Desde la época del colegio repetimos casi como un mantra eso de que “el agua es incolora, inodora e insípida”. Pero seguro que con solo beber un vaso de agua te atreves a negar rotundamente esa afirmación. ¿Qué es lo que ocurre? Pues que ambas cosas son ciertas. El agua como elemento sí que se ajusta a esa descripción, pero las aguas que consumimos tiene diferentes características que se pueden percibir por los sentidos. Te invitamos a que te sumerjas con nosotros en una cata de aguas.
Vista, gusto y olfato. Como si de un vino se tratase, todos los sentidos son sensibles a las características del agua que consumimos. El olor, el sabor y la apariencia son los principales rasgos que se analizan cuando catamos un agua, porque el agua también se cata.
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Pero antes de meterse de lleno en las particularidades de cada agua, es importante conocer los diferentes tipos que nos podemos encontrar. Una primera clasificación establece tres grandes grupos de aguas. Por un lado encontramos el agua mineral que brota de forma natural, por otro el agua de manantial con menor cantidad de minerales y por último el agua potable, es decir, agua de cualquier procedencia tratada adecuadamente para ser consumida por los humanos.
Paralelamente, atendiendo al tipo y cantidad de minerales que contiene cada agua se establece otra clasificación: aguas de mineralización débil, fuerte, con alto contenido de bicarbonato, sulfatos, calcio, sodio...
Cómo prepararse para una cata de aguas
Como en todo, en las catas de aguas cada maestrillo también tiene su librillo. Posiblemente si hablas con diferentes sumillers -sí, existen profesionales que se dedican a la cata de aguas- te aportarán sus claves particulares. Nosotros, por nuestra parte, hemos recopilado algunas indicaciones genéricas que pueden ser de utilidad para comenzar en esto.
Cata de agua
Primero deberás organizar las aguas por tipos: minerales, naturales o gasificadas. La habitación en la que se realice la cata debe estar a una temperatura media de entre 20ºC y 22ºC con una humedad de entre el 60% y 70%. Se recomienda utilizar copas sin rebordes para que sea más fácil oler y degustar el agua. La iluminación también juega un papel importante y se recomienda utilizar una luz blanca. La temperatura del agua debe oscilar entre los 11ºC y 13ºC en el caso del agua natural y entre 8ºC y 10ºC para el agua con gas.
Fases de la cata de aguas
Una vez que todo está listo para la cata toca ponerse manos a la obra. El origen del agua influirá directamente en las características que podamos percibir, así que infórmate de los diferentes tipos de agua que vas a probar.
En un primer momento se analiza el aspecto del agua, es decir, los residuos que presenta, su brillo y transparencia. Una vez que la vista ha hecho su trabajo, llega el turno del olfato. En esta fase de la cata debes colocar la copa con agua debajo de la nariz e inhalar profundamente. Podrás encontrar notas minerales, de tierra, hierba fresca o incluso frutales. Todo vendrá determinado, como venimos reiterando, por el origen del agua, pero también por su conservación, entre otros factores.
Una vez concluidas las dos primeras fases toca confirmar que el agua no es insípida. Precisamente, las aguas más puras son las que resultan menos agradables. Al catar el agua tu paladar puede encontrar un gusto dulce y sabroso o amargo, un sabor relacionado con procedencia de arcillas férricas. El agua también puede mostrar un sabor salado o ácido, este último más propio de las aguas con gas. Los cloruros dan sabor más salado, el magnesio amargo y el aluminio terroso. El agua “agradable” es aquella con sabor placentero, equilibrada y sin defectos. Para percibir todos estos matices el agua debe permanecer en la boca al menos unos cinco segundos.
Retomando los paralelismos con el vino, cada comida requiere de un agua. En esto de los maridajes la norma indica que a comidas más ligeras aguas más ligeras y con comidas más elaboradas aguas con sabores más intensos. Pero lo importante es que disfrutes de la combinación.
