El revuelo generado en torno a Gatsby revive la figura de las féminas transgresoras que desafiaron los ideales de belleza de su época.
LETICIA GARCÍA
Puede que la nueva adaptación de El gran Gatsby no sea recordada por su rigor histórico, pero sí por la espectacularidad y la creatividad estética a la que su director nos tiene acostumbrados. Los trajes creados por Catherine Martin y Miuccia Prada para ilustrar la obra de Fitzgerald sobre el derroche y la ostentación de los locos años ’20 nos aseguran que dicha novela tendrá una réplica igual de lujosa en la pantalla. Pero además de deleitarnos con su dirección artística, el revuelo generado en torno a Gatsby hará que leamos o escuchemos muchas veces la palabra flapper, un modelo de mujer que cambió la historia y la moda para siempre.
Cuentan que flapper fue en su origen un término británico acuñado para referirse a las mujeres que parecían adolescentes. También que flapping era el vocablo utilizada para expresar el aleteo de los brazos. Ambas son, en cualquier caso, expresiones adecuadas para aquellas mujeres que desafiaron las convenciones sociales bebiendo, fumando, bailando, conduciendo y potenciando un tipo de belleza contraria a los cánones de la época.
La efímera incorporación de la mujer al trabajo durante la I Guerra Mundial y el sentimiento de carpe diem que sucedió a los horrores de dicha guerra propiciaron el surgimiento de mujeres que querían ser tenidas en cuenta no sólo en el ámbito de los derechos civiles, también en el de los quehaceres cotidianos. Así, su primer acto “reivindicativo” fue sustituir el corsé por fajas que reprimían cualquier forma femenina. Y sobre estos cuerpos artificialmente andróginos vestían trajes rectos de corte bajo que dejaban al descubierto sus rodillas cuando bailaban o corrían.
FLAPPER
Se arreglaban usando maquillaje y grandes cantidades de joyas.
Cordon Press
Desafiando el ideal de belleza del momento, las flappers se arreglaban usando enormes cantidades de maquillaje y joyas, prácticas que por entonces estaban reservadas a las prostitutas. Practicaban deporte, algo igualmente inconcebible, y lo hacían enjoyadas y llenas de adornos.
Actrices entonces famosas como Louise Brooks o Clara Bow popularizaron entre las jóvenes americanas el bob cut y el sombrero cloche, o lo que es lo mismo, el pelo corto y el sombrero ajustado en la cabeza, que contrastaban con los aparatosos sombreros y las largas melenas que proclamaba la moda de la época.
El estilo de las flappers no era el de la garçonne, las mujer travestidas con vestuario masculino al estilo de Marlene Dietrich, sino el de una nueva generación de jóvenes que basaban su estética en la transgresión. Siluetas y conductas masculinas adornadas con vestidos lujosos, accesorios pomposos y maquillaje provocador. Una nueva mujer que no quería ser un hombre, pero tampoco quedar relegada al papel que su década le concedía.
En lo relacionado con la moda y la estética, a ellas les debemos la retirada del corsé, la introducción del maquillaje o la libertad para elegir peinado. Pero, sobre todo, las flappers fueron las que desviaron la atención de la aristocracia y se la concedieron a las celebrities. Cantantes, bailarinas o actrices de cine mudo se convirtieron, por primera vez, en trendsetters y desde su posición mediática reivindicaron su peculiar estilo y actitud.
Hasta tal punto fue así que la expresión it girl se la debemos a ellas: a la actriz Clara Bow se le apodaba así por el atractivo que desprendía su conducta. Poco después protagonizaría It, una película sobre una chica normal que ejerce un extraño magnetismo sobre su entorno.
Pero si hubo dos it girls flappers que pasaron a la historia fueron sin duda Coco Chanel y Zelda Fitzgerald: la primera, por reivindicar a la mujer activa y lograr con ello renovar de una vez por todas el vestuario femenino. La segunda, por ser el icono de estilo de la década y la inspiración de Fitzgerald para muchos de sus personajes femeninos. Ella es la Jordan Baker de la película, pero también es un poco Betty Boop, el dibujo animado que se creó aquel año emulando algunos de las claves de estilo de la flapper.
Es muy probable que la ambientación y el vestuario de 'El Gran Gatsby' creen tendencia en los próximos meses. Por eso es importante tener en cuenta que en cada vestido o cada editorial inspirado en ella se esconde la historia de muchas mujeres que contribuyeron un poco a ser lo que hoy somos
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El revuelo generado en torno a Gatsby revive la figura de las féminas transgresoras que desafiaron los ideales de belleza de su época.
