A) Su raíz no cambia a lo largo de la conjugación B) Su raíz cambia a lo largo de la conjugación C) Su raíz cambia en el pasado y el futuro D) Ninguna de las anteriores
o es regular ?????????
AnonimoSA
Si, El Verbo Amar Es Regular ¿porqué? Aunque las reglas del idioma español afirmen lo contrario, hay que admitir que “amar” es un verbo irregular. Irregular en todos los tiempos, lugares y personas en los que se le conjugue: ni hay una forma específica de amar, ni ningún amor será igual a otro.
Aunque la raíz del verbo sea la misma en todos los casos en que intentemos conjugarlo, lo hacemos distinto cada vez.
Se trata de un sentimiento que se experimenta de múltiples maneras: ¿cuántos días uno no amanece sin sentir amor por su pareja, o queriéndola menos, después de una temporada en que ha sentido que la ha amado como nunca? ¿cómo decir que uno ama a su novio igual el primer día que el último? ¿quién puede, acaso, comparar el padre que ama a la hija, la hija que ama a la madre, el hombre que ama a la mujer, la hermana que ama al hermano, el amo que ama a la mascota o el sujeto que ama la vida?
Esta irregularidad convierte al verbo “amar” en una acción misteriosa y prometedora (por más riesgos que contenga). Vale la pena amar cuantas veces sea necesario, sentir su sabor en el cuerpo hasta que el verbo se agote, desaparezca o alguien lo mate por ahí.
Amar un día, un año, una eternidad o una noche, pero amar. Repetir la operación sin olvidar que cada vez que lo conjugue será diferente. Conjugar “amar” en pasado, presente y futuro; conjugarlo en indicativo, subjuntivo, imperativo y en sus formas no personales; conjugarlo sabiendo que siempre traerá nuevas cosas a la vida. Estar convencida de que volveré a amar una y mil veces y que seré objeto de amor otras tantas más. Amar hasta el cansancio, o mejor, hasta antes de que el cansancio enferme el amor y lo convierta en un nocivo verbo regular. Pero, ante todo, confiar en la inmensidad de una palabra tan corta para los múltiples significados que contempla, una palabra cuya definición (también brevísima) aterra por su parquedad e incompletitud.
Por último: creer. Sobre todo creer en el amor, después de todo. Creer, un verbo decididamente regular, mi preferido junto a “amar”.
¿porqué?
Aunque las reglas del idioma español afirmen lo contrario, hay que admitir que “amar” es un verbo irregular. Irregular en todos los tiempos, lugares y personas en los que se le conjugue: ni hay una forma específica de amar, ni ningún amor será igual a otro.
Aunque la raíz del verbo sea la misma en todos los casos en que intentemos conjugarlo, lo hacemos distinto cada vez.
Se trata de un sentimiento que se experimenta de múltiples maneras: ¿cuántos días uno no amanece sin sentir amor por su pareja, o queriéndola menos, después de una temporada en que ha sentido que la ha amado como nunca? ¿cómo decir que uno ama a su novio igual el primer día que el último? ¿quién puede, acaso, comparar el padre que ama a la hija, la hija que ama a la madre, el hombre que ama a la mujer, la hermana que ama al hermano, el amo que ama a la mascota o el sujeto que ama la vida?
Esta irregularidad convierte al verbo “amar” en una acción misteriosa y prometedora (por más riesgos que contenga). Vale la pena amar cuantas veces sea necesario, sentir su sabor en el cuerpo hasta que el verbo se agote, desaparezca o alguien lo mate por ahí.
Amar un día, un año, una eternidad o una noche, pero amar. Repetir la operación sin olvidar que cada vez que lo conjugue será diferente. Conjugar “amar” en pasado, presente y futuro; conjugarlo en indicativo, subjuntivo, imperativo y en sus formas no personales; conjugarlo sabiendo que siempre traerá nuevas cosas a la vida. Estar convencida de que volveré a amar una y mil veces y que seré objeto de amor otras tantas más. Amar hasta el cansancio, o mejor, hasta antes de que el cansancio enferme el amor y lo convierta en un nocivo verbo regular. Pero, ante todo, confiar en la inmensidad de una palabra tan corta para los múltiples significados que contempla, una palabra cuya definición (también brevísima) aterra por su parquedad e incompletitud.
Por último: creer. Sobre todo creer en el amor, después de todo. Creer, un verbo decididamente regular, mi preferido junto a “amar”.
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