Se ha publicado una revisión de la literatura sobre el uso de mascarillas por parte de la ciudadanía desde un punto de vista transversal y realista. La revisión contextualiza los datos disponibles de acuerdo con una serie de determinantes como son la manera en cómo se transmite el coronavirus, cuál es la eficacia de las mascarillas y qué consideraciones son necesarias sobre el impacto del uso generalizado de mascarillas y los factores sociológicos pueden ser determinantes en su uso [1].
La revisión se elaboró mediante una selección oportunista de la literatura que se sometió a discusión por parte de los autores de la revisión, sin describir mayores detalles sobre su metodología.
En este estudio se destaca que una de las principales vías de transmisión del SARS-CoV-2, que es alta, se produce por la emisión de pequeñas gotas respiratorias al toser o estornudar, aunque también se dispone de datos sobre la trasmisión al hablar. Por tanto, las situaciones potenciales de contagio se multiplican. La transmisión se produce en cualquier fase de la infección (tanto en una fase inicial, en personas asintomáticas, como en aquellas con síntomas) y algunos estudios muestran que las personas infectadas tienen una alta capacidad de transmisión en los primeros días de infección, con una alta carga viral en el tracto respiratorio alto. Por este motivo la propagación del virus se debería reducir estableciendo, entre otras medidas, una limitación de los contactos con las personas infectadas, el estudio de contactos, las medidas higiénicas y el uso de las máscaras en público para reducir la probabilidad de transmisión, estrategia esta última que es más efectiva cuando su cumplimiento es alto:
los datos disponibles de estudios en situación experimental o de laboratorio muestran que las mascarillas de tela tienen la capacidad para bloquear las gotas emitidas por la persona que las porta en el rango de tamaño más relevante (entre los 5 i 10 µm);
no se disponen de ensayos clínicos que hayan evaluado el impacto de las mascarillas en personas con la COVID-19, y los datos indirectos de otros estudios son inconsistentes, pero en términos generales muestran que el uso de máscaras disminuye la propagación de virus respiratorios (los datos de los estudios más recientes se pueden consultar en otra entrada de ‘Evidencias COVID-19’ https://bit.ly/2REH8Ze).
los resultados de la investigación clínica deben interpretarse de acuerdo con el contexto actual y en cómo la ciudadanía puede recibir y adherirse recomendaciones como las de portar una mascarilla de manera rutinaria. Es complejo anticipar el cambio en el comportamiento en las personas y existen dudas sobre si por una actitud de compensación del riesgo, la percepción de seguridad ofrecida por la mascarilla podría repercutir en la negligencia con otras medidas importantes como las del distanciamiento social. Por otra parte, también se disponen de datos que apuntan a que el uso de métodos preventivos promueve una actitud más segura o que la comunicación adecuada de la necesidad de este tipo de medidas es un modo de capacitar a la ciudadanía para que actúen de manera responsable;
la valoración del impacto de medidas como el uso generalizado de mascarillas por parte de la población solamente puede basarse en proyecciones y / o modelaciones. Algunas muestran que el uso por parte de la mitad de la población de máscaras con una eficacia del 50% podría tener un impacto en el factor de reproducción del nuevo coronavirus, reduciéndolo de un R0 2.4 global al 1.35 tras implantar la medida (o pasar de una propagación inicial de 100 casos a más de 30000 en un mes a poco menos de 600 tras implantar la medida).
Con estos datos, los autores de la revisión concluyen que existen datos suficientes en favor del uso generalizado de mascarillas para reducir la transmisión comunitaria del coronavirus, y que la planificación de políticas en este sentido debería aplicar un principio de precaución que apoya la adopción de medidas preventivas cuando existe alguna amenaza para la salud pública aún y ante la ausencia de pruebas científicas sólidas.
Respuesta:
Se ha publicado una revisión de la literatura sobre el uso de mascarillas por parte de la ciudadanía desde un punto de vista transversal y realista. La revisión contextualiza los datos disponibles de acuerdo con una serie de determinantes como son la manera en cómo se transmite el coronavirus, cuál es la eficacia de las mascarillas y qué consideraciones son necesarias sobre el impacto del uso generalizado de mascarillas y los factores sociológicos pueden ser determinantes en su uso [1].
La revisión se elaboró mediante una selección oportunista de la literatura que se sometió a discusión por parte de los autores de la revisión, sin describir mayores detalles sobre su metodología.
En este estudio se destaca que una de las principales vías de transmisión del SARS-CoV-2, que es alta, se produce por la emisión de pequeñas gotas respiratorias al toser o estornudar, aunque también se dispone de datos sobre la trasmisión al hablar. Por tanto, las situaciones potenciales de contagio se multiplican. La transmisión se produce en cualquier fase de la infección (tanto en una fase inicial, en personas asintomáticas, como en aquellas con síntomas) y algunos estudios muestran que las personas infectadas tienen una alta capacidad de transmisión en los primeros días de infección, con una alta carga viral en el tracto respiratorio alto. Por este motivo la propagación del virus se debería reducir estableciendo, entre otras medidas, una limitación de los contactos con las personas infectadas, el estudio de contactos, las medidas higiénicas y el uso de las máscaras en público para reducir la probabilidad de transmisión, estrategia esta última que es más efectiva cuando su cumplimiento es alto:
los datos disponibles de estudios en situación experimental o de laboratorio muestran que las mascarillas de tela tienen la capacidad para bloquear las gotas emitidas por la persona que las porta en el rango de tamaño más relevante (entre los 5 i 10 µm);
no se disponen de ensayos clínicos que hayan evaluado el impacto de las mascarillas en personas con la COVID-19, y los datos indirectos de otros estudios son inconsistentes, pero en términos generales muestran que el uso de máscaras disminuye la propagación de virus respiratorios (los datos de los estudios más recientes se pueden consultar en otra entrada de ‘Evidencias COVID-19’ https://bit.ly/2REH8Ze).
los resultados de la investigación clínica deben interpretarse de acuerdo con el contexto actual y en cómo la ciudadanía puede recibir y adherirse recomendaciones como las de portar una mascarilla de manera rutinaria. Es complejo anticipar el cambio en el comportamiento en las personas y existen dudas sobre si por una actitud de compensación del riesgo, la percepción de seguridad ofrecida por la mascarilla podría repercutir en la negligencia con otras medidas importantes como las del distanciamiento social. Por otra parte, también se disponen de datos que apuntan a que el uso de métodos preventivos promueve una actitud más segura o que la comunicación adecuada de la necesidad de este tipo de medidas es un modo de capacitar a la ciudadanía para que actúen de manera responsable;
la valoración del impacto de medidas como el uso generalizado de mascarillas por parte de la población solamente puede basarse en proyecciones y / o modelaciones. Algunas muestran que el uso por parte de la mitad de la población de máscaras con una eficacia del 50% podría tener un impacto en el factor de reproducción del nuevo coronavirus, reduciéndolo de un R0 2.4 global al 1.35 tras implantar la medida (o pasar de una propagación inicial de 100 casos a más de 30000 en un mes a poco menos de 600 tras implantar la medida).
Con estos datos, los autores de la revisión concluyen que existen datos suficientes en favor del uso generalizado de mascarillas para reducir la transmisión comunitaria del coronavirus, y que la planificación de políticas en este sentido debería aplicar un principio de precaución que apoya la adopción de medidas preventivas cuando existe alguna amenaza para la salud pública aún y ante la ausencia de pruebas científicas sólidas.
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