Sucedió el 4 de junio de 1913 en el hipódromo de Epsom Downs, unos 20 kms al sudeste de Londres. Una joven se lanzó a la pista y trató de sujetar por las riendas el caballo del Rey. El animal la arrollo y cuatro días después la joven dejaba de existir. Se llamaba Emili Davison. Numerosos espectadores juzgaron el sangriento espectáculo como un sacrificio en pro de una cuestión que en Inglaterra muchas mujeres apoyaban desde hacía largo tiempo: El movimiento sufragista femenino.
Pero no sólo en Inglaterra luchaban las mujeres por este derecho. También en otros países europeos, en América, y en otras partes del mundo, numerosas mujeres se hallaban dispuestas a levantar barricadas en defensa de su causa. Las iniciativas, al principio, revistieron cautela y moderación. Pero cuando los primeros y tímidos conatos resultaron infructuosos, se recurrió a procedimientos más radicales.
Al fin y al cabo, las ricas damas privilegiadas vivían ociosamente y cultivaban las artes. Sin embargo, la suerte de las féminas de clase media y baja, era muy diferente. Cooperaban con arduo trabajo a la manutención de la familia, bien como criadas, al servicio de las damas de elevada posición, bien realizando tareas en su casa o como operarias en las sórdidas cadenas de producción en las fábricas recién creadas. Desde comienzos del siglo XIX, la naciente industria utilizaba sin miramiento a las mujeres como mano de obra barata. Llegaban a trabajar hasta 17 horas diarias, y cobraban con frecuencia la mitad de salario que un varón; además se ocupaban del hogar.
En el año 1900 se promulgó en Francia una ley que limitaba a 12 horas la jornada de trabajo y precisaba un día de descanso a la semana. En Estados Unidos, las circunstancias de trabajo tampoco favorecían a la mujer. También allí se contrataban bajo duras condiciones de trabajo por la mitad de salario que los varones. No obstante, como las mujeres participaban de modo importante en los procesos de producción y en consecuencia, ganaban su propio dinero, pronto alcanzaron cierta independencia económica que las llevó a reivindicar los mismos derechos sociales, jurídicos y políticos que el hombre. Se iniciaba la época de los movimientos feministas, que hasta hoy no han perdido actualidad.
La lucha por los derechos de la mujer.
Sucedió el 4 de junio de 1913 en el hipódromo de Epsom Downs, unos 20 kms al sudeste de Londres. Una joven se lanzó a la pista y trató de sujetar por las riendas el caballo del Rey. El animal la arrollo y cuatro días después la joven dejaba de existir. Se llamaba Emili Davison. Numerosos espectadores juzgaron el sangriento espectáculo como un sacrificio en pro de una cuestión que en Inglaterra muchas mujeres apoyaban desde hacía largo tiempo: El movimiento sufragista femenino.
Pero no sólo en Inglaterra luchaban las mujeres por este derecho. También en otros países europeos, en América, y en otras partes del mundo, numerosas mujeres se hallaban dispuestas a levantar barricadas en defensa de su causa. Las iniciativas, al principio, revistieron cautela y moderación. Pero cuando los primeros y tímidos conatos resultaron infructuosos, se recurrió a procedimientos más radicales.
Al fin y al cabo, las ricas damas privilegiadas vivían ociosamente y cultivaban las artes. Sin embargo, la suerte de las féminas de clase media y baja, era muy diferente. Cooperaban con arduo trabajo a la manutención de la familia, bien como criadas, al servicio de las damas de elevada posición, bien realizando tareas en su casa o como operarias en las sórdidas cadenas de producción en las fábricas recién creadas. Desde comienzos del siglo XIX, la naciente industria utilizaba sin miramiento a las mujeres como mano de obra barata. Llegaban a trabajar hasta 17 horas diarias, y cobraban con frecuencia la mitad de salario que un varón; además se ocupaban del hogar.
En el año 1900 se promulgó en Francia una ley que limitaba a 12 horas la jornada de trabajo y precisaba un día de descanso a la semana. En Estados Unidos, las circunstancias de trabajo tampoco favorecían a la mujer. También allí se contrataban bajo duras condiciones de trabajo por la mitad de salario que los varones. No obstante, como las mujeres participaban de modo importante en los procesos de producción y en consecuencia, ganaban su propio dinero, pronto alcanzaron cierta independencia económica que las llevó a reivindicar los mismos derechos sociales, jurídicos y políticos que el hombre. Se iniciaba la época de los movimientos feministas, que hasta hoy no han perdido actualidad.