La Casa Amarilla por Giovanni Barlettiha a escrito un hermoso libro que es, en realidad, un caleidoscopio de memoria, estampas sueltas que se afianzan bajo la voluntad del lector tras el único deseo que las imanta, es decir, el de ser atrapadas a través de imágenes. Sus trazos narrativos batallan contra esa memoria que inevitablemente se despigmenta, pero que conserva los matices del afecto en el pequeño inventario de la vida cotidiana, acumulada, fragmentada y vuelta a organizar de forma aleatoria bajo la agitación del recuerdo. Este último da dirección a la prosa poética de los relatos, que asimismo quedan marcados por el trazo tembloroso de su evocación impresionista. La casa amarilla nos revela un mundo interior que cataloga, junto con personas, objetos, lecturas, deseos familiares o transitorios, el registro de una sensibilidad del mundo tal como, por otra parte, se intenta aprehender la educación del color: un proceso que, al igual que la vida, consiste en interpretar la luz. Hacia esa fugaz experiencia (epifánica) apunta este libro que hace de la percepción una forma de madurez, a la vez pérdida e inevitable transformación del pasado.
La Casa Amarilla por Giovanni Barlettiha a escrito un hermoso libro que es, en realidad, un caleidoscopio de memoria, estampas sueltas que se afianzan bajo la voluntad del lector tras el único deseo que las imanta, es decir, el de ser atrapadas a través de imágenes. Sus trazos narrativos batallan contra esa memoria que inevitablemente se despigmenta, pero que conserva los matices del afecto en el pequeño inventario de la vida cotidiana, acumulada, fragmentada y vuelta a organizar de forma aleatoria bajo la agitación del recuerdo. Este último da dirección a la prosa poética de los relatos, que asimismo quedan marcados por el trazo tembloroso de su evocación impresionista. La casa amarilla nos revela un mundo interior que cataloga, junto con personas, objetos, lecturas, deseos familiares o transitorios, el registro de una sensibilidad del mundo tal como, por otra parte, se intenta aprehender la educación del color: un proceso que, al igual que la vida, consiste en interpretar la luz. Hacia esa fugaz experiencia (epifánica) apunta este libro que hace de la percepción una forma de madurez, a la vez pérdida e inevitable transformación del pasado.