Respuesta:
Espero que te ayude, no olvides ponerme coronita va
Explicación:
En las Tierras Altas de Escocia había, vivió hace muchos años Tomás el profeta. Al principio de nuestro relato, Tomás era
un hombre como cualquier otro, al que le gustaba tocar el laúd, un instrumento de cuerda. Un día, Tomás se sentó bajo un
árbol. Mientras iba tocando su laúd, le pareció escuchar el tintineo de varias campanillas de plata. Alzó su mirada curiosa y
vio a una dama de largos cabellos, vestida de verde: a Tomás no le cupo la menor duda de que su propietaria tenía que ser
la reina de los elfos.
Se levantó e hizo una reverencia, pero ella le indicó con un gesto que se sentara y le dijo:
—Sé que tus canciones son muy famosas entre los hombres. ¿Por qué no me tocas una, Tomás?
Nuestro hombre le tocó la más dulce y alegre de sus canciones. Cuando hubo acabado, la reina de los elfos le dijo:
—Pídeme el premio que quieras y te lo daré.
—Todo lo que quiero es darte un beso, señora —respondió Tomás.
—Si me besas, Tomás, tendrás que convertirte en mi criado durante siete años. Y así ocurrió.
Tras siete años de silencioso servicio, la reina quiso ofrecerle un regalo antes de su partida:
—Te ofrezco esta manzana: no es una fruta cualquiera, si te la comes, siempre dirás la verdad.
— ¡Qué regalo tan peligroso, señora! —respondió Tomás preocupado— porque el hombre sincero no tiene amigos.
Sin embargo, Tomás tomó la manzana y al llevársela a la boca se encontró de repente bajo el gran árbol donde había
conocido a la reina. Su vida volvió a ser la de siempre, pero Tomás se sentía inquieto, pues tenía la impresión de que la
manzana no le había hecho ningún efecto; sin embargo, un día todos los habitantes del pueblo se reunieron porque una
epidemia estaba matando a los animales de la región. Casi sin proponérselo, Tomás se levantó y habló como si las palabras
le salieran solas:
—No teman, amigos, porque ninguno de nuestros animales caerá enfermo. Créanme, les estoy diciendo la verdad. Así dijo,
y al cabo de poco tiempo se descubrió que tenía razón: en el pueblo no enfermó ningún animal.
Tomás comprendió entonces cuál era el regalo de la reina de los elfos y a partir de ese día le llamaron el profeta.
" Life is not a problem to be solved but a reality to be experienced! "
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Espero que te ayude, no olvides ponerme coronita va
Explicación:
En las Tierras Altas de Escocia había, vivió hace muchos años Tomás el profeta. Al principio de nuestro relato, Tomás era
un hombre como cualquier otro, al que le gustaba tocar el laúd, un instrumento de cuerda. Un día, Tomás se sentó bajo un
árbol. Mientras iba tocando su laúd, le pareció escuchar el tintineo de varias campanillas de plata. Alzó su mirada curiosa y
vio a una dama de largos cabellos, vestida de verde: a Tomás no le cupo la menor duda de que su propietaria tenía que ser
la reina de los elfos.
Se levantó e hizo una reverencia, pero ella le indicó con un gesto que se sentara y le dijo:
—Sé que tus canciones son muy famosas entre los hombres. ¿Por qué no me tocas una, Tomás?
Nuestro hombre le tocó la más dulce y alegre de sus canciones. Cuando hubo acabado, la reina de los elfos le dijo:
—Pídeme el premio que quieras y te lo daré.
—Todo lo que quiero es darte un beso, señora —respondió Tomás.
—Si me besas, Tomás, tendrás que convertirte en mi criado durante siete años. Y así ocurrió.
Tras siete años de silencioso servicio, la reina quiso ofrecerle un regalo antes de su partida:
—Te ofrezco esta manzana: no es una fruta cualquiera, si te la comes, siempre dirás la verdad.
— ¡Qué regalo tan peligroso, señora! —respondió Tomás preocupado— porque el hombre sincero no tiene amigos.
Sin embargo, Tomás tomó la manzana y al llevársela a la boca se encontró de repente bajo el gran árbol donde había
conocido a la reina. Su vida volvió a ser la de siempre, pero Tomás se sentía inquieto, pues tenía la impresión de que la
manzana no le había hecho ningún efecto; sin embargo, un día todos los habitantes del pueblo se reunieron porque una
epidemia estaba matando a los animales de la región. Casi sin proponérselo, Tomás se levantó y habló como si las palabras
le salieran solas:
—No teman, amigos, porque ninguno de nuestros animales caerá enfermo. Créanme, les estoy diciendo la verdad. Así dijo,
y al cabo de poco tiempo se descubrió que tenía razón: en el pueblo no enfermó ningún animal.
Tomás comprendió entonces cuál era el regalo de la reina de los elfos y a partir de ese día le llamaron el profeta.