El unitarismo derivaba del centralismo de tiempos de la independencia y del modelo de estado centralizado que ofrecía la Francia napoleónica, y consideraba que la Nación preexistía a las provincias, y que estas eran simples divisiones internas con escasa autonomía.
Los unitarios fueron un grupo integrado en su mayoría por la elite de Buenos Aires y de las ciudades que eran capitales provinciales: miembros de la clase alta, intelectuales, militares, etc. Esta clase no tenía adhesión entre la población rural, que era más sensible a la prédica política de los caudillos.1
El unitarismo se perfiló como partido durante los trabajos del Congreso Constituyente de 1824, en el que representantes de todas las provincias buscaban organizar un gobierno nacional. Los unitarios buscaban que Buenos Aires fuera la cabeza y capital del país por ser esta la ciudad que contaba con mayores recursos económicos y la más preparada para las funciones de gobierno, ya que había heredado el aparato administrativo colonial del antiguo virreinato.2 Para los unitarios lo más lógico era establecer en Buenos Aires un gobierno nacional que tomara las decisiones, subordinando a los gobiernos provinciales. El nombre «unitarios» proviene de la fórmula «en unidad de régimen», escrita en la Constitución de 1826, y que resume su postulado fundamental. Esto colocaba al Partido Unitario en conflicto con los defensores del federalismo.
Bandera argentina de los exiliados unitarios en Montevideo, usada como bandera de guerra en buques, hasta 1852.
En el aspecto económico, los unitarios defendían el liberalismo y el libre comercio como instrumentos de progreso. Querían modernizar el sistema financiero mediante la creación de un banco emisor de papel moneda y la contratación de empréstitos para la ejecución de obras, y proponían que el gobierno nacional dispusiera de todos los recursos económicos, incluso quitándolos a las provincias. Por ejemplo, durante la presidencia de Rivadavia fueron abolidas las aduanas interprovinciales y fueron nacionalizados los yacimientos minerales, con lo cual las provincias se vieron privadas de estas fuentes de ingresos.3
El unitarismo derivaba del centralismo de tiempos de la independencia y del modelo de estado centralizado que ofrecía la Francia napoleónica, y consideraba que la Nación preexistía a las provincias, y que estas eran simples divisiones internas con escasa autonomía.
Los unitarios fueron un grupo integrado en su mayoría por la elite de Buenos Aires y de las ciudades que eran capitales provinciales: miembros de la clase alta, intelectuales, militares, etc. Esta clase no tenía adhesión entre la población rural, que era más sensible a la prédica política de los caudillos.1
El unitarismo se perfiló como partido durante los trabajos del Congreso Constituyente de 1824, en el que representantes de todas las provincias buscaban organizar un gobierno nacional. Los unitarios buscaban que Buenos Aires fuera la cabeza y capital del país por ser esta la ciudad que contaba con mayores recursos económicos y la más preparada para las funciones de gobierno, ya que había heredado el aparato administrativo colonial del antiguo virreinato.2 Para los unitarios lo más lógico era establecer en Buenos Aires un gobierno nacional que tomara las decisiones, subordinando a los gobiernos provinciales. El nombre «unitarios» proviene de la fórmula «en unidad de régimen», escrita en la Constitución de 1826, y que resume su postulado fundamental. Esto colocaba al Partido Unitario en conflicto con los defensores del federalismo.
Bandera argentina de los exiliados unitarios en Montevideo, usada como bandera de guerra en buques, hasta 1852.En el aspecto económico, los unitarios defendían el liberalismo y el libre comercio como instrumentos de progreso. Querían modernizar el sistema financiero mediante la creación de un banco emisor de papel moneda y la contratación de empréstitos para la ejecución de obras, y proponían que el gobierno nacional dispusiera de todos los recursos económicos, incluso quitándolos a las provincias. Por ejemplo, durante la presidencia de Rivadavia fueron abolidas las aduanas interprovinciales y fueron nacionalizados los yacimientos minerales, con lo cual las provincias se vieron privadas de estas fuentes de ingresos.3