Elabora un ensayo donde analices los limites y dificultades de la democracia reprenentativa,considerando la distancia entre gobernantes y gobernados .......
Ahora que los católicos comenzamos a ser perseguidos en nombre de la tolerancia y los derechos humanos, han ido apareciendo paulatinamente reflexiones sobre la democracia y su capacidad para asegurarnos un lugar en la vida pública. Primero el blog Caracas y Dios hizo un serie al respecto (I, II, III, y IV) y luego Marta Salazar nos llama la atención hacia el artículo de Carol Brown.
La pregunta no es complicada: ¿Es la democracia la mejor forma de gobernarnos?
Para intentar responderla, definamos primero “democracia”. Más allá de las definiciones clichés, la democracia tiene como elemento esencial el hacer prevalecer la opción de la mayoría sobre la de la minoría, normalmente mediante votaciones libres, informadas y periódicas.
Carlos me objetará que existen otros elementos, como el respeto a las minorías, a los Derechos Humanos, o la justicia social, pero considero que esos factores están sujetos a las diversas formas en que cada país decide gobernarse, mientras que el mecanismo de votaciones permite darnos cuenta inmediatamente si nos encontramos ante una democracia (en sus diversas formas) o no. Por ejemplo, alguien podría decir que Cuba es una democracia porque, en su opinión el poder lo ejerce el pueblo a través de Fidel Castro, y que Chile no lo es, porque el aborto (entendido como un derecho) está prohibido en todos los casos; esos son temas opinable, pero en general se entiende que Chile es una democracia y Cuba una dictadura, porque en Chile hay elecciones libres periódicas y en Cuba no.
Límites de la democracia son todas aquellas circusntancias que impiden que la voluntad mayoritaria prevalezca, a pesar de cumplir con el requisito esencial de la democracia, que es, precisamente, el ser mayoritaria.
En primer lugar podríamos hablar de límites intrínsecos y extrínsecos. Con “límites intrínsecos” nos referimos a todas aquellas regulaciones que aseguran que prevalezca la real voluntad de la mayoría, formada con libertad e información.
Tal es el caso del medidas como el voto secreto y la libertad de expresión, porque aseguran que lo que se expresa en definitiva corresponda a la voluntad de la mayoría. La falta de estos límites intrínsecos es lo que permite decir, por ejemplo, que Saddam Hussein era un dictador, a pesar de contar con elecciones, pues en ellas él salía elegido con el 98% de los votos.
También como límite intrínseco podríamos hablar de lo que se ha llamado la “cultura democrática”, aquello que hace que los grupos de poder minoritario acepten la decisión de la mayoría, aunque no esté de acuerdo con ella. Quien ignora este límite está condenado al fracaso en establecer un régimen democrático, como ocurre hoy en día en Irak y Haití, y puede llegar a desestabilizar una democracia, como pudo o ocurrir en México con AMLO.
Sin embargo, para los occidentales es más interesante es examinar los límites extrínsecos, es decir, aquellos que deben imponerse a la decisión de la mayoría, aún cuando ésta se haya tomado democráticamente.
En esta línea, entonces, nos encontramos con el primer límite de la democracia: el respeto a las minorías y a los derechos del individuo. Cualquier decisión pueda tomar una comunidad, ya sea directamente en una votació o mediante sus representantes, afectará la vida y derechos de las personas, y no es difícil imaginar casos en que dichas decisiones impongan cargas injustas o intolerables a una o más personas. Para combatir este límite, surgen la república democráctica, que es un sistema de gobierno, donde prevalece un sistema democrático, pero se establecen ámbitos donde la decisión mayoritaria no tiene acceso. Cuáles son esos ámbitos en concreto, es un tema aparte.
Un segundo límite es que la democracia no garantiza el bien común. En teoría, que cada individuo persiga libremente su propio interés, basta para asegurar el bien común, pero la experiencia nos muestra que esto no siempre es así. Por ejemplo, una comunidad puede sufrir un grave problema de desempleo, y los economistas estar todos de acuerdo en que la mejor solución a largo plazo es bajar el sueldo mínimo, pero la mayoría de los afectados por la medida no estarán de acuerdo con que se aplique, y presionarán al gobierno para que no lo haga. Si el gobernante hace lo mejor, lo técnicamente necesario, el sistema democrático se asegurará de que otro sea elegido. Así es como surge el populismo.
