l proceso auditivo es un proceso muy complejo. Sirve para transmitir al cerebro información sobre tonos y ruidos que llegan al oído en forma de ondas sonoras. Las ondas sonoras alcanzan el órgano auditivo principalmente a través del pabellón auricular y el conducto auditivo externo que termina en el tímpano. Las oscilaciones de la presión sonora llegan al tímpano como vibraciones que se transmiten a través de los huesecillos del oído en la cavidad timpánica a la membrana de la ventana oval donde comienza el oído interno.
Gracias a los huesecillos del oído el sonido llega, en lo posible sin pérdidas, de un medio con poca resistencia al sonido (el aire en el oído externo y medio) a un medio con gran resistencia al sonido (el fluido en el oído interno). Esto sucede dado que el sonido se transmite de una superficie grande (tímpano) a una superficie pequeña (ventana oval). Además, por la disposición de los huesecillos del oído, se aumenta la “fuerza” de las ondas sonoras y el ruido o sonido se amplifica. Este efecto amplificador depende de los tonos: la mejor amplificación se consigue en la zona del número de vibraciones naturales del tímpano, entre 1.000 y 2.000 hercios. Sin esta función amplificadora, una gran parte de la energía sonora (el 98%) se perdería antes de llegar a la ventana oval. Si los huesecillos del oído se dañaran, se produciría una pérdida auditiva de entre 20-60 decibelios dependiendo del huesecillo afectado (hipoacusia de conducción).
l proceso auditivo es un proceso muy complejo. Sirve para transmitir al cerebro información sobre tonos y ruidos que llegan al oído en forma de ondas sonoras. Las ondas sonoras alcanzan el órgano auditivo principalmente a través del pabellón auricular y el conducto auditivo externo que termina en el tímpano. Las oscilaciones de la presión sonora llegan al tímpano como vibraciones que se transmiten a través de los huesecillos del oído en la cavidad timpánica a la membrana de la ventana oval donde comienza el oído interno.
Gracias a los huesecillos del oído el sonido llega, en lo posible sin pérdidas, de un medio con poca resistencia al sonido (el aire en el oído externo y medio) a un medio con gran resistencia al sonido (el fluido en el oído interno). Esto sucede dado que el sonido se transmite de una superficie grande (tímpano) a una superficie pequeña (ventana oval). Además, por la disposición de los huesecillos del oído, se aumenta la “fuerza” de las ondas sonoras y el ruido o sonido se amplifica. Este efecto amplificador depende de los tonos: la mejor amplificación se consigue en la zona del número de vibraciones naturales del tímpano, entre 1.000 y 2.000 hercios. Sin esta función amplificadora, una gran parte de la energía sonora (el 98%) se perdería antes de llegar a la ventana oval. Si los huesecillos del oído se dañaran, se produciría una pérdida auditiva de entre 20-60 decibelios dependiendo del huesecillo afectado (hipoacusia de conducción).