A escasos 15 kilómetros de la ciudad de Guatemala permanece imperturbable el pueblo de Chinautla. Para llegar, cuenta con una carretera que han arreglado recientemente y está pavimentada hasta la entrada de la localidad.
Veinte minutos a través de un paraje verde y montañoso, por la carretera departamental 4, te situarán ante la plaza central de Chinautla. Este centro urbano no es reconocido por edificaciones y servicios, únicamente la gigantesca ceiba es la clave para marcar el punto de reunión.
Ya te encuentras en Chinautla Vieja, la cual tienes que diferenciar de la Nueva Chinautla, que se situó más allá de este valle. La Vieja se halla en una zona considerada de alto riesgo y, tras el terremoto de 1976, muchos habitantes la abandonaron en busca de un asentamiento más seguro. Sin embargo, como el amor a la tierra es mayor que el miedo a temblores y deslaves, hubo quienes hicieron caso omiso a las advertencias.
El niño de Atocha
Uno de los sitios más queridos del lugar era la antigua iglesia del pueblo, se trataba de un edificio cuya última reconstrucción data de 1925. Tras el seísmo del 76, sólo quedaron en pie un campanario y el testero de estilo neogótico. Estos pocos restos permanecen como parte de la naturaleza, para integrarse en su belleza, creadora de vida, pero también para recordar su fuerza destructora.
Frente a los vestigios, la nueva iglesia mantiene cierta semejanza con la estructura original, pero con sencillez en formas y materiales, únicamente el altar mayor muestra cierta ostentación y originalidad, porque contiene el más preciado tesoro de la comunidad. Se trata de la pequeña figura del niño Jesús, que según la tradición fue milagrosamente encontrado en un pozo de agua cercano al pueblo.
Casualmente, esta figura del Niño de Atocha coincide bastante con otra imagen del Niño a la que se le guarda culto en el cercano Lago de Amatitlán. Aunque las explicaciones sobre esta coincidencia son diversas, lo importante es que, según el padre Fabio, encargado de la parroquia, uno de los principales motivos para que la gente permanezca en Chinautla Vieja es su devoción por esta pequeña imagen del Niño.
Señales del pasado
Una devoción de esta gente por una tierra que, además de ser constantemente castigada por causas naturales, sufre las consecuencias devastadoras de la acción humana. Como ocurre en el río Chinautla, que antes era lugar de baños para refrescarse, y ahora es caudal para las aguas negras que recibe al pasar por la capital.
De este modo, las personas del lugar parecen sufrir un conjuro, debido a la impotencia ante el vertido de residuos capitalinos, a lo que responden con la diseminación de sus propios deshechos en cualquier lugar. Así es que, cuando te adentres a conocer el conjunto de casas que forma el poblado, comprobarás que a lo largo del camino cientos de luminosos envoltorios de comestibles adornan el sendero. La sensación de dejadez sólo se disimula por el imparable crecimiento de vegetación, que se da tanto en forma de árboles, de limón o mango, como de bananos o bambú, o de vistosas plantas florales aromáticas.
Para conocer el trabajo de la artesanía en barro, deberás preguntar en las casas del lugar, ya que en la mayoría de ellas se dedican a la elaboración de cerámica o te dirán dónde lo hacen. Por lo general, son las mujeres las que se hacen la tarea de la elaboración de figuras en barro, mientras los hombres laboran en la construcción o como obreros en la ciudad.
Con el material conseguido en un yacimiento de arcilla cercano a la localidad, estas artesanas elaboran las figuras tal como aprendieron de sus madres quienes, a su vez, lo heredaron de las suyas, generación tras generación. Por lo tanto, algunas de las técnicas que continúan utilizándose en Chinautla se remontan a tiempos prehispánicos.
Tal es el caso de la elaboración de las vasijas hechas sin torno, que las manos artesanas van levantando poco a poco por medio de la unión de tiras de barro. Esta técnica requiere de precisión y la artesana tiene que dominar tanto el modelaje de las figuras, como la tersura del acabado final. La experiencia que supone ver el trabajo de estas mujeres es fantástica, ya que no sólo es conocer técnicas tradicionales casi desaparecidas, sino que te acercan al modo pausado y contemplativo que tienen ante la vida.
Al finalizar, quedarán listas para ser expuestas al fuego en un horno improvisado en medio del patio de la casa. Sólo algunos hogares cuentan con su propio horno de ladrillos y adobe. Tras el proceso de pintado, las piezas ya están listas para su venta y, en Chinautla, hay casas que se dedican a la comercialización a precios bajos. Eso sí, mucho cuidado con estas piezas ya que como el pueblo de donde provienen son frágiles.
