México colonial era un vasto territorio caracterizado por un gobierno estable e idóneo, una economía rica y bien distribuida y una sociedad multirracial que disfrutaba de considerable movilidad social. Empero, a mediados del siglo XIX, la República Mexicana no sólo había perdido más de la mitad de su territorio, sino que sufría también de extrema inestabilidad política, de severa depresión económica y de conflictos tanto raciales como sociales.
Este trabajo examinará la decadencia de México teniendo como punto de partida el bienestar colonial, para terminar con el desastre republicano. Puesto que muchos historiadores erradamente consideran aún la época colonial como un periodo atrasado, feudal y explotador, comenzaré mi presentación comparando la Nueva España de 1800 con el México de alrededor de 1850.
El virreinato de Nueva España representaba la estructura política más imponente del hemisferio occidental a fines del siglo XVIII. Su territorio incluía el México actual, América Central, las Filipinas, Cuba, Puerto Rico, Florida, las regiones costeras de Alabama y Mississippi, todas las tierras al oeste de este río, así como también pretensiones en Canadá occidental y Alaska. El corazón del virreinato, sin embargo, lo constituía una región aproximadamente del tamaño del México actual. Esta área, que será el tema de este trabajo, era la parte más poblada y rica del virreinato.
Las instituciones de Nueva España satisfacían las necesidades locales en forma adecuada. En efecto, una de las características más notables del gobierno colonial era su legitimidad, derivada de la confianza que generaba en todas las clases y razas. Los mexicanos de la época colonial se valían generalmente de los procedimientos legales y administrativos para obtener beneficios del gobierno. Aun los indios confiaban lo suficiente en el sistema legal como para buscar justicia en las Cortes, donde frecuentemente ganaban sus casos ya que los tribunales generalmente reconocían la validez de las costumbres y las leyes nativas. De esta manera, había un acuerdo general en Nueva. España que hacía que el gobierno real, al nivel local como el imperial, sirviera al interés público. Este consenso no significaba que todas las disputas eran resueltas en forma pacífica, ya que la violencia irrumpía ocasionalmente. Pero tales erupciones eran poco frecuentes y buscaban sólo remediar ciertas injusticias específicas que en ningún caso pretendían desafiar el orden político, social y económico de la colonia. Este éxito se debía, en gran medida, al hecho de que el gobierno de Nueva España era aconsejado por su elite local, lo que hacía que los mexicanos de la colonia solucionaran generalmente los problemas de su país en forma moderada, racional y práctica.
La gran riqueza de la colonia contribuyó a la estabilidad gubernamental y al dinamismo de la sociedad mexicana. Nueva España, proveía dos tercios de los ingresos del imperio español. En 1799 éstos alcanzaban 20 millones de pesos, de los cuales 10 millones se gastaban en la administración y la defensa local, cuatro millones subvencionaban otras áreas del virreinato en América Central y del Norte, el Caribe y las Filipinas, y seis millones se remitían a la Real Hacienda en Madrid. Los ingresos aumentaron en la década siguiente promediando 24 millones de pesos al año. En 1806, cuando demanda insólitas fueron impuestas a las colonias de España, México procuró 39 millones de pesos, enviando 19 millones a España para ayudar a financiar las guerras en Europa.[ 1 ]
La economía de Nueva España era fuerte, se encontraba bien distribuida, y en su mayor parte funcionaba en forma independiente de la madre patria. Aunque los metales preciosos representaban el 84% de todas las exportaciones, la colonia no llegó a ser una simple monoproductora, como algunos defensores de la teoría de la dependencia han sugerido. A pesar de su carácter predominante y dinámico, la minería sólo constituía un segmento menor de la economía colonial En 1800, la minería contribuyó con 27.95 millones de pesos, o el 13% de la producción anual de México, mientras que la industria manufacturera computó 55 millones, o el 25%; la agricultura 138.63 millones, o el 62%. El extenso y variado mercado interno de México consumía el 86% de toda la producción nacional como lo demuestra la tabla I.
