La parábola del hijo pródigo es el término popular que describe una de las parábolas de Jesús de Nazaret recogida en el Nuevo Testamento, específicamente en el Evangelio de Lucas, capítulo 15, versículos del 11-32. Junto con la parábola de la oveja perdida y la parábola de la moneda perdida conforma una trilogía que recibe la denominación tradicional de parábolas de la misericordia —o parábolas de la alegría—,[1][2] y que caracteriza la figura y el mensaje misericordioso de Jesús de Nazaret tal como lo muestra el evangelista Lucas. Llegó a considerárselas «el corazón del tercer evangelio».[3]
Sentido de la parábola
Esta parábola, como muchas otras de Jesús (Véase: parábola del fariseo y el publicano) se enmarca como respuesta a una crítica de los fariseos y los escribas, expertos judíos en la Ley mosaica, que estos le propinaban por recibir a los pecadores y comer con ellos.[4]La parábola fundamentalmente recalca la misericordia de Dios hacia los pecadores arrepentidos y su alegría ante la conversión de los descarriados; esto ha llevado a muchos teólogos y expertos bíblicos a pensar que el nombre de la parábola debería ser “el padre misericordioso”, o “parábola del amor del padre”,[5] en lugar de “el hijo pródigo”. En efecto el enfoque de la parábola no es el hijo joven, rebelde y luego arrepentido, sino el padre que espera y corre para dar la bienvenida al hogar a su hijo. El mensaje teológico que brinda esta parábola constituye la cimentación de la prédica de Cristo, siempre guiada a la conversión de los pecadores, al perdón de los pecados y al rechazo a los formalismos que apartan al creyente de la verdadera fe y misericordia.
Respuesta:
Corona plisss
Explicación:
La parábola del hijo pródigo es el término popular que describe una de las parábolas de Jesús de Nazaret recogida en el Nuevo Testamento, específicamente en el Evangelio de Lucas, capítulo 15, versículos del 11-32. Junto con la parábola de la oveja perdida y la parábola de la moneda perdida conforma una trilogía que recibe la denominación tradicional de parábolas de la misericordia —o parábolas de la alegría—,[1][2] y que caracteriza la figura y el mensaje misericordioso de Jesús de Nazaret tal como lo muestra el evangelista Lucas. Llegó a considerárselas «el corazón del tercer evangelio».[3]
Sentido de la parábola
Esta parábola, como muchas otras de Jesús (Véase: parábola del fariseo y el publicano) se enmarca como respuesta a una crítica de los fariseos y los escribas, expertos judíos en la Ley mosaica, que estos le propinaban por recibir a los pecadores y comer con ellos.[4]La parábola fundamentalmente recalca la misericordia de Dios hacia los pecadores arrepentidos y su alegría ante la conversión de los descarriados; esto ha llevado a muchos teólogos y expertos bíblicos a pensar que el nombre de la parábola debería ser “el padre misericordioso”, o “parábola del amor del padre”,[5] en lugar de “el hijo pródigo”. En efecto el enfoque de la parábola no es el hijo joven, rebelde y luego arrepentido, sino el padre que espera y corre para dar la bienvenida al hogar a su hijo. El mensaje teológico que brinda esta parábola constituye la cimentación de la prédica de Cristo, siempre guiada a la conversión de los pecadores, al perdón de los pecados y al rechazo a los formalismos que apartan al creyente de la verdadera fe y misericordia.