Los gobiernos no castigaban a los delincuentes porque considerasen los delitos verdaderos y propios males, indignos del hombre, sino ‘porque veían en los transgresores de las leyes otros tantos rivales en aquellas acciones que el Estado (...) consideraba lícitas para sí mismo (...) No toleraba otro ladrón fuera del fisco; otro homicida fuera del verdugo y del guerrero.
Y esto no sólo fue verdad respecto a los Estados bárbaros, sino respecto a todos, aun de aquellos que se llamaron civilizadísimos
Los gobiernos no castigaban a los delincuentes porque considerasen los delitos verdaderos y propios males, indignos del hombre, sino ‘porque veían en los transgresores de las leyes otros tantos rivales en aquellas acciones que el Estado (...) consideraba lícitas para sí mismo (...) No toleraba otro ladrón fuera del fisco; otro homicida fuera del verdugo y del guerrero.
Y esto no sólo fue verdad respecto a los Estados bárbaros, sino respecto a todos, aun de aquellos que se llamaron civilizadísimos