En 1937, el economista John Maynard Keynes advertía sobre desagradables efectos secundarios durante una conferencia denominada “Algunas consecuencias económicas del declive de la población”.
Su preocupación llegó un par de generaciones antes, ya que en ese momento los nacimientos aumentaron durante el “baby boom”, o explosión de natalidad de la posguerra.
Sin embargo, la población ya está bajando y en un futuro, las poblaciones reflejarán una caída verdaderamente notable.
En 1970 la población mundial crecía a un ritmo del 2%, porcentaje que actualmente ha caído hasta el 1.2%. Y la ONU proyecta nuevos descensos en los próximos años, hasta caer al 0.9% dentro de diez años.
En los países ricos, las tasas de fertilidad se han mantenido por debajo de los niveles de reemplazo de 2.1 hijos por mujer durante décadas. En otros países, como Corea del Sur, dicha tasa bajó a sólo 0.98 el año pasado.
En este marco, especialistas ven algunas de consecuencias económicas de este fenómeno. La primera es que menos personas producen menos cosas, provocando un crecimiento económico más lento. Este hecho podría ir de la mano con un crecimiento en el desempleo.
Además, en lugares con baja oferta de vivienda, la caída de las tasas de interés provoca que las casas tengan precios altos, lo que ejerce aún más presión sobre las finanzas de las personas.
La baja fertilidad va de la mano con el envejecimiento de las personas y el aumento de la carga fiscal para el pago de pensiones y la atención de la salud. Sin embargo, el descenso de la población podría traer consigo algunas ventajas para el ambiente y la calidad de vida de las personas, más allá de la economía.
Explicación:
En 1937, el economista John Maynard Keynes advertía sobre desagradables efectos secundarios durante una conferencia denominada “Algunas consecuencias económicas del declive de la población”.
Su preocupación llegó un par de generaciones antes, ya que en ese momento los nacimientos aumentaron durante el “baby boom”, o explosión de natalidad de la posguerra.
Sin embargo, la población ya está bajando y en un futuro, las poblaciones reflejarán una caída verdaderamente notable.
En 1970 la población mundial crecía a un ritmo del 2%, porcentaje que actualmente ha caído hasta el 1.2%. Y la ONU proyecta nuevos descensos en los próximos años, hasta caer al 0.9% dentro de diez años.
En los países ricos, las tasas de fertilidad se han mantenido por debajo de los niveles de reemplazo de 2.1 hijos por mujer durante décadas. En otros países, como Corea del Sur, dicha tasa bajó a sólo 0.98 el año pasado.
En este marco, especialistas ven algunas de consecuencias económicas de este fenómeno. La primera es que menos personas producen menos cosas, provocando un crecimiento económico más lento. Este hecho podría ir de la mano con un crecimiento en el desempleo.
Además, en lugares con baja oferta de vivienda, la caída de las tasas de interés provoca que las casas tengan precios altos, lo que ejerce aún más presión sobre las finanzas de las personas.
La baja fertilidad va de la mano con el envejecimiento de las personas y el aumento de la carga fiscal para el pago de pensiones y la atención de la salud. Sin embargo, el descenso de la población podría traer consigo algunas ventajas para el ambiente y la calidad de vida de las personas, más allá de la economía.
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