La religión romana se basaba en prácticas como sacrificios y rituales tendientes a establecer el vínculo entre dioses y hombres para que éstos consiguieran el favor de aquéllos. No era una religión revelada que tuviera dogmas definidos ni una institución a la cual afiliarse; los rituales eran el centro de la práctica, no la creencia, lo importante era la participación de todos, lo cual ayudaba a fortalecer el carácter comunitario y cohesivo de la religión en la sociedad. En Roma, el aparato religioso estatal fue representado por magistrados religiosos como los diversos sacerdotes reunidos en colegios que tenían como cabeza al pontífice máximo, quien junto con los flamines, los pontífices y las vestales formaban la estructura religiosa. Otros actores eran los augures que cuidaban las formalidades religiosas en las asambleas para asegurar parte, los arúspices interpretaban los hígados de los animales sacrificados para ver si eran favorables. Los quindecimviri eran los guardianes de los libros sibilinos y brindaban recomendaciones rituales, siendo su función básica buscar la anuencia divina y sugerir ritos para obtenerla o volver a ganarla.1 No está de más señalar que las prácticas religiosas no eran monopolio de los magistrados, ya que éstos eran funcionarios públicos que debían su cargo a su prestigio social, el cual se reafirmaba gracias al ejercicio de las magistraturas religiosas que, si bien no formaban parte del cursus honorum de los personajes políticos más importantes, eran fuente de reputación. Los jefes de familia se encargaban del culto familiar y cualquiera podía realizar sacrificios y adorar a su dios preferido; los romanos eran tolerantes en cuanto a la aceptación de otros dioses y cultos, siempre y cuando no trajera problemas ni disturbios como las Bacanales del 186 a. C., o se realizaran prácticas que se creían excesivas como los sacrificios humanos.2 Estos magistrados se ocupaban de la correcta ejecución de
Respuesta:
llos romanos creian en otros dioses eso es lo que se
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La religión romana se basaba en prácticas como sacrificios y rituales tendientes a establecer el vínculo entre dioses y hombres para que éstos consiguieran el favor de aquéllos. No era una religión revelada que tuviera dogmas definidos ni una institución a la cual afiliarse; los rituales eran el centro de la práctica, no la creencia, lo importante era la participación de todos, lo cual ayudaba a fortalecer el carácter comunitario y cohesivo de la religión en la sociedad. En Roma, el aparato religioso estatal fue representado por magistrados religiosos como los diversos sacerdotes reunidos en colegios que tenían como cabeza al pontífice máximo, quien junto con los flamines, los pontífices y las vestales formaban la estructura religiosa. Otros actores eran los augures que cuidaban las formalidades religiosas en las asambleas para asegurar parte, los arúspices interpretaban los hígados de los animales sacrificados para ver si eran favorables. Los quindecimviri eran los guardianes de los libros sibilinos y brindaban recomendaciones rituales, siendo su función básica buscar la anuencia divina y sugerir ritos para obtenerla o volver a ganarla.1 No está de más señalar que las prácticas religiosas no eran monopolio de los magistrados, ya que éstos eran funcionarios públicos que debían su cargo a su prestigio social, el cual se reafirmaba gracias al ejercicio de las magistraturas religiosas que, si bien no formaban parte del cursus honorum de los personajes políticos más importantes, eran fuente de reputación. Los jefes de familia se encargaban del culto familiar y cualquiera podía realizar sacrificios y adorar a su dios preferido; los romanos eran tolerantes en cuanto a la aceptación de otros dioses y cultos, siempre y cuando no trajera problemas ni disturbios como las Bacanales del 186 a. C., o se realizaran prácticas que se creían excesivas como los sacrificios humanos.2 Estos magistrados se ocupaban de la correcta ejecución de