Qué voy a hacer en la Navidad? No sé, quisiera que este año tuviéramos la opción de saltarnos esa fecha. Es que está en el calendario. Pasarla sin pensar en ella no es una opción. ¿Quiere decir que no me queda más remedio que aceptarla?
Puedo hacer varias cosas: lamentarme, deprimirme, quejarme, llorar… No, eso no me gusta. El lamento trae más lamento, la depresión me hunde, las lágrimas me hinchan los ojos, y los recuerdos dolorosos de lo que ha pasado en este 2020 me dan taquicardia.
Ya veo, mirar hacia dentro de mí no es solución. En mi alma hay un vacío profundo que dejó el ser que me dio la vida; en mi corazón veo los rostros de los muchos que tendrán sillas vacías este año en sus mesas.
Oh, no, la depresión quiere anidar dentro de mí. Escucha, mira hacia afuera, y luego vuelve hacia adentro, verás que regresas acompañada.
¿Cómo es eso? Mira, haz una lista de niños a los que puedes ayudar, y entre ellos, recuerda al Niño Jesús, la razón de la Navidad.
¡Ah, el Niño Jesús! Tengo uno bello, el mejor de todos. Era de mi madre y tiene ropita cosida con sus manos. Un vestido es rosado y el otro amarillo. ¿Cuál le pondré? No importa el color.
Mejor pregúntame: Niño Jesús, ¿A qué niños representas?
Represento a todos: al huérfano, al que perdió a su madre o padre durante esta pandemia, al que anhela recibir un juguete; al que tiene hambre; al que se siente solo y con hambre de amor; al que se siente prisionero en esta pandemia y no puede salir; al que acaba de nacer y llora por primera vez; al bebé que sonríe treinta veces al día porque se siente amado y no sabe la crueldad del mundo; al que está enfermo con cáncer y tiene esperanza de salvarse.
Represento a todos.
¿Quieres darles una mano? Dime Niño Jesús, dime cómo puedo ayudarlos. Te espero en el Sagrario, en el de tu corazón, o en el de la Iglesia.
Te daré una lista.
Arregla tu mesa navideña, y en las sillas vacías coloca el nombre y la foto, si la tienes, de un niño que en un lejano lugar va a tener un regalo tuyo, un regalo de oración, un regalo comprado en mi nombre. Qué buena idea. Ya llegaron a mi corazón los nombres de siete niños, aparte de los nietos.
¿Y luego qué, Niño Jesús?
La soledad sigue allí; la nostalgia se acrecienta con los recuerdos. Da gracias por las Navidades vividas. Sonríe. Llama a tus amigos y seres queridos, abraza al que esté contigo. Da gracias porque vives y porque en medio de la soledad mi luz brilla. Recuerda que así fue la primera Navidad y así seguirá siendo, si tú lo permites.
Luego canta hasta que tu voz resuene en un eco: “25 de diciembre, fun, fun, fun (bis). Un niñito muy bonito ha nacido en un portal, con su carita de rosa parece una flor hermosa, fun, fun, fun”.
Asiste a tu Iglesia, y con una sonrisa que no se ve porque la mascarilla cubre tu boca, pero se refleja en tus ojos, levanta tus manos hacia Mí, y hacia los demás.
Aliméntate con mi Cuerpo y mi Sangre. Sentirás que la esperanza y la paz han renacido una vez más, en tu corazón y en el mundo.
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Respuesta:
Título: Monólogo Navideño
Qué voy a hacer en la Navidad? No sé, quisiera que este año tuviéramos la opción de saltarnos esa fecha. Es que está en el calendario. Pasarla sin pensar en ella no es una opción. ¿Quiere decir que no me queda más remedio que aceptarla?
Puedo hacer varias cosas: lamentarme, deprimirme, quejarme, llorar… No, eso no me gusta. El lamento trae más lamento, la depresión me hunde, las lágrimas me hinchan los ojos, y los recuerdos dolorosos de lo que ha pasado en este 2020 me dan taquicardia.
Ya veo, mirar hacia dentro de mí no es solución. En mi alma hay un vacío profundo que dejó el ser que me dio la vida; en mi corazón veo los rostros de los muchos que tendrán sillas vacías este año en sus mesas.
Oh, no, la depresión quiere anidar dentro de mí. Escucha, mira hacia afuera, y luego vuelve hacia adentro, verás que regresas acompañada.
¿Cómo es eso? Mira, haz una lista de niños a los que puedes ayudar, y entre ellos, recuerda al Niño Jesús, la razón de la Navidad.
¡Ah, el Niño Jesús! Tengo uno bello, el mejor de todos. Era de mi madre y tiene ropita cosida con sus manos. Un vestido es rosado y el otro amarillo. ¿Cuál le pondré? No importa el color.
Mejor pregúntame: Niño Jesús, ¿A qué niños representas?
Represento a todos: al huérfano, al que perdió a su madre o padre durante esta pandemia, al que anhela recibir un juguete; al que tiene hambre; al que se siente solo y con hambre de amor; al que se siente prisionero en esta pandemia y no puede salir; al que acaba de nacer y llora por primera vez; al bebé que sonríe treinta veces al día porque se siente amado y no sabe la crueldad del mundo; al que está enfermo con cáncer y tiene esperanza de salvarse.
Represento a todos.
¿Quieres darles una mano? Dime Niño Jesús, dime cómo puedo ayudarlos. Te espero en el Sagrario, en el de tu corazón, o en el de la Iglesia.
Te daré una lista.
Arregla tu mesa navideña, y en las sillas vacías coloca el nombre y la foto, si la tienes, de un niño que en un lejano lugar va a tener un regalo tuyo, un regalo de oración, un regalo comprado en mi nombre. Qué buena idea. Ya llegaron a mi corazón los nombres de siete niños, aparte de los nietos.
¿Y luego qué, Niño Jesús?
La soledad sigue allí; la nostalgia se acrecienta con los recuerdos. Da gracias por las Navidades vividas. Sonríe. Llama a tus amigos y seres queridos, abraza al que esté contigo. Da gracias porque vives y porque en medio de la soledad mi luz brilla. Recuerda que así fue la primera Navidad y así seguirá siendo, si tú lo permites.
Luego canta hasta que tu voz resuene en un eco: “25 de diciembre, fun, fun, fun (bis). Un niñito muy bonito ha nacido en un portal, con su carita de rosa parece una flor hermosa, fun, fun, fun”.
Asiste a tu Iglesia, y con una sonrisa que no se ve porque la mascarilla cubre tu boca, pero se refleja en tus ojos, levanta tus manos hacia Mí, y hacia los demás.
Aliméntate con mi Cuerpo y mi Sangre. Sentirás que la esperanza y la paz han renacido una vez más, en tu corazón y en el mundo.