A la vez que se implantaba el bloqueo contra Gran Bretaña, era necesario establecer un pleno control francés sobre los principales puertos de la Europa continental, ya sea mediante el establecimiento directo de soldados franceses o mediante la amenaza a las autoridades locales de una ocupación militar francesa en caso de no poner en vigor el bloqueo. Este sistema fue el pretexto para que Napoleón impusiera la ocupación francesa directa en varios puntos de Europa, a la vez que logró presionar a varios estados para sujetarse a sus designios bajo coacción.
Grandes socios comerciales de Gran Bretaña como los países ribereños del Báltico (Dinamarca, y Prusia) debieron plegarse a las exigencias de Napoleón para eludir la invasión francesa. De igual forma los territorios de Italia y el resto de Alemania bajo influencia napoleónica debieron imponer controles aduaneros para cerrar el paso a los productos británicos. España, también coaccionada por Napoleón, aceptó integrarse al bloqueo.
En contrapartida, tras prohibirse el comercio de los productos británicos los mercados europeos quedaron abiertos a los productos franceses, aunque Napoleón cuidó de mantener una política arancelaria que beneficiaba solamente a las zonas de Europa anexadas por Francia. No obstante, varios países de Europa descubrieron que el bloqueo les causaba serio perjuicio en tanto Francia no podía sustituir a los británicos como proveedores de manufacturas para el resto del continente, no podía reemplazar a Gran Bretaña como cliente de materia prima de la Europa Central y Oriental, y se negaba a actuar como un mercado totalmente abierto al resto de Europa como sí sucedía en Gran Bretaña.
El hecho evidente que Francia no tenía una marina capaz de controlar las rutas comerciales mundiales causaba que en la práctica el bloqueo privara a Europa de su acceso al comercio internacional ultramarino, el cual era un pilar importante de la economía europea desde mediados del siglo XVI. Inclusive dentro de Europa el sistema de bloqueo precisaba del empleo masivo de rutas terrestres y fluviales que solo existían fragmentariamente, además de requerir una estructura de comercio y banca bastante desarrollada que solo se encontraba en Europa Occidental.
El contrabando floreció así en muchos países de Europa, como opción final para mantener el comercio con los británicos y permitir la subsistencia de los comerciantes y productores europeos, en tanto el Imperio francés solamente privilegiaba las industrias del resto de Europa en la medida que sirvieran al esfuerzo de guerra napoleónico.
El bloque continental causó también que la materia prima producida fuera de Europa no alcanzara a los territorios bajo control francés, en tanto Gran Bretaña dominaba las rutas comerciales de estos productos y no se permitía por ello su introducción en los mercados europeos. Ante ello Francia adoptó una serie de medidas de sustitución, reemplazando al café por la achicoria, o estimulando la producción de algodón en el sur de Francia y de Italia, pero tales alternativas resultaban manifiestamente insuficientes o de escasa utilidad. No obstante, esta situación sí trajo un importante avance tecnológico al inicarse en Alemania la extracción de azúcar de la remolacha, para paliar la falta de azúcar de caña.
Fracaso del Bloqueo[editar]
Situación similar ocurrió en las colonias de Holanda, ya sea en la Colonia del Cabo o las Indias Orientales Neerlandesas que al tener su metrópoli invadida por Napoléon debieron aceptar el apoyo naval británico para mantener el intercambio comercial del cual dependía su economía, la cual quedó dominada por Gran Bretaña. Como consecuencia de estas situaciones, el bloqueo fracasó en su principal meta: dañar irreparablemente la economía británica mediante un embargo comercial.
En resumen, el Bloqueo Continental causó más daños colaterales en el Imperio francés que en Gran Bretaña. Rusia sufrió particularmente con este embargo que le privaba de sus socios comerciales principales en el Báltico y el mar del Norte, y en 1812 el zar Alejandro I decidió abrir de nuevo el comercio ruso con Gran Bretaña, motivo usado por Napoleón para movilizar a la Grande Armée e invadir Rusia con una fuerza de más de medio millón de hombres, empeño que fracasó completamente y que causó la ruina final del Imperio francés.
