Tipología del metalenguaje: El metalenguaje del nivel universal
Existe, en primer lugar, un metalenguaje universal, propio del lenguaje mismo, no de las lenguas o del discurso. El uso metalingüístico del lenguaje primario, en efecto, es una propiedad universal del lenguaje en general y en sí no puede vincularse a las lenguas históricas8, aunque es cierto que su funcionamiento puede estar (y de hecho normalmente lo está) en parte determinado por la gramática de las lenguas; y no se trata de una posibilidad universal del lenguaje porque se haya comprobado su existencia en todas las lenguas (= porque se haya deducido de las lenguas y se haya generalizado), sino porque se constituye racional y necesariamente como propiedad previa a todo modo histórico de hablar. En tanto que posibilidad universal, se asienta sobre la 'no inefabilidad'. Y como mediante el lenguaje puede hablarse de todo, entonces cualquier elemento del lenguaje primario (= como 'cosa' o como parte de la realidad) puede convertirse ('reflexivamente', se dice a menudo9) en objeto del decir. Se trata, en suma, de una especie de mise en abyme como posibilidad del lenguaje como tal, según se muestra en la Figura 1, adaptando el esquema de Bühler (1967):
Figura 1. El signo según Karl Bühler.
La capacidad del lenguaje para hablar de sí mismo en el discurso (por ejemplo, 'En lugar de tienes que hacer podrías haber dicho deberías hacer y no hubieras parecido tan brusca o en 'Sócrates es un nombre') provoca que, a la hora de convertir algo en objeto de una predicación, se distinga entre lo lingüístico y lo no lingüístico. Hay, por una parte, un modo de hablar en el cual el lenguaje primario tiene el mundo no lingüístico por objeto (por ejemplo, en 'Juan no es muy amable') y hay, por otra parte, un modo de hablar que solamente habla del lenguaje primario. Quiere decirse, siguiendo una vieja idea de Coseriu, que la llamada por Jakobson 'función metalingüística' del lenguaje no es más que un caso especial de la función que Bühler denomina 'objetiva' (= designativa), de lo que en la terminología de Jakobson se llama función 'referencial'10. En el fondo, se trata de la recuperación del deslinde efectuado por la lógica medieval a través de la doctrina de las suppositiones.
En un texto como 'Pronunció un hasta pronto que sonó a despedida definitiva' hay, al menos, dos aspectos de lo metalingüístico reseñables: por una parte, la predicación, es decir, el hablar de un objeto de la realidad que se presenta como hecho lingüístico; y, por otra, la unidad misma sobre la que se dice algo, es decir, el segmento de lenguaje 'autónimo' o 'mencionado' o 'usado metalingüísticamente'. Esta propiedad de referirse a un signo que a la vez que signo es una parte de la realidad misma, es una propiedad universal, aunque puede estar en parte determinado por la gramática de las lenguas11, comprobable en el discurso; y puede referirse a cualquier trozo de lenguaje (= es universal en su extensión), como palabras 'Veremos es primera persona del plural/Eso de veremos suena mal'; morfemas: 'El sufijo -ble genera adjetivos deverbales'; sílabas: 'La m con la a, ma; la m con la e, me...; la mera agrupación de letras: 'Al escribir has puesto uir y no tir'; los segmentos superiores a la palabra: 'Ese yo me parece que es un anacoluto que, pese a su agramaticalidad, tiene una función pragmática'; unidades de otras lenguas: 'Creo que no eres capaz de hablar en italiano sin emplear en cada frase mah, beh, boh o neh'; e incluso trozos del lenguaje de ninguna lengua histórica: 'Ahora todos los jóvenes dicen grijander, fistro y peich para imitar a Chiquito'.
Como expliqué en un trabajo anterior, complementario de este (Loureda, 2006), las unidades usadas metalingüísticamente son unidades usadas en el discurso (todo hecho del lenguaje puede ser 'usado'); formas meras y concretas: hechos físicos, sustancia; signos-símbolo versus signos (= palabra significativa versus mera palabra); no son significativas ('no tienen sinonimia ni traducción', Rey-Debove, 1997; Ulrico, 1997); no designan; 'están' en el hablar (= entes); y como tales formas no pertenecen a categoría verbal alguna, es decir, que en sentido estricto no son sustantivos, sino unidades con 'sustantividad' (= formas con existencia real, independencia e individualidad).
