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Una de las grandes transformaciones de este sexenio se ha dado en la educación. Tenemos una reforma educativa que está rompiendo paradigmas, terminando con componendas políticas de organizaciones sindicales y superando rezagos que por años se habían acumulado.
En la modernización del sistema educativo nacional se ha pasado de los discursos a los hechos. Actualmente, el 90% de los maestros han sido evaluados y en un futuro no podrán dar clases si no están bien preparados y capacitados. Este es un paso sustancial que servirá para ofrecer una educación de calidad a nuestros niños y jóvenes.
El Estado mexicano ha recuperado la rectoría de la educación. Es únicamente el Gobierno Federal quien define la política educativa a nivel nacional y los estados quienes se encargan de instrumentarla. Se ha quitado el poder de influencia de los sindicatos y otros grupos magisteriales que actuaban al margen de los principios constitucionales de la educación. Hoy, se ha acabado con una de las prácticas que más había afectado al sistema: la venta de plazas docentes.
No solamente tenemos cambios en el ámbito administrativo-laboral de la educación. El cambio viene desde el fondo del problema y que está al interior de las escuelas. Ahora, se invierte más en infraestructura educativa, se otorgan más becas a estudiantes de escasos recursos, se utilizan más las tecnologías de la información, se actualizan planes y programas de estudio y, sobre todo, se trabaja en reducir las brechas educativas que padecen las regiones más pobres.
En todos los aspectos señalados se han dado pasos agigantados y se continúan dando otros para alcanzar una educación de calidad. Muestra de ello es el Plan Escuela Centro presentado por el secretario de Educación Pública, Aurelio Nuño, que tiene como objetivo impulsar la autonomía de gestión de las escuelas.
¿Qué significa este cambio? Ni más ni menos que otorgar más capacidad de influencia a las autoridades de las escuelas para ejercer los recursos en sus necesidades más apremiantes. Esto abre la puerta para que sean los propios directores quienes decidan —con el apoyo de maestros, padres de familia e integrantes de la comunidad escolar—, en qué se gastarán los recursos. Sin duda, esta atribución permitirá atender con mayor eficacia las problemáticas específicas que padece cada escuela, lo mismo en seguridad, infraestructura, materiales, entre otras necesidades.
Con la creación de la figura de subdirector administrativo se busca liberar a los directores de actividades que los distraen y no son sustanciales en el cumplimiento de sus funciones. Es decir, reducirle sus cargas burocráticas para optimizar su desempeño.
Se flexibiliza la aplicación del calendario escolar. Podrán las escuelas decidir si son 185 ó 200 días de clases, pero no fijar menos días a los establecidos por la SEP. Los beneficiados con esta medida son los alumnos que podrán cumplir en tiempo y forma con los contenidos escolares.
Un aspecto importante es que poco a poco empezarán a llegar a las escuelas —en aquellas donde no existan—, maestros de lectura y escritura, inglés, tecnologías de la información, así como de educación física, artística y especial. Con ello, los alumnos estarán en condiciones de acceder a actividades extracurriculares, vacaciones de verano y actividades de reforzamiento académico.
Se fortalecen los Consejos Escolares de Participación y los Consejos Técnicos, lo que abrirá una ventana de oportunidad para planear las actividades relacionadas con las escuelas y los alumnos.
En fin, este es sólo un bosquejo que nos indica que la educación en México ha pasado de los discursos a los hechos y que cada día se dan pasos trascendentales en la búsqueda de una educación de calidad.
En la modernización del sistema educativo nacional se ha pasado de los discursos a los hechos. Actualmente, el 90% de los maestros han sido evaluados y en un futuro no podrán dar clases si no están bien preparados y capacitados. Este es un paso sustancial que servirá para ofrecer una educación de calidad a nuestros niños y jóvenes.
El Estado mexicano ha recuperado la rectoría de la educación. Es únicamente el Gobierno Federal quien define la política educativa a nivel nacional y los estados quienes se encargan de instrumentarla. Se ha quitado el poder de influencia de los sindicatos y otros grupos magisteriales que actuaban al margen de los principios constitucionales de la educación. Hoy, se ha acabado con una de las prácticas que más había afectado al sistema: la venta de plazas docentes.
No solamente tenemos cambios en el ámbito administrativo-laboral de la educación. El cambio viene desde el fondo del problema y que está al interior de las escuelas. Ahora, se invierte más en infraestructura educativa, se otorgan más becas a estudiantes de escasos recursos, se utilizan más las tecnologías de la información, se actualizan planes y programas de estudio y, sobre todo, se trabaja en reducir las brechas educativas que padecen las regiones más pobres.
En todos los aspectos señalados se han dado pasos agigantados y se continúan dando otros para alcanzar una educación de calidad. Muestra de ello es el Plan Escuela Centro presentado por el secretario de Educación Pública, Aurelio Nuño, que tiene como objetivo impulsar la autonomía de gestión de las escuelas.
¿Qué significa este cambio? Ni más ni menos que otorgar más capacidad de influencia a las autoridades de las escuelas para ejercer los recursos en sus necesidades más apremiantes. Esto abre la puerta para que sean los propios directores quienes decidan —con el apoyo de maestros, padres de familia e integrantes de la comunidad escolar—, en qué se gastarán los recursos. Sin duda, esta atribución permitirá atender con mayor eficacia las problemáticas específicas que padece cada escuela, lo mismo en seguridad, infraestructura, materiales, entre otras necesidades.
Con la creación de la figura de subdirector administrativo se busca liberar a los directores de actividades que los distraen y no son sustanciales en el cumplimiento de sus funciones. Es decir, reducirle sus cargas burocráticas para optimizar su desempeño.
Se flexibiliza la aplicación del calendario escolar. Podrán las escuelas decidir si son 185 ó 200 días de clases, pero no fijar menos días a los establecidos por la SEP. Los beneficiados con esta medida son los alumnos que podrán cumplir en tiempo y forma con los contenidos escolares.
Un aspecto importante es que poco a poco empezarán a llegar a las escuelas —en aquellas donde no existan—, maestros de lectura y escritura, inglés, tecnologías de la información, así como de educación física, artística y especial. Con ello, los alumnos estarán en condiciones de acceder a actividades extracurriculares, vacaciones de verano y actividades de reforzamiento académico.
Se fortalecen los Consejos Escolares de Participación y los Consejos Técnicos, lo que abrirá una ventana de oportunidad para planear las actividades relacionadas con las escuelas y los alumnos.
En fin, este es sólo un bosquejo que nos indica que la educación en México ha pasado de los discursos a los hechos y que cada día se dan pasos trascendentales en la búsqueda de una educación de calidad.