De dónde salen los seres vivos? Esta pregunta parecería absurda hoy en día. Los seres vivos, sabemos, nacen de otros seres vivos. Siempre. La vida proviene de la vida y así ha sido desde su inicio, evolucionando de modo incesante y diversificándose de manera asombrosa. Sin embargo, esto no era tan claro en la antigüedad. Ciertamente muchos animales nacían de otros, incluidos los seres humanos, pero se creía que ése era un caso especial, es decir, que había otras formas de crear seres vivos. Los babilónicos creían que los gusanos surgían espontáneamente del barro, los chinos pensaban que los pulgones nacían así del bambú y los indostanos creían que la suciedad y el sudor daban origen a las moscas.
Esta teoría de la generación espontánea la sintetizó Aristóteles diciendo que algunos seres vivos, como muchos insectos, emergían de «tierra o materia vegetal en putrefacción». Y es que si aislamos un lugar donde no haya, digamos, gusanos o escarabajos, al cabo de cierto tiempo aparecían al parecer de la nada gusanos o escarabajos. Y si eso era válido para estos seres vivos lo podía ser para animales más grandes e incluso para personas. La hipótesis se mantuvo a lo largo de toda la Antigüedad, la Edad Media y el Renacimiento. Todavía en el siglo XVII, el médico y químico flamenco Jan Baptist van Helmont, inventor de la palabra 'gas', publicó una presunta receta para obtener ratones usando un frasco con granos de trigo y una camisa empapada de sudor. Había hecho la prueba y reportó asombrado que los ratones obtenidos con esta receta eran indistinguibles de los que se podían obtener mediante reproducción sexual.
En 1668, el toscano Francesco Redi hizo una serie de experimentos cuidadosamente controlados para determinar si las larvas de mosca aparecían por sí solas de la carne en putrefacción, como afirmaba la teoría de la generación espontánea. De modo que introdujo materiales en estado de putrefacción dentro de unos frascos. Algunos quedaron cubiertos con una fina tela de algodón o corcho; los demás, totalmente abiertos. Al cabo de un tiempo, observó que no aparecían larvas en los que estaban tapados, pero sí en los que estaban descubiertos.
Otros experimentos incluían meter moscas en botes sellados con carne en descomposición. Si los insectos estaban muertos, no aparecían larvas; eso sí, bastaba que hubiera algunas vivas para que proliferaran.
Respuesta:
De dónde salen los seres vivos? Esta pregunta parecería absurda hoy en día. Los seres vivos, sabemos, nacen de otros seres vivos. Siempre. La vida proviene de la vida y así ha sido desde su inicio, evolucionando de modo incesante y diversificándose de manera asombrosa. Sin embargo, esto no era tan claro en la antigüedad. Ciertamente muchos animales nacían de otros, incluidos los seres humanos, pero se creía que ése era un caso especial, es decir, que había otras formas de crear seres vivos. Los babilónicos creían que los gusanos surgían espontáneamente del barro, los chinos pensaban que los pulgones nacían así del bambú y los indostanos creían que la suciedad y el sudor daban origen a las moscas.
Esta teoría de la generación espontánea la sintetizó Aristóteles diciendo que algunos seres vivos, como muchos insectos, emergían de «tierra o materia vegetal en putrefacción». Y es que si aislamos un lugar donde no haya, digamos, gusanos o escarabajos, al cabo de cierto tiempo aparecían al parecer de la nada gusanos o escarabajos. Y si eso era válido para estos seres vivos lo podía ser para animales más grandes e incluso para personas. La hipótesis se mantuvo a lo largo de toda la Antigüedad, la Edad Media y el Renacimiento. Todavía en el siglo XVII, el médico y químico flamenco Jan Baptist van Helmont, inventor de la palabra 'gas', publicó una presunta receta para obtener ratones usando un frasco con granos de trigo y una camisa empapada de sudor. Había hecho la prueba y reportó asombrado que los ratones obtenidos con esta receta eran indistinguibles de los que se podían obtener mediante reproducción sexual.
En 1668, el toscano Francesco Redi hizo una serie de experimentos cuidadosamente controlados para determinar si las larvas de mosca aparecían por sí solas de la carne en putrefacción, como afirmaba la teoría de la generación espontánea. De modo que introdujo materiales en estado de putrefacción dentro de unos frascos. Algunos quedaron cubiertos con una fina tela de algodón o corcho; los demás, totalmente abiertos. Al cabo de un tiempo, observó que no aparecían larvas en los que estaban tapados, pero sí en los que estaban descubiertos.
Otros experimentos incluían meter moscas en botes sellados con carne en descomposición. Si los insectos estaban muertos, no aparecían larvas; eso sí, bastaba que hubiera algunas vivas para que proliferaran.
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espero te sirva :"D