Ahora toca practicar. La próxima vez que pruebes un agua anímate a identificar algunas de las características que te hemos comentado, aunque no te encuentres en las condiciones óptimas de una cata. Y también podrás explicarle a otros aquello de que el agua no es siempre inodora, incolora e insípida.
Respuesta:
esto te ayudaraaa muchooo
Desde la época del colegio repetimos casi como un mantra eso de que “el agua es incolora, inodora e insípida”. Pero seguro que con solo beber un vaso de agua te atreves a negar rotundamente esa afirmación. ¿Qué es lo que ocurre? Pues que ambas cosas son ciertas. El agua como elemento sí que se ajusta a esa descripción, pero las aguas que consumimos tiene diferentes características que se pueden percibir por los sentidos. Te invitamos a que te sumerjas con nosotros en una cata de aguas.
Vista, gusto y olfato. Como si de un vino se tratase, todos los sentidos son sensibles a las características del agua que consumimos. El olor, el sabor y la apariencia son los principales rasgos que se analizan cuando catamos un agua, porque el agua también se cata.
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Paralelamente, atendiendo al tipo y cantidad de minerales que contiene cada agua se establece otra clasificación: aguas de mineralización débil, fuerte, con alto contenido de bicarbonato, sulfatos, calcio, sodio...
Cómo prepararse para una cata de aguas
Como en todo, en las catas de aguas cada maestrillo también tiene su librillo. Posiblemente si hablas con diferentes sumillers -sí, existen profesionales que se dedican a la cata de aguas- te aportarán sus claves particulares. Nosotros, por nuestra parte, hemos recopilado algunas indicaciones genéricas que pueden ser de utilidad para comenzar en esto.
Cata de agua
Primero deberás organizar las aguas por tipos: minerales, naturales o gasificadas. La habitación en la que se realice la cata debe estar a una temperatura media de entre 20ºC y 22ºC con una humedad de entre el 60% y 70%. Se recomienda utilizar copas sin rebordes para que sea más fácil oler y degustar el agua. La iluminación también juega un papel importante y se recomienda utilizar una luz blanca. La temperatura del agua debe oscilar entre los 11ºC y 13ºC en el caso del agua natural y entre 8ºC y 10ºC para el agua con gas.
Fases de la cata de aguas
Una vez que todo está listo para la cata toca ponerse manos a la obra. El origen del agua influirá directamente en las características que podamos percibir, así que infórmate de los diferentes tipos de agua que vas a probar.
En un primer momento se analiza el aspecto del agua, es decir, los residuos que presenta, su brillo y transparencia. Una vez que la vista ha hecho su trabajo, llega el turno del olfato. En esta fase de la cata debes colocar la copa con agua debajo de la nariz e inhalar profundamente. Podrás encontrar notas minerales, de tierra, hierba fresca o incluso frutales. Todo vendrá determinado, como venimos reiterando, por el origen del agua, pero también por su conservación, entre otros factores.
Una vez concluidas las dos primeras fases toca confirmar que el agua no es insípida. Precisamente, las aguas más puras son las que resultan menos agradables. Al catar el agua tu paladar puede encontrar un gusto dulce y sabroso o amargo, un sabor relacionado con procedencia de arcillas férricas. El agua también puede mostrar un sabor salado o ácido, este último más propio de las aguas con gas. Los cloruros dan sabor más salado, el magnesio amargo y el aluminio terroso. El agua “agradable” es aquella con sabor placentero, equilibrada y sin defectos. Para percibir todos estos matices el agua debe permanecer en la boca al menos unos cinco segundos.
Retomando los paralelismos con el vino, cada comida requiere de un agua. En esto de los maridajes la norma indica que a comidas más ligeras aguas más ligeras y con comidas más elaboradas aguas con sabores más intensos. Pero lo importante es que disfrutes de la combinación.
Ahora toca practicar. La próxima vez que pruebes un agua anímate a identificar algunas de las características que te hemos comentado, aunque no te encuentres en las condiciones óptimas de una cata. Y también podrás explicarle a otros aquello de que el agua no es siempre inodora, incolora e insípida.