Para 1816 los caminos eran sólo pequeñas huellas perdidas, que los vientos y las lluvias borraban a su antojo. Sólo unos pocos baquianos conocían de memoria los senderos, ubicando surgentes de aguas y orientándose únicamente, con el sol y las estrellas.
Los viajes eran jornadas extenuantes por caminos inexistentes, polvorientos en verano, lodazales en tiempos de lluvias y vientos helados en invierno. Además los viajeros estaban expuestos a los ataques de los malones indios.
Para asegurar la comunicación entre las distintas regiones de los dominios españoles en Sudamérica, se crearon los “servicios públicos fijos” de transporte de correspondencia entre el Río de la Plata, Perú y Chile. Fueron organizados a partir de 1748 por el Correo mayor de Indias que tenía su sede en Lima. Los correos eran chasquis de a caballo y en los caminos había postas para que se pudiera mudar al animal y recibir los servicios mínimos.
Veinte años después de su creación, estos correos terrestres fueron reorganizados, ampliados y puestos a cargo de un oficial de Real Hacienda. La idea era que pudieran llegar antes de que zarparan los correos marítimos que comunicaban con Europa. La coordinación entre ambos fue difícil de establecer. Había demoras en los correos terrestres por lo que se buscó evaluar el funcionamiento a través del trabajo de Comisionados Visitadores de Correos, quienes tenían como misión crear nuevas postas, establecer las tarifas y designar el personal necesario.
Las postas eran lugares de recambio de caballos en los caminos, dispuestas a una distancia de dos o tres leguas entre una y otra, para que una vez mudado los tiros, los correos y los viajeros pudieran completar su viaje.
En lo que actualmente es el territorio de la República Argentina, las primeras postas fueron establecidas por el Visitador de Correos y Postas, Don Alonso Carrió de la Vandera quien, a partir de 1771, estableció postas en el trayecto entre Buenos Aires y Cuzco.
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Para 1816 los caminos eran sólo pequeñas huellas perdidas, que los vientos y las lluvias borraban a su antojo. Sólo unos pocos baquianos conocían de memoria los senderos, ubicando surgentes de aguas y orientándose únicamente, con el sol y las estrellas.
Los viajes eran jornadas extenuantes por caminos inexistentes, polvorientos en verano, lodazales en tiempos de lluvias y vientos helados en invierno. Además los viajeros estaban expuestos a los ataques de los malones indios.
Para asegurar la comunicación entre las distintas regiones de los dominios españoles en Sudamérica, se crearon los “servicios públicos fijos” de transporte de correspondencia entre el Río de la Plata, Perú y Chile. Fueron organizados a partir de 1748 por el Correo mayor de Indias que tenía su sede en Lima. Los correos eran chasquis de a caballo y en los caminos había postas para que se pudiera mudar al animal y recibir los servicios mínimos.
Veinte años después de su creación, estos correos terrestres fueron reorganizados, ampliados y puestos a cargo de un oficial de Real Hacienda. La idea era que pudieran llegar antes de que zarparan los correos marítimos que comunicaban con Europa. La coordinación entre ambos fue difícil de establecer. Había demoras en los correos terrestres por lo que se buscó evaluar el funcionamiento a través del trabajo de Comisionados Visitadores de Correos, quienes tenían como misión crear nuevas postas, establecer las tarifas y designar el personal necesario.
Las postas eran lugares de recambio de caballos en los caminos, dispuestas a una distancia de dos o tres leguas entre una y otra, para que una vez mudado los tiros, los correos y los viajeros pudieran completar su viaje.
En lo que actualmente es el territorio de la República Argentina, las primeras postas fueron establecidas por el Visitador de Correos y Postas, Don Alonso Carrió de la Vandera quien, a partir de 1771, estableció postas en el trayecto entre Buenos Aires y Cuzco.