ACTIVIDAD AHORA IDENTIFICAREMOS CON DOS (2) EJEMPLOS LOS ELEMENTOS NARRATIVOS EN EL CUENTO “EL SUEÑO DEL PONGO” TIPOS DE PERSONAJES PERSONAJE PROTAGONISTA:
TIPOS DE TEMPORALIZACIÓN EN EL CUENTO TIEMPO EXTERNO: .................................................................................................................................................................................................................................................................................................................. .................................................................................................................................................................................................................................................................................................................. TIEMPO INTERNO: .................................................................................................................................................................................................................................................................................................................. ..................................................................................................................................................................................................................................................................................................................
CITA TEXTUAL .................................................................................................................................................................................................................................................................................................................. ..................................................................................................................................................................................................................................................................................................................
ACTIVIDAD 1) Detalla cómo se inicia el cuento ……………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………
2) ¿Cómo llegó el hombrecito a la casa hacienda y cómo era su actitud frente a su amo? ……………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………
3) Redacta la idea principal y 5 ideas secundarias.
5) En la sociedad, ¿Consideras que las personas de bajos recursos económicos deben ser despreciada? ………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………
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El hombrecito no hablaba con nadie; trabajaba callado; comía en silencio. Todo cuanto le ordenaban, cumplía. «Sí, papacito; sí, mamacita», era cuanto solía decir.
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Quizás a causa de tener una cierta expresión de espanto, por su ropa tan haraposa y acaso, también, porque no quería hablar, el patrón sintió un especial desprecio por el hombrecito. Al anochecer, cuando los siervos se reunían para rezar la avemaría, en el corredor de la casa-hacienda, a esa hora, el patrón martirizaba siempre al pongo delante de toda la servidumbre; lo sacudía como a un trozo de pellejo.
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Lo empujaba de la cabeza y lo obligaba a que se arrodillara y, así, cuando ya estaba hincado, le daba golpes suaves en la cara. —Creo que eres perro. ¡Ladra! —le decía. El hombrecito no podía ladrar. —Ponte en cuatro patas —le ordenaba entonces. El pongo obedecía, y daba unos pasos en cuatro pies.
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—Trota de costado, como perro —seguía ordenándole el hacendado. El hombrecito sabía correr imitando a los perros pequeños de la puna. El patrón reía de muy buena gana; la risa le sacudía el cuerpo. —¡Regresa! —le gritaba cuando el sirviente alcanzaba trotando el extremo del gran corredor. El pongo volvía, de costadito. Llegaba fatigado.
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Algunos de sus semejantes, siervos, rezaban mientras tanto el avemaría, despacio, como viento interior en el corazón. —¡Alza las orejas ahora, vizcacha! ¡Vizcacha eres! —mandaba el señor al cansado hombrecito—. Siéntate en dos patas; empalma las manos.
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Como si en el vientre de su madre hubiera sufrido la influencia modulante de alguna vizcacha, el pongo imitaba exactamente la figura de uno de estos animalitos, cuando permanecen quietos, como orando sobre las rocas. Pero no podía alzar las orejas.
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Golpeándolo con la bota, sin patearlo fuerte, el patrón derribaba al hombrecito sobre el piso de ladrillo del corredor. —Recemos el padrenuestro —decía luego el patrón a sus indios, que esperaban en fila. El pongo se levantaba a pocos, y no podía rezar porque no estaba en el lugar que le correspondía ni ese lugar correspondía a nadie.
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En el oscurecer, los siervos bajaban del corredor al patio y se dirigían al caserío de la hacienda. —¡Vete, pancita! —solía ordenar, después, el patrón al pongo.
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Y así, todos los días, el patrón hacía revolcarse a su nuevo pongo, delante de la servidumbre. Lo obligaba a reírse, a fingir llanto. Lo entregó a la mofa de sus iguales, los colonos[1]. Pero…, una tarde, a la hora del avemaría, cuando el corredor estaba colmado de toda la gente de la hacienda, cuando el patrón empezó a mirar al pongo con sus densos ojos, ése, ese hombrecito, habló muy claramente. Su rostro seguía como un poco espantado.
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—Gran señor, dame tu licencia; padrecito mío, quiero hablarte —dijo. El patrón no oyó lo que oía. —¿Qué? ¿Tú eres quien ha hablado u otro? —preguntó. —Tu licencia, padrecito, para hablarte. Es a ti a quien quiero hablarte —repitió el pongo. —Habla… si puedes —contestó el hacendado. —Padre mío, señor mío, corazón mío —empezó a hablar el hombrecito—. Soñé anoche que habíamos muerto los dos juntos; juntos habíamos muerto.
Respuesta:
Cual es el cuento y te ayudo
—Creo que eres perro. ¡Ladra! —le decía.
El hombrecito no podía ladrar.
—Ponte en cuatro patas —le ordenaba entonces.
El pongo obedecía, y daba unos pasos en cuatro pies.
El hombrecito sabía correr imitando a los perros pequeños de la puna.
El patrón reía de muy buena gana; la risa le sacudía el cuerpo.
—¡Regresa! —le gritaba cuando el sirviente alcanzaba trotando el extremo del gran corredor.
El pongo volvía, de costadito. Llegaba fatigado.
—¡Alza las orejas ahora, vizcacha! ¡Vizcacha eres! —mandaba el señor al cansado hombrecito—. Siéntate en dos patas; empalma las manos.
—Recemos el padrenuestro —decía luego el patrón a sus indios, que esperaban en fila.
El pongo se levantaba a pocos, y no podía rezar porque no estaba en el lugar que le correspondía ni ese lugar correspondía a nadie.
—¡Vete, pancita! —solía ordenar, después, el patrón al pongo.
Pero…, una tarde, a la hora del avemaría, cuando el corredor estaba colmado de toda la gente de la hacienda, cuando el patrón empezó a mirar al pongo con sus densos ojos, ése, ese hombrecito, habló muy claramente. Su rostro seguía como un poco espantado.
El patrón no oyó lo que oía.
—¿Qué? ¿Tú eres quien ha hablado u otro? —preguntó.
—Tu licencia, padrecito, para hablarte. Es a ti a quien quiero hablarte —repitió el pongo.
—Habla… si puedes —contestó el hacendado.
—Padre mío, señor mío, corazón mío —empezó a hablar el hombrecito—. Soñé anoche que habíamos muerto los dos juntos; juntos habíamos muerto.