ios se da a conocer al hombre por medio de la creación (1). Así, en sentido amplio, se podría hablar de una revelación por la creación. También intuimos su presencia en lo profundo de nuestro interior: hacia Él, suma Verdad y sumo Bien, tiende todo el dinamismo humano, y en Él encuentra la felicidad. Pero Dios, en su amor y libertad absoluta, puede venir al encuentro del hombre en la historia, autorrevelársele (2). De hecho, fue así y su autocomunicación culminó en la donación de sí mismo en Jesucristo mediante el Espíritu. La pascua de Jesús, su muerte y resurrección (con la donación de su Espíritu), es esa culminación, el comienzo de lo definitivo (escatología), de la venida del reinado de Dios.
Pero para que haya revelación, para que sea salvadora respecto al hombre concreto, ella tiene que ser recibida, es decir, necesita la respuesta de la fe (3). Esto es esencial al proceso de la autocomunicación de Dios: acoger su Palabra. La Palabra de Dios se la acoge propiamente en la fe, por la que el hombre se entrega a Dios en la obediencia de la fe (4). La fe viva es transformante y el pecador es justificado.
Lo que recibe no es un recuerdo de Cristo, sino al mismo Cristo actuante en su Espíritu, y así el creyente pasa a ser una nueva creación (5) en Cristo, un hijo de Dios, con acceso al Padre por Cristo en el Espíritu (6). La fe es un don gratuito de Dios (7). Por eso se puede recibir a Dios sin convertirlo en ídolo, a la medida humana: en el fondo, Dios se recibe a sí mismo en nuestro acto de fe. La fe es eclesial. ¿Cómo creeríamos si no se nos anuncia el Evangelio? (8). La Palabra reveladora de Dios convoca una comunidad, Iglesia, y es confiada a ella para su transmisión. Siempre que se recibe la Palabra, se produce (consuma) la revelación para ese individuo o comunidad. Lo que se revela y comunica es Dios mismo y su plan de salvación (economía) (9). Es la revelación del reinado de Dios y su venida en la historia y como historia. Se comunica, pues, al hombre la verdad y amor salvíficos, la vida eterna, la comunión con Dios. Dios es la Verdad que se comunica. La revelación, por tanto, es la autocomunicación salvadora de Dios al hombre en la historia, que se recibe en la fe eclesial.
Respuesta:
ios se da a conocer al hombre por medio de la creación (1). Así, en sentido amplio, se podría hablar de una revelación por la creación. También intuimos su presencia en lo profundo de nuestro interior: hacia Él, suma Verdad y sumo Bien, tiende todo el dinamismo humano, y en Él encuentra la felicidad. Pero Dios, en su amor y libertad absoluta, puede venir al encuentro del hombre en la historia, autorrevelársele (2). De hecho, fue así y su autocomunicación culminó en la donación de sí mismo en Jesucristo mediante el Espíritu. La pascua de Jesús, su muerte y resurrección (con la donación de su Espíritu), es esa culminación, el comienzo de lo definitivo (escatología), de la venida del reinado de Dios.
Pero para que haya revelación, para que sea salvadora respecto al hombre concreto, ella tiene que ser recibida, es decir, necesita la respuesta de la fe (3). Esto es esencial al proceso de la autocomunicación de Dios: acoger su Palabra. La Palabra de Dios se la acoge propiamente en la fe, por la que el hombre se entrega a Dios en la obediencia de la fe (4). La fe viva es transformante y el pecador es justificado.
Lo que recibe no es un recuerdo de Cristo, sino al mismo Cristo actuante en su Espíritu, y así el creyente pasa a ser una nueva creación (5) en Cristo, un hijo de Dios, con acceso al Padre por Cristo en el Espíritu (6). La fe es un don gratuito de Dios (7). Por eso se puede recibir a Dios sin convertirlo en ídolo, a la medida humana: en el fondo, Dios se recibe a sí mismo en nuestro acto de fe. La fe es eclesial. ¿Cómo creeríamos si no se nos anuncia el Evangelio? (8). La Palabra reveladora de Dios convoca una comunidad, Iglesia, y es confiada a ella para su transmisión. Siempre que se recibe la Palabra, se produce (consuma) la revelación para ese individuo o comunidad. Lo que se revela y comunica es Dios mismo y su plan de salvación (economía) (9). Es la revelación del reinado de Dios y su venida en la historia y como historia. Se comunica, pues, al hombre la verdad y amor salvíficos, la vida eterna, la comunión con Dios. Dios es la Verdad que se comunica. La revelación, por tanto, es la autocomunicación salvadora de Dios al hombre en la historia, que se recibe en la fe eclesial.
Explicación:
me das corona