A escasos 15 kilómetros de la ciudad de Guatemala permanece imperturbable el pueblo de Chinautla. Para llegar, cuenta con una carretera que han arreglado recientemente y está pavimentada hasta la entrada de la localidad.
Veinte minutos a través de un paraje verde y montañoso, por la carretera departamental 4, te situarán ante la plaza central de Chinautla. Este centro urbano no es reconocido por edificaciones y servicios, únicamente la gigantesca ceiba es la clave para marcar el punto de reunión.
El niño de AtochaYa te encuentras en Chinautla Vieja, la cual tienes que diferenciar de la Nueva Chinautla, que se situó más allá de este valle. La Vieja se halla en una zona considerada de alto riesgo y, tras el terremoto de 1976, muchos habitantes la abandonaron en busca de un asentamiento más seguro. Sin embargo, como el amor a la tierra es mayor que el miedo a temblores y deslaves, hubo quienes hicieron caso omiso a las advertencias.
Uno de los sitios más queridos del lugar era la antigua iglesia del pueblo, se trataba de un edificio cuya última reconstrucción data de 1925. Tras el seísmo del 76, sólo quedaron en pie un campanario y el testero de estilo neogótico. Estos pocos restos permanecen como parte de la naturaleza, para integrarse en su belleza, creadora de vida, pero también para recordar su fuerza destructora.
Frente a los vestigios, la nueva iglesia mantiene cierta semejanza con la estructura original, pero con sencillez en formas y materiales, únicamente el altar mayor muestra cierta ostentación y originalidad, porque contiene el más preciado tesoro de la comunidad. Se trata de la pequeña figura del niño Jesús, que según la tradición fue milagrosamente encontrado en un pozo de agua cercano al pueblo.
Casualmente, esta figura del Niño de Atocha coincide bastante con otra imagen del Niño a la que se le guarda culto en el cercano Lago de Amatitlán. Aunque las explicaciones sobre esta coincidencia son diversas, lo importante es que, según el padre Fabio, encargado de la parroquia, uno de los principales motivos para que la gente permanezca en Chinautla Vieja es su devoción por esta pequeña imagen del Niño.
Señales del pasado
Una devoción de esta gente por una tierra que, además de ser constantemente castigada por causas naturales, sufre las consecuencias devastadoras de la acción humana. Como ocurre en el río Chinautla, que antes era lugar de baños para refrescarse, y ahora es caudal para las aguas negras que recibe al pasar por la capital.
De este modo, las personas del lugar parecen sufrir un conjuro, debido a la impotencia ante el vertido de residuos capitalinos, a lo que responden con la diseminación de sus propios deshechos en cualquier lugar. Así es que, cuando te adentres a conocer el conjunto de casas que forma el poblado, comprobarás que a lo largo del camino cientos de luminosos envoltorios de comestibles adornan el sendero. La sensación de dejadez sólo se disimula por el imparable crecimiento de vegetación, que se da tanto en forma de árboles, de limón o mango, como de bananos o bambú, o de vistosas plantas florales aromáticas.
Para conocer el trabajo de la artesanía en barro, deberás preguntar en las casas del lugar, ya que en la mayoría de ellas se dedican a la elaboración de cerámica o te dirán dónde lo hacen. Por lo general, son las mujeres las que se hacen la tarea de la elaboración de figuras en barro, mientras los hombres laboran en la construcción o como obreros en la ciudad.
Con el material conseguido en un yacimiento de arcilla cercano a la localidad, estas artesanas elaboran las figuras tal como aprendieron de sus madres quienes, a su vez, lo heredaron de las suyas, generación tras generación. Por lo tanto, algunas de las técnicas que continúan utilizándose en Chinautla se remontan a tiempos prehispánicos.
Tal es el caso de la elaboración de las vasijas hechas sin torno, que las manos artesanas van levantando poco a poco por medio de la unión de tiras de barro. Esta técnica requiere de precisión y la artesana tiene que dominar tanto el modelaje de las figuras, como la tersura del acabado final. La experiencia que supone ver el trabajo de estas mujeres es fantástica, ya que no sólo es conocer técnicas tradicionales casi desaparecidas, sino que te acercan al modo pausado y contemplativo que tienen ante la vida.
Al finalizar, quedarán listas para ser expuestas al fuego en un horno improvisado en medio del patio de la casa. Sólo algunos hogares cuentan con su propio horno de ladrillos y adobe.
Tras el proceso de pintado, las piezas ya están listas para su venta y, en Chinautla, hay casas que se dedican a la comercialización a precios bajos. Eso sí, mucho cuidado con estas piezas ya que como el pueblo de donde provienen son frágiles.