Mientras afuera la noche era fría y húmeda, en el interior de la pequeña sala de estar de Laburnam Villa las ventanas se hallaban bien cerradas, las persianas echadas, y el fuego resplandecía vivamente en la chimenea. Sentados a una mesa, el dueño de la casa y su hijo disputaban con aire solemne una partida de ajedrez. De los dos, el primero, convencido de que la clave de aquel juego consistía en cambiar continuamente de estrategia para desconcertar al rival, llevaba ya rato poniendo a su rey en una serie de situaciones tan comprometidas e innecesarias que en más de una ocasión había provocado algún que otro comentario en la anciana de cabellos blancos que, cómodamente instalada junto al fuego, fingía estar enfrascada en su labor de punto.
Nudo
Cuando por fin llegó a su habitación, incluso el rostro de su esposa le pareció diferente. No sólo se hallaba mortalmente pálido debido a la excitación y el insomnio, sino que además parecía dominado por una extraña y enigmática expresión. Con un repentino e inmenso dolor, el anciano se dio cuenta de que tenía miedo de su mujer.
-Muy bien. ¡Ahora pide el deseo! -le espetó la anciana en voz alta.
Desenlace
Una fría ráfaga de viento atravesó el umbral y se deslizó velozmente escaleras arriba. A continuación, un largo y desesperado lamento de la anciana recorrió la casa de un extremo a otro. Nada más oírlo, su esposo, haciendo acopio de valor, bajó corriendo las escaleras, pasó junto a ella y salió al exterior. Allí, a la frágil luz de una farola situada al otro lado de la calle, el camino se hallaba desierto y tranquilo.
Hay veces que recibimos extraños regalos. Este fue el caso de mi hermana pequeña, a la cual, una señora del barrio le regaló una extraña muñeca de ojos saltos y del tamaño de un bebe de un año. Desde que entró la muñeca en nuestra casa percibí algo raro, una extraña sensación que recorría mi cuerpo y me advertía de que el peligro estaba en cualquier sitio.
desarrollo
Esa misma noche, mi hermana, desde su cama, me pidió si le podía acercar la muñeca puesto que se la había olvidado en la mesa de la cocina. Algo asustado, bajé las escaleras de nuestra antigua casa, pero sorprendente mente al entrar en la cocina no había ni rastro de la muñeca, algo que me hizo tener escalofríos puesto que yo mismo hubiera jurado que la muñeca se encontraba sobre la mesa de la cocina.
Me acosté y me quedé pensando sobre lo que había pasado con la muñeca, intentando darme cuenta de que eran miedos infundados y que un objeto inanimado no puede ser peligroso para las personas. Tras un rato de pensamientos absurdos conseguí encontrar un poco de sueño y me dormí.
Abrí los ojos tras un rato pues sentí un ruido en mi habitación, en ese momento vi a la muñeca sobre mi armario, tenía los ojos iluminados y se empezó a mover hasta mi cama, precipitándose sobre mi en donde comenzó a ahogarme con sus pequeñas y frías manos. Luché con todas mis fuerzas, y pese a que me hizo alguna herida, conseguí liberarme de ella y tirarla por la ventana. En ese mismo momento, y por la falta de oxigeno tras el forcejeo me me desmayé cayendo de forma abrupta al suelo.
final
Me levanté en el hospital junto a mis padres, lo que me reconfortó. Pregunté a mi madre por mi hermana, me dijo que estaba bien, en la escuela, y que se había llevado la muñeca al colegio…
La pata de mono
Inicio
Mientras afuera la noche era fría y húmeda, en el interior de la pequeña sala de estar de Laburnam Villa las ventanas se hallaban bien cerradas, las persianas echadas, y el fuego resplandecía vivamente en la chimenea. Sentados a una mesa, el dueño de la casa y su hijo disputaban con aire solemne una partida de ajedrez. De los dos, el primero, convencido de que la clave de aquel juego consistía en cambiar continuamente de estrategia para desconcertar al rival, llevaba ya rato poniendo a su rey en una serie de situaciones tan comprometidas e innecesarias que en más de una ocasión había provocado algún que otro comentario en la anciana de cabellos blancos que, cómodamente instalada junto al fuego, fingía estar enfrascada en su labor de punto.
Nudo
Cuando por fin llegó a su habitación, incluso el rostro de su esposa le pareció diferente. No sólo se hallaba mortalmente pálido debido a la excitación y el insomnio, sino que además parecía dominado por una extraña y enigmática expresión. Con un repentino e inmenso dolor, el anciano se dio cuenta de que tenía miedo de su mujer.
-Muy bien. ¡Ahora pide el deseo! -le espetó la anciana en voz alta.
Desenlace
Una fría ráfaga de viento atravesó el umbral y se deslizó velozmente escaleras arriba. A continuación, un largo y desesperado lamento de la anciana recorrió la casa de un extremo a otro. Nada más oírlo, su esposo, haciendo acopio de valor, bajó corriendo las escaleras, pasó junto a ella y salió al exterior. Allí, a la frágil luz de una farola situada al otro lado de la calle, el camino se hallaba desierto y tranquilo.
este es el inicio
Hay veces que recibimos extraños regalos. Este fue el caso de mi hermana pequeña, a la cual, una señora del barrio le regaló una extraña muñeca de ojos saltos y del tamaño de un bebe de un año. Desde que entró la muñeca en nuestra casa percibí algo raro, una extraña sensación que recorría mi cuerpo y me advertía de que el peligro estaba en cualquier sitio.
desarrollo
Esa misma noche, mi hermana, desde su cama, me pidió si le podía acercar la muñeca puesto que se la había olvidado en la mesa de la cocina. Algo asustado, bajé las escaleras de nuestra antigua casa, pero sorprendente mente al entrar en la cocina no había ni rastro de la muñeca, algo que me hizo tener escalofríos puesto que yo mismo hubiera jurado que la muñeca se encontraba sobre la mesa de la cocina.
Me acosté y me quedé pensando sobre lo que había pasado con la muñeca, intentando darme cuenta de que eran miedos infundados y que un objeto inanimado no puede ser peligroso para las personas. Tras un rato de pensamientos absurdos conseguí encontrar un poco de sueño y me dormí.
Abrí los ojos tras un rato pues sentí un ruido en mi habitación, en ese momento vi a la muñeca sobre mi armario, tenía los ojos iluminados y se empezó a mover hasta mi cama, precipitándose sobre mi en donde comenzó a ahogarme con sus pequeñas y frías manos. Luché con todas mis fuerzas, y pese a que me hizo alguna herida, conseguí liberarme de ella y tirarla por la ventana. En ese mismo momento, y por la falta de oxigeno tras el forcejeo me me desmayé cayendo de forma abrupta al suelo.
final
Me levanté en el hospital junto a mis padres, lo que me reconfortó. Pregunté a mi madre por mi hermana, me dijo que estaba bien, en la escuela, y que se había llevado la muñeca al colegio…