LETICIA GARCÍA
Puede que la nueva adaptación de El gran Gatsby no sea recordada por su rigor histórico, pero sí por la espectacularidad y la creatividad estética a la que su director nos tiene acostumbrados. Los trajes creados por Catherine Martin y Miuccia Prada para ilustrar la obra de Fitzgerald sobre el derroche y la ostentación de los locos años ’20 nos aseguran que dicha novela tendrá una réplica igual de lujosa en la pantalla. Pero además de deleitarnos con su dirección artística, el revuelo generado en torno a Gatsby hará que leamos o escuchemos muchas veces la palabra flapper, un modelo de mujer que cambió la historia y la moda para siempre.
Cuentan que flapper fue en su origen un término británico acuñado para referirse a las mujeres que parecían adolescentes. También que flapping era el vocablo utilizada para expresar el aleteo de los brazos. Ambas son, en cualquier caso, expresiones adecuadas para aquellas mujeres que desafiaron las convenciones sociales bebiendo, fumando, bailando, conduciendo y potenciando un tipo de belleza contraria a los cánones de la época.
La efímera incorporación de la mujer al trabajo durante la I Guerra Mundial y el sentimiento de carpe diem que sucedió a los horrores de dicha guerra propiciaron el surgimiento de mujeres que querían ser tenidas en cuenta no sólo en el ámbito de los derechos civiles, también en el de los quehaceres cotidianos. Así, su primer acto “reivindicativo” fue sustituir el corsé por fajas que reprimían cualquier forma femenina. Y sobre estos cuerpos artificialmente andróginos vestían trajes rectos de corte bajo que dejaban al descubierto sus rodillas cuando bailaban o corrían.
FLAPPER
Se arreglaban usando maquillaje y grandes cantidades de joyas.
Cordon Press
Desafiando el ideal de belleza del momento, las flappers se arreglaban usando enormes cantidades de maquillaje y joyas, prácticas que por entonces estaban reservadas a las prostitutas. Practicaban deporte, algo igualmente inconcebible, y lo hacían enjoyadas y llenas de adornos.
Actrices entonces famosas como Louise Brooks o Clara Bow popularizaron entre las jóvenes americanas el bob cut y el sombrero cloche, o lo que es lo mismo, el pelo corto y el sombrero ajustado en la cabeza, que contrastaban con los aparatosos sombreros y las largas melenas que proclamaba la moda de la época.
El estilo de las flappers no era el de la garçonne, las mujer travestidas con vestuario masculino al estilo de Marlene Dietrich, sino el de una nueva generación de jóvenes que basaban su estética en la transgresión. Siluetas y conductas masculinas adornadas con vestidos lujosos, accesorios pomposos y maquillaje provocador. Una nueva mujer que no quería ser un hombre, pero tampoco quedar relegada al papel que su década le concedía.
En lo relacionado con la moda y la estética, a ellas les debemos la retirada del corsé, la introducción del maquillaje o la libertad para elegir peinado. Pero, sobre todo, las flappers fueron las que desviaron la atención de la aristocracia y se la concedieron a las celebrities. Cantantes, bailarinas o actrices de cine mudo se convirtieron, por primera vez, en trendsetters y desde su posición mediática reivindicaron su peculiar estilo y actitud.
Hasta tal punto fue así que la expresión it girl se la debemos a ellas: a la actriz Clara Bow se le apodaba así por el atractivo que desprendía su conducta. Poco después protagonizaría It, una película sobre una chica normal que ejerce un extraño magnetismo sobre su entorno.
Pero si hubo dos it girls flappers que pasaron a la historia fueron sin duda Coco Chanel y Zelda Fitzgerald: la primera, por reivindicar a la mujer activa y lograr con ello renovar de una vez por todas el vestuario femenino. La segunda, por ser el icono de estilo de la década y la inspiración de Fitzgerald para muchos de sus personajes femeninos. Ella es la Jordan Baker de la película, pero también es un poco Betty Boop, el dibujo animado que se creó aquel año emulando algunos de las claves de estilo de la flapper.
Es muy probable que la ambientación y el vestuario de 'El Gran Gatsby' creen tendencia en los próximos meses. Por eso es importante tener en cuenta que en cada vestido o cada editorial inspirado en ella se esconde la historia de muchas mujeres que contribuyeron un poco a ser lo que hoy somos