El libro de la Sabiduría se presenta como obra del rey Salomón, pero esto no es más que una ficción literaria. En realidad fue escrito mucho más tarde, hacia el año 50 a.C.
Su autor pertenecía a la comunidad judía de Alejandría, importante colonia en la ciudad más poblada del mundo grecorromano. No había biblioteca que se igualase a la de Alejandría; según se decía albergaba 700.000 volúmenes. Dos siglos antes, su director había ordenado una traducción griega de la Biblia, la que fue llamada de los "Setenta".
El autor, pues, está en el punto en que se entrelazan dos culturas y dos lenguas, el hebreo y el griego. Ahí se enfrentan dos mundos religiosos, el de la Biblia y el de los griegos, con sus dioses, sus poetas y sus filosofías. Por lo demás, Égipto acaba de cambiar de dueños y los judíos de Alejandría que se consideraban vejados por la administración egipcia, esperan que los romanos, ahora dueños de Oriente Medio, les sean más favorables.
Este es el marco en que nace el Libro de la Sabiduría. En la primera parte (capítulos 1-5), el autor se dirige a creyentes algo desanimados por las pruebas que su pueblo sufrió durante el transcurso del siglo. Más que todo la fe se viene abajo porque los tiempos han cambiado. En Palestina, la vida religiosa de los judíos se encontraba intimamente ligada a su tierra; la fe se arraigaba en la vida nacional más que en las personas, y los individuos no contaban mucho. Hoy, en cambio, viven en medio de los paganos, y los desafíos de la vida obligan a cada cual a que se haga responsable de su propio destino.
El autor planteará, pues, el problema de la sabiduría sobre bases nuevas: la cuestión esencial es saber en qué desemboca la vida presente. Existe un juicio y otra vida, y mientras no se lo haya comprendido, nada se puede juzgar bien. Estos capítulos se cuentan entre los más bellos de la Biblia, especialmente los textos que se refieren a la inmortalidad, la resurrección y el desquite de los justos y los mártires.
En la segunda parte del libro (capítulos 6-10) el autor expone los diversos aspectos de la presencia divina en el universo. Esta cuestión era fundamental para los griegos; muchos confundían a Dios, alma del mundo, con un universo divinizado, y sus respuestas eran muy a menudo próximas a las que circulan hoy bajo la etiqueta de la New Age. El libro de la Sabiduría retoma aquí las fórmulas y las aspiraciones del mundo griego, pero aporta las precisiones necesarias para que Dios, presente y activo por doquier, siga siendo Dios, el único Santo y Glorioso.
La tercera parte de la obra (capítulos 11-19) intenta mostrar cómo Dios hace justicia a su pueblo, y en esto expresa muchas verdades, pero en ella no faltan la agresividad y las rencillas políticas y en más de un lugar echaremos de menos esta sabiduría más profunda que revela el evangelio.
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El libro de la Sabiduría se presenta como obra del rey Salomón, pero esto no es más que una ficción literaria. En realidad fue escrito mucho más tarde, hacia el año 50 a.C.
Su autor pertenecía a la comunidad judía de Alejandría, importante colonia en la ciudad más poblada del mundo grecorromano. No había biblioteca que se igualase a la de Alejandría; según se decía albergaba 700.000 volúmenes. Dos siglos antes, su director había ordenado una traducción griega de la Biblia, la que fue llamada de los "Setenta".
El autor, pues, está en el punto en que se entrelazan dos culturas y dos lenguas, el hebreo y el griego. Ahí se enfrentan dos mundos religiosos, el de la Biblia y el de los griegos, con sus dioses, sus poetas y sus filosofías. Por lo demás, Égipto acaba de cambiar de dueños y los judíos de Alejandría que se consideraban vejados por la administración egipcia, esperan que los romanos, ahora dueños de Oriente Medio, les sean más favorables.
Este es el marco en que nace el Libro de la Sabiduría. En la primera parte (capítulos 1-5), el autor se dirige a creyentes algo desanimados por las pruebas que su pueblo sufrió durante el transcurso del siglo. Más que todo la fe se viene abajo porque los tiempos han cambiado. En Palestina, la vida religiosa de los judíos se encontraba intimamente ligada a su tierra; la fe se arraigaba en la vida nacional más que en las personas, y los individuos no contaban mucho. Hoy, en cambio, viven en medio de los paganos, y los desafíos de la vida obligan a cada cual a que se haga responsable de su propio destino.
El autor planteará, pues, el problema de la sabiduría sobre bases nuevas: la cuestión esencial es saber en qué desemboca la vida presente. Existe un juicio y otra vida, y mientras no se lo haya comprendido, nada se puede juzgar bien. Estos capítulos se cuentan entre los más bellos de la Biblia, especialmente los textos que se refieren a la inmortalidad, la resurrección y el desquite de los justos y los mártires.
En la segunda parte del libro (capítulos 6-10) el autor expone los diversos aspectos de la presencia divina en el universo. Esta cuestión era fundamental para los griegos; muchos confundían a Dios, alma del mundo, con un universo divinizado, y sus respuestas eran muy a menudo próximas a las que circulan hoy bajo la etiqueta de la New Age. El libro de la Sabiduría retoma aquí las fórmulas y las aspiraciones del mundo griego, pero aporta las precisiones necesarias para que Dios, presente y activo por doquier, siga siendo Dios, el único Santo y Glorioso.
La tercera parte de la obra (capítulos 11-19) intenta mostrar cómo Dios hace justicia a su pueblo, y en esto expresa muchas verdades, pero en ella no faltan la agresividad y las rencillas políticas y en más de un lugar echaremos de menos esta sabiduría más profunda que revela el evangelio.