Aunque la definición puede variar ligeramente de una organización a otra, en esencia son los "derechos y libertades fundamentales que tenemos todas las personas por el mero hecho de existir". Así lo proclamamos en Amnistía Internacional, siguiendo la Declaración Universal de los Derechos Humanos que aseguraba que "la libertad, la justicia y la paz en el mundo tienen por base el reconocimiento de la dignidad intrínseca y de los derechos iguales e inalienables de todos los miembros de la familia humana".
2. ¿A quiénes protegen los derechos humanos?
Una de las preguntas y respuestas de mayor importancia sobre los derechos humanos es a quiénes amparan. Los derechos humanos protegen a todas las personas, pues son derechos intrínsecos (todas las personas los tienen por el mero hecho de nacer) e inalienables (nadie se los puede quitar, en ninguna circunstancia).
Aparte de esta lectura si queréis filosófica, decir que los derechos humanos nos protegen a todos tiene una segunda lectura más práctica. Los derechos humanos funcionan en base a dinámicas de bola de nieve. Me explico: cuanto más se respetan, reconocen y protegen, más fácil es que sean respetados, reconocidos y protegidos. Infelizmente, lo contrario también es cierto: cuanto más se ignoran, desprecian o violan, más fácil es que sean ignorados, despreciados y violados.
Esto quiere decir que defender los derechos humanos de otras personas, además de una cuestión de principios, es una cuestión de pragmatismo. Si los derechos de mi vecino están protegidos, es mucho más probable que los míos lo estén.
Vayamos a un ejemplo: pensemos en la Alemania de Hitler. El régimen nazi terminó masacrando a millones de personas, pero empezó reprimiendo a unas pocas. Como dice el poema fue primero a por los comunistas, luego a por los socialdemócratas, después a por los judíos y, finalmente, a por toda la gente. Si los alemanes hubieran reaccionado ante las primeras muestras de barbarie, la historia habría sido muy diferente.
Unir a criminales y jefes de Estado en una misma categoría puede ser problemático, aunque muchas veces es tristemente cierto. En fin, vamos a ello: tanto criminales como jefes de Estado tienen derechos humanos. Como cualquier otra persona, pues ya hemos dicho son derechos humanos sin distinción, intrínsecos e inalienables. Además de eso, son iguales para todas las personas.
¿Qué queremos decir? Pues que ni los criminales tienen menos derechos ni los jefes de Estado tienen más que cualquier otra persona. Por supuesto, los crímenes hay que castigarlos, pero siempre respetando los derechos del criminal —entre ellos, el derecho a la vida, que descarta la pena de muerte, y el derecho a un juicio justo—. A la inversa, ninguna persona puede parapetarse detrás de un cargo de jefe de Estado o de cualquier otro para no responder ante la justicia por cualquier violación de los derechos humanos que haya podido cometer. El respeto de los derechos humanos es incompatible con cualquier ley de amnistía u obediencia debida que sirva para evitar que una persona responda ante una acusación fundada.
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Respuesta:
Qué son los derechos humanos?
Aunque la definición puede variar ligeramente de una organización a otra, en esencia son los "derechos y libertades fundamentales que tenemos todas las personas por el mero hecho de existir". Así lo proclamamos en Amnistía Internacional, siguiendo la Declaración Universal de los Derechos Humanos que aseguraba que "la libertad, la justicia y la paz en el mundo tienen por base el reconocimiento de la dignidad intrínseca y de los derechos iguales e inalienables de todos los miembros de la familia humana".
2. ¿A quiénes protegen los derechos humanos?
Una de las preguntas y respuestas de mayor importancia sobre los derechos humanos es a quiénes amparan. Los derechos humanos protegen a todas las personas, pues son derechos intrínsecos (todas las personas los tienen por el mero hecho de nacer) e inalienables (nadie se los puede quitar, en ninguna circunstancia).
Aparte de esta lectura si queréis filosófica, decir que los derechos humanos nos protegen a todos tiene una segunda lectura más práctica. Los derechos humanos funcionan en base a dinámicas de bola de nieve. Me explico: cuanto más se respetan, reconocen y protegen, más fácil es que sean respetados, reconocidos y protegidos. Infelizmente, lo contrario también es cierto: cuanto más se ignoran, desprecian o violan, más fácil es que sean ignorados, despreciados y violados.
Esto quiere decir que defender los derechos humanos de otras personas, además de una cuestión de principios, es una cuestión de pragmatismo. Si los derechos de mi vecino están protegidos, es mucho más probable que los míos lo estén.
Vayamos a un ejemplo: pensemos en la Alemania de Hitler. El régimen nazi terminó masacrando a millones de personas, pero empezó reprimiendo a unas pocas. Como dice el poema fue primero a por los comunistas, luego a por los socialdemócratas, después a por los judíos y, finalmente, a por toda la gente. Si los alemanes hubieran reaccionado ante las primeras muestras de barbarie, la historia habría sido muy diferente.

Edificios abandonados y destruidos en el distrito de Ariha en Idlib, Siria, febrero de 2020. Este lugar se convirtió en una ciudad fantasma tras la huida de los civiles de los ataques del régimen de Bashar al-Assad y sus partidarios. © Muhammed Said/Anadolu Agency vía Getty Images
3. ¿Incluso a criminales y jefes de Estado?
Unir a criminales y jefes de Estado en una misma categoría puede ser problemático, aunque muchas veces es tristemente cierto. En fin, vamos a ello: tanto criminales como jefes de Estado tienen derechos humanos. Como cualquier otra persona, pues ya hemos dicho son derechos humanos sin distinción, intrínsecos e inalienables. Además de eso, son iguales para todas las personas.
¿Qué queremos decir? Pues que ni los criminales tienen menos derechos ni los jefes de Estado tienen más que cualquier otra persona. Por supuesto, los crímenes hay que castigarlos, pero siempre respetando los derechos del criminal —entre ellos, el derecho a la vida, que descarta la pena de muerte, y el derecho a un juicio justo—. A la inversa, ninguna persona puede parapetarse detrás de un cargo de jefe de Estado o de cualquier otro para no responder ante la justicia por cualquier violación de los derechos humanos que haya podido cometer. El respeto de los derechos humanos es incompatible con cualquier ley de amnistía u obediencia debida que sirva para evitar que una persona responda ante una acusación fundada.