Un problema distinto -que solo puedo considerar muy rápidamente- es el de la distinción entre unidades usadas metalingüísticamente y unidades del lenguaje primario. Cabe plantear aquí la existencia de un continuo, que va desde unidades 'objetivadas' completamente (por ejemplo: 'Veo' viene de 'video') a unidades no metalingüísticas ('Te veo'), pasando por un centro en el que unidades y procedimientos del discurso, como evidenciales u operaciones de reformulación, a través de la proyección sintagmática precisan de la toma de conciencia 'objetiva' o 'reflexiva' de algún tramo del discurso, como se ve en la Figura 2:
Respuesta:
Tipología del metalenguaje: El metalenguaje del nivel universal
Existe, en primer lugar, un metalenguaje universal, propio del lenguaje mismo, no de las lenguas o del discurso. El uso metalingüístico del lenguaje primario, en efecto, es una propiedad universal del lenguaje en general y en sí no puede vincularse a las lenguas históricas8, aunque es cierto que su funcionamiento puede estar (y de hecho normalmente lo está) en parte determinado por la gramática de las lenguas; y no se trata de una posibilidad universal del lenguaje porque se haya comprobado su existencia en todas las lenguas (= porque se haya deducido de las lenguas y se haya generalizado), sino porque se constituye racional y necesariamente como propiedad previa a todo modo histórico de hablar. En tanto que posibilidad universal, se asienta sobre la 'no inefabilidad'. Y como mediante el lenguaje puede hablarse de todo, entonces cualquier elemento del lenguaje primario (= como 'cosa' o como parte de la realidad) puede convertirse ('reflexivamente', se dice a menudo9) en objeto del decir. Se trata, en suma, de una especie de mise en abyme como posibilidad del lenguaje como tal, según se muestra en la Figura 1, adaptando el esquema de Bühler (1967):
Figura 1. El signo según Karl Bühler.
La capacidad del lenguaje para hablar de sí mismo en el discurso (por ejemplo, 'En lugar de tienes que hacer podrías haber dicho deberías hacer y no hubieras parecido tan brusca o en 'Sócrates es un nombre') provoca que, a la hora de convertir algo en objeto de una predicación, se distinga entre lo lingüístico y lo no lingüístico. Hay, por una parte, un modo de hablar en el cual el lenguaje primario tiene el mundo no lingüístico por objeto (por ejemplo, en 'Juan no es muy amable') y hay, por otra parte, un modo de hablar que solamente habla del lenguaje primario. Quiere decirse, siguiendo una vieja idea de Coseriu, que la llamada por Jakobson 'función metalingüística' del lenguaje no es más que un caso especial de la función que Bühler denomina 'objetiva' (= designativa), de lo que en la terminología de Jakobson se llama función 'referencial'10. En el fondo, se trata de la recuperación del deslinde efectuado por la lógica medieval a través de la doctrina de las suppositiones.
En un texto como 'Pronunció un hasta pronto que sonó a despedida definitiva' hay, al menos, dos aspectos de lo metalingüístico reseñables: por una parte, la predicación, es decir, el hablar de un objeto de la realidad que se presenta como hecho lingüístico; y, por otra, la unidad misma sobre la que se dice algo, es decir, el segmento de lenguaje 'autónimo' o 'mencionado' o 'usado metalingüísticamente'. Esta propiedad de referirse a un signo que a la vez que signo es una parte de la realidad misma, es una propiedad universal, aunque puede estar en parte determinado por la gramática de las lenguas11, comprobable en el discurso; y puede referirse a cualquier trozo de lenguaje (= es universal en su extensión), como palabras 'Veremos es primera persona del plural/Eso de veremos suena mal'; morfemas: 'El sufijo -ble genera adjetivos deverbales'; sílabas: 'La m con la a, ma; la m con la e, me...; la mera agrupación de letras: 'Al escribir has puesto uir y no tir'; los segmentos superiores a la palabra: 'Ese yo me parece que es un anacoluto que, pese a su agramaticalidad, tiene una función pragmática'; unidades de otras lenguas: 'Creo que no eres capaz de hablar en italiano sin emplear en cada frase mah, beh, boh o neh'; e incluso trozos del lenguaje de ninguna lengua histórica: 'Ahora todos los jóvenes dicen grijander, fistro y peich para imitar a Chiquito'.
Como expliqué en un trabajo anterior, complementario de este (Loureda, 2006), las unidades usadas metalingüísticamente son unidades usadas en el discurso (todo hecho del lenguaje puede ser 'usado'); formas meras y concretas: hechos físicos, sustancia; signos-símbolo versus signos (= palabra significativa versus mera palabra); no son significativas ('no tienen sinonimia ni traducción', Rey-Debove, 1997; Ulrico, 1997); no designan; 'están' en el hablar (= entes); y como tales formas no pertenecen a categoría verbal alguna, es decir, que en sentido estricto no son sustantivos, sino unidades con 'sustantividad' (= formas con existencia real, independencia e individualidad).
Un problema distinto -que solo puedo considerar muy rápidamente- es el de la distinción entre unidades usadas metalingüísticamente y unidades del lenguaje primario. Cabe plantear aquí la existencia de un continuo, que va desde unidades 'objetivadas' completamente (por ejemplo: 'Veo' viene de 'video') a unidades no metalingüísticas ('Te veo'), pasando por un centro en el que unidades y procedimientos del discurso, como evidenciales u operaciones de reformulación, a través de la proyección sintagmática precisan de la toma de conciencia 'objetiva' o 'reflexiva' de algún tramo del discurso, como se ve en la Figura 2: