El cuento Los Merengues del Julio Ramón Ribeyro se centra en el personaje de Perico, un niño que anhelaba comerse unos merengues de una pastelería. En aquella pastelería veía a personas de alto estatus social y muchos niños que se deleitaban comiendo. Como Perico siempre iba a esa pastelería ya el encargado lo reconocía y lo votaba.
En una oportunidad, la hija del pastelero le regaló un pan de yema que estaba muy duro pero no se lo entrego en sus manos sino que se lo lanzo para que lo atajara como un perro. El pobre Perico hizo un gran esfuerzo por atraparlo, pero fue en vano, el pan cayó al piso.
Pero la situación iba a cambiar, Perico no se iba a quedar con solo mirar a otros comer los tan deseados merengues, él iba a comprarlos. Para ello robo sigilosamente a su madre 20 soles y se fue decidido a la pastelería. Llegando a la pastelería vio una larga cola pero como no resistía más por probar los ricos merengues, empezó a empujar. Ahora no tenía vergüenza, puesto que el empuñaba un dinero y esto le hacía sentir cierta autoridad y le daba derecho a codearse con los hombres adinerados. El trabajador lo quiso sacar. Perico lejos de intimidarse y de salir corriendo como antes, con voz de autoridad y triunfo dijo ¡Veinte soles de merengues! pero este no le hizo caso. Perico no contento con esto insistió nuevamente ¡Veinte soles de merengues!. El empleado que no era paciente lo tomo de las orejas y le dice "a ver muéstrame la plata". Perico con orgullo lanza las monedas sobre el mostrador. El empleado asombrado, le respondió quieres que te de todo esto en merengues, Perico respondió sí. El empleado le dijo que tantos merengues le causaría un empacho, lo ignoró y siguió atendiendo a los demás.
Perico cansado de insistir y reconocer que no lo atenderían, recogió sus monedas y con mucha rabia y tristeza se fue de la pastelería. Camino y camino y de pronto ya estaba en lo alto del acantilado, contemplo la playa. Comenzó a botar las monedas de una en una, haciéndoles tintinear sobre las rocas. Pensó que cuando fuera grande se vengaría cortando la cabeza de esos hombres gordos y de los trabajadores de la pastelería.
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Explicación:
El cuento Los Merengues del Julio Ramón Ribeyro se centra en el personaje de Perico, un niño que anhelaba comerse unos merengues de una pastelería. En aquella pastelería veía a personas de alto estatus social y muchos niños que se deleitaban comiendo. Como Perico siempre iba a esa pastelería ya el encargado lo reconocía y lo votaba.
En una oportunidad, la hija del pastelero le regaló un pan de yema que estaba muy duro pero no se lo entrego en sus manos sino que se lo lanzo para que lo atajara como un perro. El pobre Perico hizo un gran esfuerzo por atraparlo, pero fue en vano, el pan cayó al piso.
Pero la situación iba a cambiar, Perico no se iba a quedar con solo mirar a otros comer los tan deseados merengues, él iba a comprarlos. Para ello robo sigilosamente a su madre 20 soles y se fue decidido a la pastelería. Llegando a la pastelería vio una larga cola pero como no resistía más por probar los ricos merengues, empezó a empujar. Ahora no tenía vergüenza, puesto que el empuñaba un dinero y esto le hacía sentir cierta autoridad y le daba derecho a codearse con los hombres adinerados. El trabajador lo quiso sacar. Perico lejos de intimidarse y de salir corriendo como antes, con voz de autoridad y triunfo dijo ¡Veinte soles de merengues! pero este no le hizo caso. Perico no contento con esto insistió nuevamente ¡Veinte soles de merengues!. El empleado que no era paciente lo tomo de las orejas y le dice "a ver muéstrame la plata". Perico con orgullo lanza las monedas sobre el mostrador. El empleado asombrado, le respondió quieres que te de todo esto en merengues, Perico respondió sí. El empleado le dijo que tantos merengues le causaría un empacho, lo ignoró y siguió atendiendo a los demás.
Perico cansado de insistir y reconocer que no lo atenderían, recogió sus monedas y con mucha rabia y tristeza se fue de la pastelería. Camino y camino y de pronto ya estaba en lo alto del acantilado, contemplo la playa. Comenzó a botar las monedas de una en una, haciéndoles tintinear sobre las rocas. Pensó que cuando fuera grande se vengaría cortando la cabeza de esos hombres gordos y de los trabajadores de la pastelería.