En cada una de aquellas fichas había anotada la masa atómica y las propiedades físicas más representativas de cada uno de los cincuenta y seis elementos químicos descubiertos hasta el momento. Ahora había ordenado de nuevo los elementos de menor a mayor masa atómica pero continuaba sin encontrar la pieza que completase aquel rompecabezas, un nuevo tipo de clasificación que agrupase los elementos según la similitud de sus propiedades. Se dio cuenta de que ciertas propiedades se repetían en algunos de los elementos en intervalos más o menos regulares. De repente, el jardín se iluminó y desde el cielo comenzaron a caer de forma regular enormes bloques de colores que representaban cada uno de los elementos con los que vivía obsesionado. Primero, cayeron el hidrógeno y el litio, que se situaron próximos el uno del otro, y a continuación, se formó una nueva columna con los elementos berilio, boro, carbono, nitrógeno, oxígeno, flúor y sodio. Había por fin encontrado la periodicidad que tanto ansiaba y entendió la relación que guardaba con la valencia de los elementos, tal y como había intuido su subconsciente. Las propiedades se repetían cada ocho elementos del mismo modo que las notas musicales en las distintas escalas. Contempló entusiasmado cómo el resto de los elementos continuaban encajando de forma perfecta hasta completar un hermoso mosaico de colores bajo sus pies. También observó que algunos de los bloques ya colocados albergaban un interrogante que predecía la posición de elementos todavía por descubrir.
Respuesta:
En cada una de aquellas fichas había anotada la masa atómica y las propiedades físicas más representativas de cada uno de los cincuenta y seis elementos químicos descubiertos hasta el momento. Ahora había ordenado de nuevo los elementos de menor a mayor masa atómica pero continuaba sin encontrar la pieza que completase aquel rompecabezas, un nuevo tipo de clasificación que agrupase los elementos según la similitud de sus propiedades. Se dio cuenta de que ciertas propiedades se repetían en algunos de los elementos en intervalos más o menos regulares. De repente, el jardín se iluminó y desde el cielo comenzaron a caer de forma regular enormes bloques de colores que representaban cada uno de los elementos con los que vivía obsesionado. Primero, cayeron el hidrógeno y el litio, que se situaron próximos el uno del otro, y a continuación, se formó una nueva columna con los elementos berilio, boro, carbono, nitrógeno, oxígeno, flúor y sodio. Había por fin encontrado la periodicidad que tanto ansiaba y entendió la relación que guardaba con la valencia de los elementos, tal y como había intuido su subconsciente. Las propiedades se repetían cada ocho elementos del mismo modo que las notas musicales en las distintas escalas. Contempló entusiasmado cómo el resto de los elementos continuaban encajando de forma perfecta hasta completar un hermoso mosaico de colores bajo sus pies. También observó que algunos de los bloques ya colocados albergaban un interrogante que predecía la posición de elementos todavía por descubrir.