El surgimiento del coronavirus SARS-COV-2 en tan solo unos meses ha colocado al mundo en una encrucijada, causando hasta el momento unas 300.000 muertes e infectando a más de 4,5 millones de personas, además de provocar una crisis económica sin paralelos y cambiar las relaciones humanas, implantando nuevas formas de trabajo y sociabilización.
Este profundo impacto y las transformaciones que ha implicado, no obstante, no deberían ser sorpresivas porque se habían advertido a lo largo de los años, recordó el profesor José Ramón Acosta Sariego, máster en bioética y doctor en ciencias filosóficas, quien dirige la maestría en bioética de la Universidad de La Habana.
“Es una crónica de algo que estaba anunciado. Desde hace algunos años, los modelos de pronóstico vaticinaban eventos catastróficos de alcance global, se hablaba, incluso, de la posibilidad de epidemias de carácter global”, dijo el especialista en una entrevista con Noticia ONU.
El COVID-19 ha venido a confirmar los vaticinios de la incapacidad de la estructuración actual de los modelos de salud.
El SARS 2, que apareció en 2002, y la gripe H1N1 (2009), fueron premonitorios de lo que podía venir, agregó.
Pero estas advertencias no tuvieron eco en la preparación de los países para enfrentar lo que podía venir y los sistemas de salud, lejos de ser reforzados, en muchos casos fueron desmantelados.
El doctor Acosta citó el estudio publicado en octubre pasado por la Universidad John Hopkins en el que se presentó Índice Global sobre Seguridad de los Sistemas Sanitarios, que analiza la capacidad de los países para responder a una emergencia de salud y afirma que “ninguno está preparado para enfrentar una epidemia o pandemia” y que “todos tienen brechas importantes por cubrir”.
“La seguridad nacional en materia de salud es básicamente débil en todo el mundo”, es la principal conclusión del documento.
El índice muestra que Estados Unidos es el país con mayor capacidad para cuidar la salud de sus ciudadanos y afrontar un acontecimiento sorpresivo de grandes proporciones; sin embargo, agrega que pese a esta capacidad no tiene la preparación que hace falta para hacerlo. Actualmente es el país más golpeado por la pandemia con cifras que rebasan los 1,5 millones de infectados y 90.000 decesos.
“El COVID-19 ha venido a confirmar los vaticinios de la incapacidad de la estructuración actual de los modelos de salud y las redes sociales que deben sustentarlo para encarar un evento de este tipo”, afirmó Acosta Sariego, quien fue recientemente electo como miembro del Comité Internacional de Bioética de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) y también forma parte de la Red Bioética de esta para América Latina y el Caribe.
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El surgimiento del coronavirus SARS-COV-2 en tan solo unos meses ha colocado al mundo en una encrucijada, causando hasta el momento unas 300.000 muertes e infectando a más de 4,5 millones de personas, además de provocar una crisis económica sin paralelos y cambiar las relaciones humanas, implantando nuevas formas de trabajo y sociabilización.
Este profundo impacto y las transformaciones que ha implicado, no obstante, no deberían ser sorpresivas porque se habían advertido a lo largo de los años, recordó el profesor José Ramón Acosta Sariego, máster en bioética y doctor en ciencias filosóficas, quien dirige la maestría en bioética de la Universidad de La Habana.
“Es una crónica de algo que estaba anunciado. Desde hace algunos años, los modelos de pronóstico vaticinaban eventos catastróficos de alcance global, se hablaba, incluso, de la posibilidad de epidemias de carácter global”, dijo el especialista en una entrevista con Noticia ONU.
El COVID-19 ha venido a confirmar los vaticinios de la incapacidad de la estructuración actual de los modelos de salud.
El SARS 2, que apareció en 2002, y la gripe H1N1 (2009), fueron premonitorios de lo que podía venir, agregó.
Pero estas advertencias no tuvieron eco en la preparación de los países para enfrentar lo que podía venir y los sistemas de salud, lejos de ser reforzados, en muchos casos fueron desmantelados.
El doctor Acosta citó el estudio publicado en octubre pasado por la Universidad John Hopkins en el que se presentó Índice Global sobre Seguridad de los Sistemas Sanitarios, que analiza la capacidad de los países para responder a una emergencia de salud y afirma que “ninguno está preparado para enfrentar una epidemia o pandemia” y que “todos tienen brechas importantes por cubrir”.
“La seguridad nacional en materia de salud es básicamente débil en todo el mundo”, es la principal conclusión del documento.
El índice muestra que Estados Unidos es el país con mayor capacidad para cuidar la salud de sus ciudadanos y afrontar un acontecimiento sorpresivo de grandes proporciones; sin embargo, agrega que pese a esta capacidad no tiene la preparación que hace falta para hacerlo. Actualmente es el país más golpeado por la pandemia con cifras que rebasan los 1,5 millones de infectados y 90.000 decesos.
“El COVID-19 ha venido a confirmar los vaticinios de la incapacidad de la estructuración actual de los modelos de salud y las redes sociales que deben sustentarlo para encarar un evento de este tipo”, afirmó Acosta Sariego, quien fue recientemente electo como miembro del Comité Internacional de Bioética de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) y también forma parte de la Red Bioética de esta para América Latina y el Caribe.
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