JUAN2154
(Epoca prehispanica) Kapsis, la hija mimada del jefe Haas (mezquite), acostumbraba todos los días, después de terminar sus labores cotidianos, acurrucarse junto a alguna roca cerca del mar y mirar y mirar el vaivén de las olas. Por horas y horas la sorprendía la tribu, inmóvil, silenciosa: Aun cuando las sombras manchaban de negro el agua y la playa.
Kapsis seguía allí como si esperara ver salir del fondo del mar a la diosa Xtamosbin (tortuga marina). Cada vez que la tribu llagaba de la bahía de Quino a tierras de Isla de Tiburón, Kapsis, después de hurgar en las rocas de la playa en busca de las pródigas especies del océano que las aguas dejaban olvidadas. Corría a refugiarse en su lugar predilecto de la playa para contemplar, sin cansarse, cielo y mar.
Su padre el gran jefe Haas, inútilmente había perdido al hacocama (hechicero) destruyera el embrujo que se había apoderado de su hija; porque el gran jefe y los miembros de la tribu no se explicaban porqué Kapsis huía del trato de sus semejantes, y a pesar de ser joven y bonita rehusaba trazar los pasos de la pazcola, ni batir palmas en el baile y menos acompañar el fragor de los cantos.
Para Kapsis no había más deleite que refugiarse en la playa desolada, y contemplar el paisaje triste del mar bravío que desataba a veces tormentas espantosas. Pero es que nadie sabia el secreto de Kapsis: Kapsis estaba enamorada de una vastlk (estrella) que a ella se le antojaba, era flor de la tierra de los dioses. Una noche llegó hasta ella el hacocama a quien pidiera el gran jefe curara a su hija, pues toda la tribu aseguraba que un antipotkis (tiburón) la había embrujado.
El hacocama antes de buscar a la joven había ido hasta la Cueva Especial de la montaña, pintando en ella la señal del espíritu que vivía dentro, el cual indicó su voluntad de adentrarse en el cuerpo del hechicero.
Ya en posesión de las virtudes mágicas colocó sus manos en forma de círculo sobre su frente, para luego acercar su boca y decir con gran misterio y entonación sacerdotal Choo, choo. Kapsis, sin moverse le miró sin sorpresa, pero después, silenciosa, se alejó de su lado.
Esa misma noche volvió al mar, y con ansiedad miró el cielo en busca de la bella vastlk. Al descubrirla esplendente en medio del azul eterno deseó fervientemente que nunca terminara la noche para embelesarse por horas y horas con su belleza. De pronto, como si su deseo fuera mágico, absorta contempló cómo su estrella favorita se desprendía del cielo.
Atravesando el azul oscuro con la misma velocidad que los dardos con punta de pedernal de los guerreros Kun kaak eran disparados sobre los coyotes o venados, así la estrella atravesaba el espacio. Los ojos negros y vivaces de Kapsis siguieron el rastro luminoso hasta descubrir que caía en el mar. Asustada la joven por tal acontecimiento corrió en busca de la canoa más cercana; remando enérgicamente llegó hasta el lugar donde había visto caer la estrella, y sin mucho pensarlo se arrojó al agua para rescatarla.
Kapsis bajó a las profundidades en busca de la estrella hasta llegar al fondo del mar; pero en su rápido descenso cayó sobre una traicionera roca que le produjo la muerte. Sobre el lecho pétreo Kapsis quedó inmóvil, los brazos abiertos en cruz, las hermosas piernas extendidas. Xtamosbin, la sagrada tortuga marina, diosa de los seris, al contemplarla tan pálida y quieta se conmovió. ¡Qué hermosa era! Y allí estaba inmóvil en lo profundo del mar; todo porque había querido salvar a una estrella que se ahogaba.
La diosa fue a su lado y posó sus manos sobre el cuerpo inerte de la joven Kun kaak convirtiéndola al instante en una bella estrella de mar. Kapsis desde ese instante sería feliz. Allí en el mundo sin voz, contemplaría las luchas y las tragedias mudas del mundo verde de esmeraldas líquidas. Además no estaría sola, ya que los peces de aletas de plata y cuerpos pintados de vivos colores la acompañarían. Y como si todo eso fuera poco, desde los bosques de sombras oscuras moteadas de luz vivirá feliz espiando el cielo a través del agua espumosa teñida por el sol. Así Kapsis todas la noches miraría a la bella vastlk a quien ella tanto amaba.
