Definida como el estudio bibliográfico y crítico de los escritos sobre historia y sus fuentes y de los autores que han tratado de estas materias, el nacimiento de la historiografía contemporánea o ciencia histórica, entendida como disciplina constituida sobre unas bases teóricas que aclaren el objeto de estudio y articulada a través de una metodología que estipule la forma de constatar los hechos históricos, se produce en el tránsito del siglo XVIII y el XIX; esto es, en la transición de la Edad Moderna a la Contemporánea. En ese momento, las dos líneas de estudio del pasado que habían ido perfilándose a lo largo de los siglos precedentes, la historia entendida como narración de los hechos pasados y la que se asienta en el análisis textual de los documentos legados por sus protagonistas, convergen dando lugar a la moderna disciplina histórica.
A partir de ahí, el siglo XIX verá el crecimiento, expansión e institucionalización de la misma. Todo lo cual tendrá lugar bajo la égida de un modelo historiográfico predominante, el positivista-historicista. Éste no escapará a la poderosa influencia del auge que las ciencias de la naturaleza experimentan a lo largo de esa centuria, con su defensa de una visión del pasado objetiva y neutral alejada de toda interpretación ideológica (excluyendo la suya propia, fundamentada en un positivismo impregnado de los valores de la sociedad liberal-burguesa con que se identificaban sus cultivadores).
Este modelo entrará en crisis al iniciarse el siglo XX, siendo cuestionado y, progresivamente, sustituido por otros paradigmas historiográficos: el marxista, el de la escuela de Annales y el cuantitativista. Impulsaron un enriquecedor debate teórico, así como ampliaron considerablemente el instrumental metodológico y los campos de estudio de la disciplina, aspirando igualmente a alcanzar un estatus científico similar al que defendían las demás ciencias sociales, con las que abrieron numerosas vías de comunicación.
En el último tercio del siglo XX, no obstante, esos paradigmas comienzan a mostrar sus debilidades, abriendo un nuevo período crítico en el ámbito de la historiografía (y las demás ciencias sociales) en el que aún estamos inmersos.
Definida como el estudio bibliográfico y crítico de los escritos sobre historia y sus fuentes y de los autores que han tratado de estas materias, el nacimiento de la historiografía contemporánea o ciencia histórica, entendida como disciplina constituida sobre unas bases teóricas que aclaren el objeto de estudio y articulada a través de una metodología que estipule la forma de constatar los hechos históricos, se produce en el tránsito del siglo XVIII y el XIX; esto es, en la transición de la Edad Moderna a la Contemporánea. En ese momento, las dos líneas de estudio del pasado que habían ido perfilándose a lo largo de los siglos precedentes, la historia entendida como narración de los hechos pasados y la que se asienta en el análisis textual de los documentos legados por sus protagonistas, convergen dando lugar a la moderna disciplina histórica.
A partir de ahí, el siglo XIX verá el crecimiento, expansión e institucionalización de la misma. Todo lo cual tendrá lugar bajo la égida de un modelo historiográfico predominante, el positivista-historicista. Éste no escapará a la poderosa influencia del auge que las ciencias de la naturaleza experimentan a lo largo de esa centuria, con su defensa de una visión del pasado objetiva y neutral alejada de toda interpretación ideológica (excluyendo la suya propia, fundamentada en un positivismo impregnado de los valores de la sociedad liberal-burguesa con que se identificaban sus cultivadores).
Este modelo entrará en crisis al iniciarse el siglo XX, siendo cuestionado y, progresivamente, sustituido por otros paradigmas historiográficos: el marxista, el de la escuela de Annales y el cuantitativista. Impulsaron un enriquecedor debate teórico, así como ampliaron considerablemente el instrumental metodológico y los campos de estudio de la disciplina, aspirando igualmente a alcanzar un estatus científico similar al que defendían las demás ciencias sociales, con las que abrieron numerosas vías de comunicación.
En el último tercio del siglo XX, no obstante, esos paradigmas comienzan a mostrar sus debilidades, abriendo un nuevo período crítico en el ámbito de la historiografía (y las demás ciencias sociales) en el que aún estamos inmersos.
espero que te sirva