El Canto del arpista es un poema egipcio datado en el Siglo XXI a. C. a finales del Primer periodo intermedio.[1] Se ha conservado en la capilla funeraria del faraón Intef (siglo XVI a. C.), y recibe su nombre por estar escrito junto a la imagen de un arpista. Posiblemente fuese uno de las muchas coplas que se cantaban en los banquetes, costumbre que perduró a lo largo de los siglos, como atestiguó Heródoto tras su visita a Egipto
Se trata de una obra sobre la muerte y la Duat, tratadas de una manera pesimista que contradice las creencias religiosas de la época. «Nadie viene de allá para decir lo que es de ellos», asegura con escepticismo, y propone vivir una vida cómoda y tranquila: la vida es corta, hay que disfrutarla. El autor muestra desesperanza además de descreimiento, desesperanza que se mostró en más escritos de la época, cuando Egipto vivía momentos de crisis. Sin embargo es único el hedonismo que predica, y resulta insólito que el faraón permitiera que se inscribiera en su tumba un texto que niega la vida eterna.
La canción del arpista fue rebatida en una tumba tebana del Imperio Nuevo: «Yo he oído aquellas canciones que están en las tumbas de otros tiempos y las cuales hablan magnificando la existencia en la tierra y despreciando el país de los muertos. ¿Pero por qué hacer así en los resguardos del país de la eternidad, justo, correcto y privado de terror?»[3]
Respuesta:
El Canto del arpista es un poema egipcio datado en el Siglo XXI a. C. a finales del Primer periodo intermedio.[1] Se ha conservado en la capilla funeraria del faraón Intef (siglo XVI a. C.), y recibe su nombre por estar escrito junto a la imagen de un arpista. Posiblemente fuese uno de las muchas coplas que se cantaban en los banquetes, costumbre que perduró a lo largo de los siglos, como atestiguó Heródoto tras su visita a Egipto
Explicación:
espero te sirva
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Se trata de una obra sobre la muerte y la Duat, tratadas de una manera pesimista que contradice las creencias religiosas de la época. «Nadie viene de allá para decir lo que es de ellos», asegura con escepticismo, y propone vivir una vida cómoda y tranquila: la vida es corta, hay que disfrutarla. El autor muestra desesperanza además de descreimiento, desesperanza que se mostró en más escritos de la época, cuando Egipto vivía momentos de crisis. Sin embargo es único el hedonismo que predica, y resulta insólito que el faraón permitiera que se inscribiera en su tumba un texto que niega la vida eterna.
La canción del arpista fue rebatida en una tumba tebana del Imperio Nuevo: «Yo he oído aquellas canciones que están en las tumbas de otros tiempos y las cuales hablan magnificando la existencia en la tierra y despreciando el país de los muertos. ¿Pero por qué hacer así en los resguardos del país de la eternidad, justo, correcto y privado de terror?»[3]