I. Mateo 5:22, “Pero yo os digo que todo el que se enoja con su hermano será culpable en el juicio. Cualquiera que le llama a su hermano ‘necio’ será culpable ante el Sanedrín; y cualquiera que le llama ‘fatuo’ será expuesto al infierno de fuego.
El hermano enojado es capaz de usar lenguaje abusivo (“necio, fatuo”, etc.). Mata con palabras. Prov. 12:18, “Las palabras de algunos son como estocadas de espada”.
1 Jn. 3:15, “Todo aquel que odia a su hermano es homicida”.
II. Mateo 5:23, 24, “Por tanto, si has traído tu ofrenda al altar y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja tu ofrenda allí delante del altar, y ve, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces vuelve y ofrece tu ofrenda”.
Sin duda, de todos los mandamientos de la Biblia, este es uno de los más ignorados y descuidados, como si no estuviera en la Biblia.
El propósito principal de ofrecer sacrificios y ofrendas a Dios es para reconciliarnos con El. 2 Cor. 5:20, “en nombre de Cristo os rogamos: ¡Reconciliaos con Dios!”
Pero antes de poder reconciliarnos con Dios tenemos que reconciliarnos con el hermano, porque Dios no acepta el servicio de su hijo que tenga enojo, malicia, amargura en el corazón y esté distanciado de su hermano.
Nuestra relación con Dios depende de nuestra relación con el hermano. 1 Jn. 4:20, “Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es un mentiroso; porque el que no ama a su hermano, a quien ha visto, no puede amar a Dios a quien no ha visto.
Desde luego, todos decimos, “Yo sí amo a mis hermanos”, pero si alguien dice, “Pero yo no aguanto al hermano Fulano y ni siquiera tengo ganas de saludarle bien”, ¿esto es amor?
Esto nos recuerda de 1 Ped. 3:7, “vosotros, maridos, igualmente, convivid de manera comprensiva {con vuestras mujeres,} como con un vaso más frágil, puesto que es mujer, dándole honor como a coheredera de la gracia de la vida, para que vuestras oraciones no sean estorbadas.
Es pensamiento alarmante que Dios no aceptara nuestra adoración. Como dice Amós 5:22, “Aunque me ofrezcáis holocaustos y vuestras ofrendas de grano, no los aceptaré”.
Sal. 51:17, “Los sacrificios de Dios son el espíritu contrito; al corazón contrito y humillado, oh Dios, no despreciarás”.
En este caso de Mat.5:23, 24, me acerco a Dios para adorar pero me acuerdo que yo he ofendido a mi hermano; él tiene algo contra mí y debo buscarlo para reconciliarme con mi hermano.
Porque Dios no acepta la adoración de hermanos peleados (enajenados, distanciados). ¡Hay que poner lo primero primero!
III. “Anda, reconcíliate…”
Jesús no dice, “Espera hasta que tu hermano venga a ti”, sino “anda, reconcíliate con tu hermano”. Debe tomar la iniciativa. Debe buscar a su hermano ofendido y buscar la reconciliación con él.
El pecado que nos separa del hermano también nos separa de Dios. Isa. 59:1, 2. Muchos de estos pecados contra Dios eran injusticias contra sus hermanos.
Pero ¿cuántos miembros ofrecen culto a Dios semana tras semana sin obedecer este mandamiento? Llegan a la asamblea, cantan, oran, toman la cena, ofrendan, sabiendo que hay miembros que tienen algo contra ellos. A duras penas les saludan a ciertos hermanos, pero ofrecen su adoración a Dios como si estuvieran en perfecta paz. Dios no se engaña.
Respuesta:
I. Mateo 5:22, “Pero yo os digo que todo el que se enoja con su hermano será culpable en el juicio. Cualquiera que le llama a su hermano ‘necio’ será culpable ante el Sanedrín; y cualquiera que le llama ‘fatuo’ será expuesto al infierno de fuego.
El hermano enojado es capaz de usar lenguaje abusivo (“necio, fatuo”, etc.). Mata con palabras. Prov. 12:18, “Las palabras de algunos son como estocadas de espada”.
1 Jn. 3:15, “Todo aquel que odia a su hermano es homicida”.
II. Mateo 5:23, 24, “Por tanto, si has traído tu ofrenda al altar y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja tu ofrenda allí delante del altar, y ve, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces vuelve y ofrece tu ofrenda”.
Sin duda, de todos los mandamientos de la Biblia, este es uno de los más ignorados y descuidados, como si no estuviera en la Biblia.
El propósito principal de ofrecer sacrificios y ofrendas a Dios es para reconciliarnos con El. 2 Cor. 5:20, “en nombre de Cristo os rogamos: ¡Reconciliaos con Dios!”
Pero antes de poder reconciliarnos con Dios tenemos que reconciliarnos con el hermano, porque Dios no acepta el servicio de su hijo que tenga enojo, malicia, amargura en el corazón y esté distanciado de su hermano.
Nuestra relación con Dios depende de nuestra relación con el hermano. 1 Jn. 4:20, “Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es un mentiroso; porque el que no ama a su hermano, a quien ha visto, no puede amar a Dios a quien no ha visto.
Desde luego, todos decimos, “Yo sí amo a mis hermanos”, pero si alguien dice, “Pero yo no aguanto al hermano Fulano y ni siquiera tengo ganas de saludarle bien”, ¿esto es amor?
Esto nos recuerda de 1 Ped. 3:7, “vosotros, maridos, igualmente, convivid de manera comprensiva {con vuestras mujeres,} como con un vaso más frágil, puesto que es mujer, dándole honor como a coheredera de la gracia de la vida, para que vuestras oraciones no sean estorbadas.
Es pensamiento alarmante que Dios no aceptara nuestra adoración. Como dice Amós 5:22, “Aunque me ofrezcáis holocaustos y vuestras ofrendas de grano, no los aceptaré”.
Sal. 51:17, “Los sacrificios de Dios son el espíritu contrito; al corazón contrito y humillado, oh Dios, no despreciarás”.
En este caso de Mat.5:23, 24, me acerco a Dios para adorar pero me acuerdo que yo he ofendido a mi hermano; él tiene algo contra mí y debo buscarlo para reconciliarme con mi hermano.
Porque Dios no acepta la adoración de hermanos peleados (enajenados, distanciados). ¡Hay que poner lo primero primero!
III. “Anda, reconcíliate…”
Jesús no dice, “Espera hasta que tu hermano venga a ti”, sino “anda, reconcíliate con tu hermano”. Debe tomar la iniciativa. Debe buscar a su hermano ofendido y buscar la reconciliación con él.
El pecado que nos separa del hermano también nos separa de Dios. Isa. 59:1, 2. Muchos de estos pecados contra Dios eran injusticias contra sus hermanos.
Pero ¿cuántos miembros ofrecen culto a Dios semana tras semana sin obedecer este mandamiento? Llegan a la asamblea, cantan, oran, toman la cena, ofrendan, sabiendo que hay miembros que tienen algo contra ellos. A duras penas les saludan a ciertos hermanos, pero ofrecen su adoración a Dios como si estuvieran en perfecta paz. Dios no se engaña.