anahimvm2810
" Marqué el celular de Chacho durante todo el resto de la noche. Cada vez que sonaba la grabadora, yo volvía a apretar la tecla. Lo hice en varias sesiones de cinco o seis llamadas cada una. En los intervalos, yo seguía sentado en mi escritorio, trabajando en un informe con un vaso de vodka en las cercanías. De vez en cuando interrumpía lo que estaba escribiendo para volverlo a llamar. De pronto, después de una serie de intentos rutinarios, cuando apretaba la tecla sólo por renovar una adicción, apareció la voz de Chacho con un fondo de música de salsa. Te he estado llamando, oye. Sí. ¿Qué pasa? No te oigo bien, ¿dónde estás? Estoy en el Máximo. ¿Dónde? Aquí. Una discoteca en la avenida de la Marina. Tengo que hablarte urgente. Ya, ya, pero llámame mañana. Pero es cuestión de un minuto, oye. Empecé a gritar sobre el ruido de la música. Dime dónde estás y voy a verte un momento. Pero no estoy solo, estoy con una chica, oye. Bueno, pero la dejas un ratito, hablamos y después me voy. El guardia de la noche entró a mi oficina. Su esposa lo está llamando, doctor. Yo la llamo luego, dígale. Pero mañana mejor. Voy ahora, Chacho. Espérame que voy para allá. La música retumbó. Ya, pues. Ven si quieres. La discoteca era un palacete de cemento amarillo con columnas doradas y un par de reflectores iluminando el polvo. Entré a la pista de baile, pasé junto a tres o cuatro parejas lánguidas y me quedé mirando hacia el fondo entre un carrusel de luces. Chacho estaba con una chica de pelo crespo en un extremo. Me acerqué. Tengo que hablar contigo ahora, Chacho. Espérate pues que termine, no jodas. No puedo, tengo que irme ahorita. Hablamos, me voy y tú sigues nomás. Mil disculpas, señorita. Al toque nomás. Ya anda, Chachito, dijo la chica de pelo crespo, Pero qué pasa, por qué vienes a molestar, Adrián. ¿Qué te pasa, oye? Nada le dije, no me pasa nada. Nos habíamos sentado sobre unos cojines de plástico junto a una gran ventana. La luz sucia de un poste se disolvía en el vidrio. "
De vez en cuando interrumpía lo que estaba escribiendo para volverlo a llamar.
De pronto, después de una serie de intentos rutinarios, cuando apretaba la tecla sólo por renovar una adicción, apareció la voz de Chacho con un fondo de música de salsa. Te he estado llamando, oye. Sí. ¿Qué pasa? No te oigo bien, ¿dónde estás? Estoy en el Máximo. ¿Dónde? Aquí. Una discoteca en la avenida de la Marina. Tengo que hablarte urgente. Ya, ya, pero llámame mañana. Pero es cuestión de un minuto, oye. Empecé a gritar sobre el ruido de la música. Dime dónde estás y voy a verte un momento. Pero no estoy solo, estoy con una chica, oye. Bueno, pero la dejas un ratito, hablamos y después me voy.
El guardia de la noche entró a mi oficina. Su esposa lo está llamando, doctor. Yo la llamo luego, dígale. Pero mañana mejor. Voy ahora, Chacho. Espérame que voy para allá. La música retumbó. Ya, pues. Ven si quieres.
La discoteca era un palacete de cemento amarillo con columnas doradas y un par de reflectores iluminando el polvo.
Entré a la pista de baile, pasé junto a tres o cuatro parejas lánguidas y me quedé mirando hacia el fondo entre un carrusel de luces. Chacho estaba con una chica de pelo crespo en un extremo. Me acerqué. Tengo que hablar contigo ahora, Chacho. Espérate pues que termine, no jodas. No puedo, tengo que irme ahorita. Hablamos, me voy y tú sigues nomás. Mil disculpas, señorita. Al toque nomás. Ya anda, Chachito, dijo la chica de pelo crespo, Pero qué pasa, por qué vienes a molestar, Adrián. ¿Qué te pasa, oye?
Nada le dije, no me pasa nada.
Nos habíamos sentado sobre unos cojines de plástico junto a una gran ventana. La luz sucia de un poste se disolvía en el vidrio. "