puertas y ventanas cerradas, para no despertar sospechas con los calié, convertidos en los ojos y en los oídos del régimen.
El volumen alto era una provocación para los esbirros que veían cultivos de revolución en cada encuentro y un pretexto para llevar a las mujeres más bonitas para ofrecerlas al tirano lujurioso.
Acechaban y a escondidas trataban de saber o escuchar lo que pensaban los que se creían contrarios al régimen y los que se sentían vigilados debían mantenerse a buen resguardo para evitar que los calieses pudieran tener pistas, pruebas o razones para denunciarlos.
Un hombre oyendo en la radio las hazañas de Orlando Vigil, el primer dominicano que jugó en las Grandes Ligas, podía ser sospechoso de incubar revoluciones y hasta correr el riesgo de ser conducido al Servicio de Inteligencia para contar lo que sabían y lo que no sabían.
Era como si el régimen consideraba que los comunistas eran una especie de legión de sordos pegados al transistor.
Callar era la ley para todos, mientras que para la abuela era simplemente una forma de ser. Por eso sorprendió que una tarde los calié la condujeran a la vieja edificación en la que se leía “el pez muere por su boca”, porque la encontraron oyendo radio.
Mientras los trujillistas la señalaban de sospechosa, ella explicó que simplemente estaba con la oreja pegada al transistor porque era sorda y esa tarde terminaba su radionovela favorita.“Tamakún el vengador errante “estaba a punto de cumplir su propósito de recuperar el trono que su tío, “el terrible Sakiri el negro”, le había arrebatado por la fuerza a su padre en el corazón del reino de Sacarardí.
Y pensar que la radionovela era como la historia de los dominicanos esperando la caída del dictador.
Explicación:
espero sirva
corona si quieres..