En un mundo en el cual producimos suficiente comida como para alimentar a todas las personas, 690 millones de ellas siguen yéndose a dormir con el estómago vacío todas las noches. En 2019, la inseguridad alimentaria aguda afectaba a 135 millones de personas en 55 países. Es más, una de cada tres sufre alguna forma de malnutrición.
Erradicar el hambre y la desnutrición es uno de los grandes desafíos de nuestra época. Las consecuencias de una alimentación insuficiente o mala no son solo el sufrimiento y un mal estado de salud, sino que también ralentizan el progreso de muchas otras áreas de desarrollo como la educación y el empleo.
En 2015, la comunidad global adoptó los 17 Objetivos Globales para el Desarrollo Sostenible para mejorar las vidas de las personas antes del 2030. El Objetivo 2 (Hambre Cero) tiene la intención de acabar con el hambre, lograr la seguridad alimentaria, mejorar la nutrición y promover una agricultura sostenible, y esa es la prioridad del Programa Mundial de Alimentos.
Todos los días, el WFP y sus asociados trabajan para acercarnos más a un mundo con hambre cero. Con nuestra asistencia humanitaria alimentaria, proveemos comida nutritiva a aquellos con necesidades urgentes. Mientras tanto, nuestros programas complementarios abordan la raíz de la causa del hambre, creando la resiliencia en las comunidades para que no tengamos que continuar salvando las mismas vidas todos los años.
El mundo ha progresado mucho cuando se trata de reducir el hambre: hay 300 millones de personas con hambre menos que en 1990-92, a pesar de que hubo un incremento poblacional de 1,9 mil millones de personas. Pero todavía queda mucho por hacer, y ninguna organización puede alcanzar el Hambre Cero trabajando sola. Si queremos ver un mundo sin hambre en el 2030, los gobiernos, ciudadanos, las organizaciones sociales civiles y el sector privado deben colaborar para invertir, innovar y crear soluciones duraderas.
En un mundo en el cual producimos suficiente comida como para alimentar a todas las personas, 690 millones de ellas siguen yéndose a dormir con el estómago vacío todas las noches. En 2019, la inseguridad alimentaria aguda afectaba a 135 millones de personas en 55 países. Es más, una de cada tres sufre alguna forma de malnutrición.
Erradicar el hambre y la desnutrición es uno de los grandes desafíos de nuestra época. Las consecuencias de una alimentación insuficiente o mala no son solo el sufrimiento y un mal estado de salud, sino que también ralentizan el progreso de muchas otras áreas de desarrollo como la educación y el empleo.
En 2015, la comunidad global adoptó los 17 Objetivos Globales para el Desarrollo Sostenible para mejorar las vidas de las personas antes del 2030. El Objetivo 2 (Hambre Cero) tiene la intención de acabar con el hambre, lograr la seguridad alimentaria, mejorar la nutrición y promover una agricultura sostenible, y esa es la prioridad del Programa Mundial de Alimentos.
Todos los días, el WFP y sus asociados trabajan para acercarnos más a un mundo con hambre cero. Con nuestra asistencia humanitaria alimentaria, proveemos comida nutritiva a aquellos con necesidades urgentes. Mientras tanto, nuestros programas complementarios abordan la raíz de la causa del hambre, creando la resiliencia en las comunidades para que no tengamos que continuar salvando las mismas vidas todos los años.
El mundo ha progresado mucho cuando se trata de reducir el hambre: hay 300 millones de personas con hambre menos que en 1990-92, a pesar de que hubo un incremento poblacional de 1,9 mil millones de personas. Pero todavía queda mucho por hacer, y ninguna organización puede alcanzar el Hambre Cero trabajando sola. Si queremos ver un mundo sin hambre en el 2030, los gobiernos, ciudadanos, las organizaciones sociales civiles y el sector privado deben colaborar para invertir, innovar y crear soluciones duraderas.
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