Cuando Juan terminó la primaria estaba deseoso de ir a la ciudad. “El trabajo del campo no es para mi, yo estoy destinado a algo mucho mejor” decía. Así que un buen día hizo su maleta y partío rumbo a la gran urbe, no sin antes pedirle a su madre que le diera su bendición y le prometió regresar pronto con el dinero suficiente para que ni ella ni su padre tuvieran que seguir trabajando la tierra.
-El trabajar la tierra es el mejor trabajo del mundo, aunque es mal pagado, el obtener de la naturaleza los alimentos es algo muy noble, no sé por qué te avergüenzas de eso. – decía su padre al tiempo que también le daba la bendición y algunos centavos y su madre algo de comer para el camino.
Juan tomó el camión que lo llevaría a la gran ciudad, la cual estaba a un par de horas de su pueblo.
Al llegar a la ciudad bajó del camión y se encaminó a la salida, vio con asombro lo grande de los edificios y las grandes multitudes de carros y personas que estaban a la vista, “En mi pueblo hay muchísimas menos personas de las que hay en esta terminal” pensó para si. En ese momento una persona se acerco a él para pediré un favor.
-Disculpe joven, soy nuevo aquí, voy llegando de mi pueblo ¿Podría decirme cómo llego al centro de la ciudad? – Le pregunto el señor a Juan, quien encogiendo los hombros le contestó.
-Lo siento, igual voy llegando y no sabría decirle.
Mientras esto sucedía un muchacho se acercaba por atrás y tomaba las cosas de Juan, quien las había puesto en el piso. Al ver que el muchacho ya se encontraba perdido de vista el señor agradeció a Juan y se retiró velozmente.
Al darse cuenta Juan de que sus cosas habían desaparecido decidió en ese momento regresar a su pueblo, estaba espantado de la gran ciudad y sólo deseaba regresar a la protección de su casa y a la tranquilidad de trabajar en el campo.
Cuando Juan terminó la primaria estaba deseoso de ir a la ciudad. “El trabajo del campo no es para mi, yo estoy destinado a algo mucho mejor” decía. Así que un buen día hizo su maleta y partío rumbo a la gran urbe, no sin antes pedirle a su madre que le diera su bendición y le prometió regresar pronto con el dinero suficiente para que ni ella ni su padre tuvieran que seguir trabajando la tierra.
-El trabajar la tierra es el mejor trabajo del mundo, aunque es mal pagado, el obtener de la naturaleza los alimentos es algo muy noble, no sé por qué te avergüenzas de eso. – decía su padre al tiempo que también le daba la bendición y algunos centavos y su madre algo de comer para el camino.
Juan tomó el camión que lo llevaría a la gran ciudad, la cual estaba a un par de horas de su pueblo.
Al llegar a la ciudad bajó del camión y se encaminó a la salida, vio con asombro lo grande de los edificios y las grandes multitudes de carros y personas que estaban a la vista, “En mi pueblo hay muchísimas menos personas de las que hay en esta terminal” pensó para si. En ese momento una persona se acerco a él para pediré un favor.
-Disculpe joven, soy nuevo aquí, voy llegando de mi pueblo ¿Podría decirme cómo llego al centro de la ciudad? – Le pregunto el señor a Juan, quien encogiendo los hombros le contestó.
-Lo siento, igual voy llegando y no sabría decirle.
Mientras esto sucedía un muchacho se acercaba por atrás y tomaba las cosas de Juan, quien las había puesto en el piso. Al ver que el muchacho ya se encontraba perdido de vista el señor agradeció a Juan y se retiró velozmente.
Al darse cuenta Juan de que sus cosas habían desaparecido decidió en ese momento regresar a su pueblo, estaba espantado de la gran ciudad y sólo deseaba regresar a la protección de su casa y a la tranquilidad de trabajar en el campo.