A la vez que se implantaba el bloqueo contra Gran Bretaña, era necesario establecer un pleno control francés sobre los principales puertos de la Europa continental, ya sea mediante el establecimiento directo de soldados franceses o mediante la amenaza a las autoridades locales de una ocupación militar francesa en caso de no poner en vigor el bloqueo. Este sistema fue el pretexto para que Napoleón impusiera la ocupación francesa directa en varios puntos de Europa, a la vez que logró presionar a varios estados para sujetarse a sus designios bajo coacción.
Grandes socios comerciales de Gran Bretaña como los países ribereños del Báltico (Dinamarca, y Prusia) debieron plegarse a las exigencias de Napoleón para eludir la invasión francesa. De igual forma los territorios de Italia y el resto de Alemania bajo influencia napoleónica debieron imponer controles aduaneros para cerrar el paso a los productos británicos. España, también coaccionada por Napoleón, aceptó integrarse al bloqueo.
En contrapartida, tras prohibirse el comercio de los productos británicos los mercados europeos quedaron abiertos a los productos franceses, aunque Napoleón cuidó de mantener una política arancelaria que beneficiaba solamente a las zonas de Europa anexadas por Francia. No obstante, varios países de Europa descubrieron que el bloqueo les causaba serio perjuicio en tanto Francia no podía sustituir a los británicos como proveedores de manufacturas para el resto del continente, no podía reemplazar a Gran Bretaña como cliente de materia prima de la Europa Central y Oriental, y se negaba a actuar como un mercado totalmente abierto al resto de Europa como sí sucedía en Gran Bretaña.
El hecho evidente que Francia no tenía una marina capaz de controlar las rutas comerciales mundiales causaba que en la práctica el bloqueo privara a Europa de su acceso al comercio internacional ultramarino, el cual era un pilar importante de la economía europea desde mediados del siglo XVI. Inclusive dentro de Europa el sistema de bloqueo precisaba del empleo masivo de rutas terrestres y fluviales que solo existían fragmentariamente, además de requerir una estructura de comercio y banca bastante desarrollada que solo se encontraba en Europa Occidental.
El contrabando floreció así en muchos países de Europa, como opción final para mantener el comercio con los británicos y permitir la subsistencia de los comerciantes y productores europeos, en tanto el Imperio francés solamente privilegiaba las industrias del resto de Europa en la medida que sirvieran al esfuerzo de guerra napoleónico.
El bloque continental causó también que la materia prima producida fuera de Europa no alcanzara a los territorios bajo control francés, en tanto Gran Bretaña dominaba las rutas comerciales de estos productos y no se permitía por ello su introducción en los mercados europeos. Ante ello Francia adoptó una serie de medidas de sustitución, reemplazando al café por la achicoria, o estimulando la producción de algodón en el sur de Francia y de Italia, pero tales alternativas resultaban manifiestamente insuficientes o de escasa utilidad. No obstante, esta situación sí trajo un importante avance tecnológico al inicarse en Alemania la extracción de azúcar de la remolacha, para paliar la falta de azúcar de caña.
Fracaso del Bloqueo[editar]Situación similar ocurrió en las colonias de Holanda, ya sea en la Colonia del Cabo o las Indias Orientales Neerlandesas que al tener su metrópoli invadida por Napoléon debieron aceptar el apoyo naval británico para mantener el intercambio comercial del cual dependía su economía, la cual quedó dominada por Gran Bretaña. Como consecuencia de estas situaciones, el bloqueo fracasó en su principal meta: dañar irreparablemente la economía británica mediante un embargo comercial.
En resumen, el Bloqueo Continental causó más daños colaterales en el Imperio francés que en Gran Bretaña. Rusia sufrió particularmente con este embargo que le privaba de sus socios comerciales principales en el Báltico y el mar del Norte, y en 1812 el zar Alejandro I decidió abrir de nuevo el comercio ruso con Gran Bretaña, motivo usado por Napoleón para movilizar a la Grande Armée e invadir Rusia con una fuerza de más de medio millón de hombres, empeño que fracasó completamente y que causó la ruina final del Imperio francés.