La religiones han sabido tener un rol primordial en la conformación de naciones, incluso de bloques. Esto ocurrió con la Cristiandad y el Islam, tras el llamado a cruzada del Papa Urbano II a fines del siglo XI. Aún cuando los cristianos no pudieron hacerse definitivamente con Jerusalén, las ocho Cruzadas lanzadas a lo largo de 200 años muestran que no fue por falta de empeño. Durante siglos la noción de que «quien posee las llaves del cielo tiene el poder» justificó guerras hacia afuera, pero también hacia adentro de los propios bloques. Un ejemplo de estas contiendas internas fue la Guerra de los Ochenta Años, entre varias provincias de los Países Bajos y España, que enfrentó a calvinistas y católicos en el siglo XVI.
Tradicionalmente, cada religión se declaraba poseedora de las llaves del cielo –es decir, del camino a la salvación. Hoy, ochocientos años después de aquellas empresas bélicas cristianas, los conflictos Islam-Occidente agregan, como mínimo la llave del subsuelo, y borbotean como el petróleo de los grandes yacimientos. Así, según el experto en Medio Oriente, Robert Fisk hay hoy en día, manteniendo la proporción demográfica entre ambas fechas «22 veces más tropas occidentales en el mundo islámico que antes de la caída de Jerusalén, en 1187». Esta situación obedece a razones geopolíticas y económicas y pretende justificarse, en forma no muy original, por una supuesta amenaza que, para Occidente, implicaría la multiplicación de grupos islamistas.
La religiones han sabido tener un rol primordial en la conformación de naciones, incluso de bloques. Esto ocurrió con la Cristiandad y el Islam, tras el llamado a cruzada del Papa Urbano II a fines del siglo XI. Aún cuando los cristianos no pudieron hacerse definitivamente con Jerusalén, las ocho Cruzadas lanzadas a lo largo de 200 años muestran que no fue por falta de empeño. Durante siglos la noción de que «quien posee las llaves del cielo tiene el poder» justificó guerras hacia afuera, pero también hacia adentro de los propios bloques. Un ejemplo de estas contiendas internas fue la Guerra de los Ochenta Años, entre varias provincias de los Países Bajos y España, que enfrentó a calvinistas y católicos en el siglo XVI.
Tradicionalmente, cada religión se declaraba poseedora de las llaves del cielo –es decir, del camino a la salvación. Hoy, ochocientos años después de aquellas empresas bélicas cristianas, los conflictos Islam-Occidente agregan, como mínimo la llave del subsuelo, y borbotean como el petróleo de los grandes yacimientos. Así, según el experto en Medio Oriente, Robert Fisk hay hoy en día, manteniendo la proporción demográfica entre ambas fechas «22 veces más tropas occidentales en el mundo islámico que antes de la caída de Jerusalén, en 1187». Esta situación obedece a razones geopolíticas y económicas y pretende justificarse, en forma no muy original, por una supuesta amenaza que, para Occidente, implicaría la multiplicación de grupos islamistas.