En 1944, la rápida conquista inicial del Pacífico se desmorona como un castillo de naipes ante la superioridad de los aliados, capaces de fabricar barcos y aviones más avanzados, en cantidades abrumadoras y a una velocidad mayor.
Sin embargo, rendirse no es una opción. Las derrotas de Saipán y del golfo de Leyte golpean con dureza la moral japonesa. La idea de atacar “como las abejas, que aguijonean y mueren”, empieza a rondar las mentes del alto mando, sugerida, al parecer, por algunos pilotos, como el experimentado Motoharu Okamura.
En 1944, la rápida conquista inicial del Pacífico se desmorona como un castillo de naipes ante la superioridad de los aliados, capaces de fabricar barcos y aviones más avanzados, en cantidades abrumadoras y a una velocidad mayor.
Sin embargo, rendirse no es una opción. Las derrotas de Saipán y del golfo de Leyte golpean con dureza la moral japonesa. La idea de atacar “como las abejas, que aguijonean y mueren”, empieza a rondar las mentes del alto mando, sugerida, al parecer, por algunos pilotos, como el experimentado Motoharu Okamura.