El significante Primera Guerra Mundial —PGM— llama la atención sobre una catástrofe humana, inédita hasta entonces. En ella participaron 36 países, y sus enfrentamientos cobijaron al 75 % de la población mundial en ese momento. En los campos de combate murieron diez millones de personas y veinte millones sufrieron heridas. Hubo, además, siete millones de desaparecidos. Pero fue en los resultados donde adquirió el verdadero carácter mundial: todos los países del orbe se vieron obligados a reorientar sus modelos económicos, de común acuerdo con los vencedores. Se cree, a veces, que se trata de una evocación simbólica, para referirse a una confrontación que, sin haberse presentado directamente en todos los países del mundo, movió sus cimientos. En realidad, ningún país quedó por fuera de este colosal acontecimiento. Hasta el punto que se llegó a decir que la historia moderna y contemporánea había tenido sus inicios con la guerra, que, entre otras cosas, sirvió de alerta y campanazo para el comienzo del proceso de descolonización de Asia y África, y se reafirma la influencia de los Estados Unidos en todo el mundo, como la primera potencia económica. Además, de esta contienda se desprende el primer Estado socialista del mundo y, finalmente, ese hecho estampó el carácter que tendrá la geopolítica universal durante el siglo XX. Es cierto que la magnitud de la Segunda Guerra Mundial —SGM— opacó la importancia de la PGM y, precisamente, por ello queremos poner de nuevo en la discusión de la academia, los problemas históricos, historiográficos, teóricos, políticos y sociales que la provocaron, así como su incidencia en América Latina.
Corría con velocidad sin precedentes el siglo XIX. La guerra aceleraba todo: nacional o internacional, justa o injusta, algunas veces más intensa que otras; era como si la humanidad se hubiera acostumbrado a que sin ella no podía progresar. La dominación interna o externa se imponía por vía de la guerra, desde la cual se avanzaba también en la teorización de la sociedad y de su futuro. Después de Carl von Clausewitz, el concepto de guerra sirvió para todo, incluso para el retruécano de ver la política como extensión de la guerra; y a la violencia, según Karl Marx, como partera de la historia. Guerra y revolución siguieron mixturándose hasta convertirse en partes constituyentes e inseparables de los procesos históricos. En la medida en que avanzaban los presentes de sus propias historias, amarrados al invencible modelo capitalista de desarrollo, mayor conciencia se tenía de la función de la guerra, lo mismo para la dominación que para la liberación. La experiencia histórica todavía no había mostrado métodos diferentes. La paneuropea Revolución de 1848 primero, y después la Guerra franco-prusiana de 1870 y su desenlace, la Comuna de París en 1871, complicaron las cosas. El primer fenómeno, advertía que el capitalismo tenía mayor fuerza que la voluntad de quienes esperaban la emergencia de una sociedad socialista; y el segundo, anunciaba la adjudicación de una nueva función a la guerra, esta vez como la encargada de garantizar un reordenamiento colonial. Lo que pudiera pasar o lo que se esperaba que pasara, dependía del curso que tomaran las guerras, esa era la tendencia universal. Las leyes propias del desarrollo del capitalismo habían llevado al mundo a una reedición de los imperios, a una novísima forma de dominación que empezó a conocerse con el nombre de imperialismo contemporáneo. Aunque Gran Bretaña presentaba un estancamiento en su producción industrial, conservaba su carácter de imperio colonial por excelencia. A comienzos de la Pgm sus dominios ocupaban la quinta parte del planeta (33.500 millones de kilómetros cuadrados), lo que equivalía a decir que gobernaba a la cuarta parte de sus habitantes: 393 millones.
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Luana2410
Canudos, que había sido el bautismo de fuego de su recién constituida república en 1889, erigida en honor a los cien años de la Revolución francesa. En realidad, era como si se tratara del fin del mundo. China, asediada por variedad de imperios, incluso el nuevo, el de los Estados Unidos de América. Asia había despertado después de la Revolución rusa
Luana2410
de 1905. Estallaron procesos revolucionarios en Irán entre 1905 y 1911, en China: la Revolución Hsinhai 1911-1913 bajo la dirección del médico Sun Yat-sen; en la India, Gandhi levantaba su pueblo contra el dominio inglés, y el
Luana2410
movimiento de liberación en Indonesia ganaba posiciones frente al colonialismo holandés. De otro lado, en 1905, Alemania le obstaculizaba a Francia la conquista de Marruecos, en 1908 Austria-Hungría anexó a Bosnia y Herzegovina. Entre 1912 y 1913 los europeos desencadenaron dos guerras balcánicas.
