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Tenemos una fuerte tendencia a creer que las teorías científicas son algo demasiado complejo para nosotros y que sólo los científicos geniales son capaces de “descubrirlas”. Así mismo tendemos a pensar que las teorías sólo son útiles para los científicos y que los ciudadanos comunes y corrientes sólo tienen que ver con ellas en el colegio o en la universidad para tratar de lograr una buena nota en los exámenes de ciencias. Queremos mostrar que estas creencias no son muy acertadas. En primer lugar porque no todas las teorías son complejas; también existen teorías simples que son muy importantes. En segundo lugar porque todos hacemos teorías y no sólo los científicos en los laboratorios y centros de investigación; en efecto a lo largo de toda nuestra vida construimos teorías para resolver diversos tipos de problemas y situaciones conflictivas. En tercer lugar porque las teorías no se descubren sino se construyen gracias a la imaginación, la observación, la experimentación, la reflexión y especialmente a la discusión en grupo. ¿Qué es una teoría? Para mostrar lo que queremos mostrar, pensamos que sería muy conveniente empezar por ponernos de acuerdo en relación con el significado de la palabra teoría. Para ello podríamos comenzar mencionando algunas teorías científicas muy famosas. Seguramente hemos oído hablar de la teoría de la relatividad de Einstein o de la teoría de la evolución de Darwin; todos en el colegio estudiamos la teoría de Newton acerca del movimiento de las cosas en el espacio. Hemos oído también hablar de las teorías marxistas sobre el desarrollo de las sociedades; entre los educadores y profesionales afines a la educación es difícil no haber nunca oído hablar de las teorías conductistas o constructivistas sobre el aprendizaje. Todas estas teorías nos traen algunas ideas a la cabeza; dependiendo de las personas estas ideas serán más o menos claras y precisas. Algunas personas cuando oyen nombrar la teoría de la relatividad piensan en los viajes interestelares; otros en las galaxias o en la bomba atómica. Cuando se nombra la teoría de Darwin muchas personas piensan en aquella frase famosa que afirma que “los seres humanos descienden del mono”, o piensan en las islas Galápagos y sus especies exóticas, o en los fósiles y las muchas especies extintas y las que están en vías de extinción por las condiciones difíciles a las que los seres humanos las hemos abocado. La teoría de Newton puede recordarnos los ejercicios del colegio: los cuerpos en caída libre, los trenes que se acercan entre sí, los ascensores que suben a velocidad constante o con una determinada aceleración, los planos inclinados, etc. Cuando hablamos de las teorías marxistas pensamos en la revolución rusa o la china o en Fidel Castro. Cuando se menciona al conductismo nos vienen a la mente la instrucción programa, los sistemas de estímulos (las fichas, las “caritas felices” y otros sistemas para premiar a los niños que se comportan de manera adecuada o castigar a los que no lo hacen), los programas con las asignaturas ordenadas en las que unas son requisitos o co- 2 requisitos de otras, cada una de ellas con sus objetivos comportamentales, las pruebas objetivas y tantos otros elementos que orientaron la enseñanza en los años sesenta y setenta. Todas estas ideas están relacionadas con las respectivas teorías; en efecto, la forma como hoy se concibe el espacio, las estrellas y las galaxias, y la posibilidad de viajes interestelares está estrechamente relacionada con la teoría de la relatividad.
¿Qué es una teoría? Para mostrar lo que queremos mostrar, pensamos que sería muy conveniente empezar por ponernos de acuerdo en relación con el significado de la palabra teoría. Para ello podríamos comenzar mencionando algunas teorías científicas muy famosas. Seguramente hemos oído hablar de la teoría de la relatividad de Einstein o de la teoría de la evolución de Darwin; todos en el colegio estudiamos la teoría de Newton acerca del movimiento de las cosas en el espacio. Hemos oído también hablar de las teorías marxistas sobre el desarrollo de las sociedades; entre los educadores y profesionales afines a la educación es difícil no haber nunca oído hablar de las teorías conductistas o constructivistas sobre el aprendizaje. Todas estas teorías nos traen algunas ideas a la cabeza; dependiendo de las personas estas ideas serán más o menos claras y precisas. Algunas personas cuando oyen nombrar la teoría de la relatividad piensan en los viajes interestelares; otros en las galaxias o en la bomba atómica. Cuando se nombra la teoría de Darwin muchas personas piensan en aquella frase famosa que afirma que “los seres humanos descienden del mono”, o piensan en las islas Galápagos y sus especies exóticas, o en los fósiles y las muchas especies extintas y las que están en vías de extinción por las condiciones difíciles a las que los seres humanos las hemos abocado. La teoría de Newton puede recordarnos los ejercicios del colegio: los cuerpos en caída libre, los trenes que se acercan entre sí, los ascensores que suben a velocidad constante o con una determinada aceleración, los planos inclinados, etc. Cuando hablamos de las teorías marxistas pensamos en la revolución rusa o la china o en Fidel Castro. Cuando se menciona al conductismo nos vienen a la mente la instrucción programa, los sistemas de estímulos (las fichas, las “caritas felices” y otros sistemas para premiar a los niños que se comportan de manera adecuada o castigar a los que no lo hacen), los programas con las asignaturas ordenadas en las que unas son requisitos o co- 2 requisitos de otras, cada una de ellas con sus objetivos comportamentales, las pruebas objetivas y tantos otros elementos que orientaron la enseñanza en los años sesenta y setenta. Todas estas ideas están relacionadas con las respectivas teorías; en efecto, la forma como hoy se concibe el espacio, las estrellas y las galaxias, y la posibilidad de viajes interestelares está estrechamente relacionada con la teoría de la relatividad.