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Explicación:
México colonial era un vasto territorio caracterizado por un gobierno estable e idóneo, una economía rica y bien distribuida y una sociedad multirracial que disfrutaba de considerable movilidad social. Empero, a mediados del siglo XIX, la República Mexicana no sólo había perdido más de la mitad de su territorio, sino que sufría también de extrema inestabilidad política, de severa depresión económica y de conflictos tanto raciales como sociales.
Este trabajo examinará la decadencia de México teniendo como punto de partida el bienestar colonial, para terminar con el desastre republicano. Puesto que muchos historiadores erradamente consideran aún la época colonial como un periodo atrasado, feudal y explotador, comenzaré mi presentación comparando la Nueva España de 1800 con el México de alrededor de 1850.
El virreinato de Nueva España representaba la estructura política más imponente del hemisferio occidental a fines del siglo XVIII. Su territorio incluía el México actual, América Central, las Filipinas, Cuba, Puerto Rico, Florida, las regiones costeras de Alabama y Mississippi, todas las tierras al oeste de este río, así como también pretensiones en Canadá occidental y Alaska. El corazón del virreinato, sin embargo, lo constituía una región aproximadamente del tamaño del México actual. Esta área, que será el tema de este trabajo, era la parte más poblada y rica del virreinato.
Las instituciones de Nueva España satisfacían las necesidades locales en forma adecuada. En efecto, una de las características más notables del gobierno colonial era su legitimidad, derivada de la confianza que generaba en todas las clases y razas. Los mexicanos de la época colonial se valían generalmente de los procedimientos legales y administrativos para obtener beneficios del gobierno. Aun los indios confiaban lo suficiente en el sistema legal como para buscar justicia en las Cortes, donde frecuentemente ganaban sus casos ya que los tribunales generalmente reconocían la validez de las costumbres y las leyes nativas. De esta manera, había un acuerdo general en Nueva. España que hacía que el gobierno real, al nivel local como el imperial, sirviera al interés público. Este consenso no significaba que todas las disputas eran resueltas en forma pacífica, ya que la violencia irrumpía ocasionalmente. Pero tales erupciones eran poco frecuentes y buscaban sólo remediar ciertas injusticias específicas que en ningún caso pretendían desafiar el orden político, social y económico de la colonia. Este éxito se debía, en gran medida, al hecho de que el gobierno de Nueva España era aconsejado por su elite local, lo que hacía que los mexicanos de la colonia solucionaran generalmente los problemas de su país en forma moderada, racional y práctica.
La gran riqueza de la colonia contribuyó a la estabilidad gubernamental y al dinamismo de la sociedad mexicana. Nueva España, proveía dos tercios de los ingresos del imperio español. En 1799 éstos alcanzaban 20 millones de pesos, de los cuales 10 millones se gastaban en la administración y la defensa local, cuatro millones subvencionaban otras áreas del virreinato en América Central y del Norte, el Caribe y las Filipinas, y seis millones se remitían a la Real Hacienda en Madrid. Los ingresos aumentaron en la década siguiente promediando 24 millones de pesos al año. En 1806, cuando demanda insólitas fueron impuestas a las colonias de España, México procuró 39 millones de pesos, enviando 19 millones a España para ayudar a financiar las guerras en Europa.[ 1 ]
La economía de Nueva España era fuerte, se encontraba bien distribuida, y en su mayor parte funcionaba en forma independiente de la madre patria. Aunque los metales preciosos representaban el 84% de todas las exportaciones, la colonia no llegó a ser una simple monoproductora, como algunos defensores de la teoría de la dependencia han sugerido. A pesar de su carácter predominante y dinámico, la minería sólo constituía un segmento menor de la economía colonial En 1800, la minería contribuyó con 27.95 millones de pesos, o el 13% de la producción anual de México, mientras que la industria manufacturera computó 55 millones, o el 25%; la agricultura 138.63 millones, o el 62%. El extenso y variado mercado interno de México consumía el 86% de toda la producción nacional como lo demuestra la tabla I.