Luana2410
La actual edición del Anuario, consagrada al análisis de la Primera Guerra Mundial, devela una agenda de investigación que interactúa entre ella y nos permite comprender la temática central de reflexión como un problema
Luana2410
en el que todavía se puede reflexionar de manera constante y concienzuda. En esta ocasión contamos con la colaboración de autores nacionales y extranjeros y esperamos que los contenidos de sus artículos esclarezcan algunas problemáticas en discusión y que abran posibilidades para que nuevos temas sean abordados.
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propósito de la Primera Guerra Mundial
El significante Primera Guerra Mundial —PGM— llama la atención sobre una catástrofe humana, inédita hasta entonces. En ella participaron 36 países, y sus enfrentamientos cobijaron al 75 % de la población mundial en ese momento. En los campos de combate murieron diez millones de personas y veinte millones sufrieron heridas. Hubo, además, siete millones de desaparecidos. Pero fue en los resultados donde adquirió el verdadero carácter mundial: todos los países del orbe se vieron obligados a reorientar sus modelos económicos, de común acuerdo con los vencedores. Se cree, a veces, que se trata de una evocación simbólica, para referirse a una confrontación que, sin haberse presentado directamente en todos los países del mundo, movió sus cimientos. En realidad, ningún país quedó por fuera de este colosal acontecimiento. Hasta el punto que se llegó a decir que la historia moderna y contemporánea había tenido sus inicios con la guerra, que, entre otras cosas, sirvió de alerta y campanazo para el comienzo del proceso de descolonización de Asia y África, y se reafirma la influencia de los Estados Unidos en todo el mundo, como la primera potencia económica. Además, de esta contienda se desprende el primer Estado socialista del mundo y, finalmente, ese hecho estampó el carácter que tendrá la geopolítica universal durante el siglo XX. Es cierto que la magnitud de la Segunda Guerra Mundial —SGM— opacó la importancia de la PGM y, precisamente, por ello queremos poner de nuevo en la discusión de la academia, los problemas históricos, historiográficos, teóricos, políticos y sociales que la provocaron, así como su incidencia en América Latina.
Corría con velocidad sin precedentes el siglo XIX. La guerra aceleraba todo: nacional o internacional, justa o injusta, algunas veces más intensa que otras; era como si la humanidad se hubiera acostumbrado a que sin ella no podía progresar. La dominación interna o externa se imponía por vía de la guerra, desde la cual se avanzaba también en la teorización de la sociedad y de su futuro. Después de Carl von Clausewitz, el concepto de guerra sirvió para todo, incluso para el retruécano de ver la política como extensión de la guerra; y a la violencia, según Karl Marx, como partera de la historia. Guerra y revolución siguieron mixturándose hasta convertirse en partes constituyentes e inseparables de los procesos históricos. En la medida en que avanzaban los presentes de sus propias historias, amarrados al invencible modelo capitalista de desarrollo, mayor conciencia se tenía de la función de la guerra, lo mismo para la dominación que para la liberación. La experiencia histórica todavía no había mostrado métodos diferentes. La paneuropea Revolución de 1848 primero, y después la Guerra franco-prusiana de 1870 y su desenlace, la Comuna de París en 1871, complicaron las cosas. El primer fenómeno, advertía que el capitalismo tenía mayor fuerza que la voluntad de quienes esperaban la emergencia de una sociedad socialista; y el segundo, anunciaba la adjudicación de una nueva función a la guerra, esta vez como la encargada de garantizar un reordenamiento colonial. Lo que pudiera pasar o lo que se esperaba que pasara, dependía del curso que tomaran las guerras, esa era la tendencia universal. Las leyes propias del desarrollo del capitalismo habían llevado al mundo a una reedición de los imperios, a una novísima forma de dominación que empezó a conocerse con el nombre de imperialismo contemporáneo. Aunque Gran Bretaña presentaba un estancamiento en su producción industrial, conservaba su carácter de imperio colonial por excelencia. A comienzos de la Pgm sus dominios ocupaban la quinta parte del planeta (33.500 millones de kilómetros cuadrados), lo que equivalía a decir que gobernaba a la cuarta parte de sus habitantes: 393 millones.
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