Ahora que los católicos comenzamos a ser perseguidos en nombre de la tolerancia y los derechos humanos, han ido apareciendo paulatinamente reflexiones sobre la democracia y su capacidad para asegurarnos un lugar en la vida pública. Primero el blog Caracas y Dios hizo un serie al respecto (I, II, III, y IV) y luego Marta Salazar nos llama la atención hacia el artículo de Carol Brown.
La pregunta no es complicada: ¿Es la democracia la mejor forma de gobernarnos?
Para intentar responderla, definamos primero “democracia”. Más allá de las definiciones clichés, la democracia tiene como elemento esencial el hacer prevalecer la opción de la mayoría sobre la de la minoría, normalmente mediante votaciones libres, informadas y periódicas.
Carlos me objetará que existen otros elementos, como el respeto a las minorías, a los Derechos Humanos, o la justicia social, pero considero que esos factores están sujetos a las diversas formas en que cada país decide gobernarse, mientras que el mecanismo de votaciones permite darnos cuenta inmediatamente si nos encontramos ante una democracia (en sus diversas formas) o no. Por ejemplo, alguien podría decir que Cuba es una democracia porque, en su opinión el poder lo ejerce el pueblo a través de Fidel Castro, y que Chile no lo es, porque el aborto (entendido como un derecho) está prohibido en todos los casos; esos son temas opinable, pero en general se entiende que Chile es una democracia y Cuba una dictadura, porque en Chile hay elecciones libres periódicas y en Cuba no.
Límites de la democracia son todas aquellas circusntancias que impiden que la voluntad mayoritaria prevalezca, a pesar de cumplir con el requisito esencial de la democracia, que es, precisamente, el ser mayoritaria.
En primer lugar podríamos hablar de límites intrínsecos y extrínsecos. Con “límites intrínsecos” nos referimos a todas aquellas regulaciones que aseguran que prevalezca la real voluntad de la mayoría, formada con libertad e información.
Tal es el caso del medidas como el voto secreto y la libertad de expresión, porque aseguran que lo que se expresa en definitiva corresponda a la voluntad de la mayoría. La falta de estos límites intrínsecos es lo que permite decir, por ejemplo, que Saddam Hussein era un dictador, a pesar de contar con elecciones, pues en ellas él salía elegido con el 98% de los votos.
También como límite intrínseco podríamos hablar de lo que se ha llamado la “cultura democrática”, aquello que hace que los grupos de poder minoritario acepten la decisión de la mayoría, aunque no esté de acuerdo con ella. Quien ignora este límite está condenado al fracaso en establecer un régimen democrático, como ocurre hoy en día en Irak y Haití, y puede llegar a desestabilizar una democracia, como pudo o ocurrir en México con AMLO.
Sin embargo, para los occidentales es más interesante es examinar los límites extrínsecos, es decir, aquellos que deben imponerse a la decisión de la mayoría, aún cuando ésta se haya tomado democráticamente.
En esta línea, entonces, nos encontramos con el primer límite de la democracia: el respeto a las minorías y a los derechos del individuo. Cualquier decisión pueda tomar una comunidad, ya sea directamente en una votació o mediante sus representantes, afectará la vida y derechos de las personas, y no es difícil imaginar casos en que dichas decisiones impongan cargas injustas o intolerables a una o más personas. Para combatir este límite, surgen la república democráctica, que es un sistema de gobierno, donde prevalece un sistema democrático, pero se establecen ámbitos donde la decisión mayoritaria no tiene acceso. Cuáles son esos ámbitos en concreto, es un tema aparte.
Un segundo límite es que la democracia no garantiza el bien común. En teoría, que cada individuo persiga libremente su propio interés, basta para asegurar el bien común, pero la experiencia nos muestra que esto no siempre es así. Por ejemplo, una comunidad puede sufrir un grave problema de desempleo, y los economistas estar todos de acuerdo en que la mejor solución a largo plazo es bajar el sueldo mínimo, pero la mayoría de los afectados por la medida no estarán de acuerdo con que se aplique, y presionarán al gobierno para que no lo haga. Si el gobernante hace lo mejor, lo técnicamente necesario, el sistema democrático se asegurará de que otro sea elegido. Así es como surge el populismo.