Kapsis, la hija mimada del jefe Haas (mezquite), acostumbraba todos los días, después de terminar sus labores cotidianos, acurrucarse junto a alguna roca cerca del mar y mirar y mirar el vaivén de las olas. Por horas y horas la sorprendía la tribu, inmóvil, silenciosa: Aun cuando las sombras manchaban de negro el agua y la playa.
Kapsis seguía allí como si esperara ver salir del fondo del mar a la diosa Xtamosbin (tortuga marina). Cada vez que la tribu llagaba de la bahía de Quino a tierras de Isla de Tiburón, Kapsis, después de hurgar en las rocas de la playa en busca de las pródigas especies del océano que las aguas dejaban olvidadas. Corría a refugiarse en su lugar predilecto de la playa para contemplar, sin cansarse, cielo y mar.
Su padre el gran jefe Haas, inútilmente había perdido al hacocama (hechicero) destruyera el embrujo que se había apoderado de su hija; porque el gran jefe y los miembros de la tribu no se explicaban porqué Kapsis huía del trato de sus semejantes, y a pesar de ser joven y bonita rehusaba trazar los pasos de la pazcola, ni batir palmas en el baile y menos acompañar el fragor de los cantos.
Para Kapsis no había más deleite que refugiarse en la playa desolada, y contemplar el paisaje triste del mar bravío que desataba a veces tormentas espantosas. Pero es que nadie sabia el secreto de Kapsis: Kapsis estaba enamorada de una vastlk (estrella) que a ella se le antojaba, era flor de la tierra de los dioses. Una noche llegó hasta ella el hacocama a quien pidiera el gran jefe curara a su hija, pues toda la tribu aseguraba que un antipotkis (tiburón) la había embrujado.
El hacocama antes de buscar a la joven había ido hasta la Cueva Especial de la montaña, pintando en ella la señal del espíritu que vivía dentro, el cual indicó su voluntad de adentrarse en el cuerpo del hechicero.
Ya en posesión de las virtudes mágicas colocó sus manos en forma de círculo sobre su frente, para luego acercar su boca y decir con gran misterio y entonación sacerdotal Choo, choo. Kapsis, sin moverse le miró sin sorpresa, pero después, silenciosa, se alejó de su lado.
Esa misma noche volvió al mar, y con ansiedad miró el cielo en busca de la bella vastlk. Al descubrirla esplendente en medio del azul eterno deseó fervientemente que nunca terminara la noche para embelesarse por horas y horas con su belleza. De pronto, como si su deseo fuera mágico, absorta contempló cómo su estrella favorita se desprendía del cielo.
Atravesando el azul oscuro con la misma velocidad que los dardos con punta de pedernal de los guerreros Kun kaak eran disparados sobre los coyotes o venados, así la estrella atravesaba el espacio. Los ojos negros y vivaces de Kapsis siguieron el rastro luminoso hasta descubrir que caía en el mar. Asustada la joven por tal acontecimiento corrió en busca de la canoa más cercana; remando enérgicamente llegó hasta el lugar donde había visto caer la estrella, y sin mucho pensarlo se arrojó al agua para rescatarla.
Kapsis bajó a las profundidades en busca de la estrella hasta llegar al fondo del mar; pero en su rápido descenso cayó sobre una traicionera roca que le produjo la muerte. Sobre el lecho pétreo Kapsis quedó inmóvil, los brazos abiertos en cruz, las hermosas piernas extendidas. Xtamosbin, la sagrada tortuga marina, diosa de los seris, al contemplarla tan pálida y quieta se conmovió. ¡Qué hermosa era! Y allí estaba inmóvil en lo profundo del mar; todo porque había querido salvar a una estrella que se ahogaba.
La diosa fue a su lado y posó sus manos sobre el cuerpo inerte de la joven Kun kaak convirtiéndola al instante en una bella estrella de mar. Kapsis desde ese instante sería feliz. Allí en el mundo sin voz, contemplaría las luchas y las tragedias mudas del mundo verde de esmeraldas líquidas. Además no estaría sola, ya que los peces de aletas de plata y cuerpos pintados de vivos colores la acompañarían. Y como si todo eso fuera poco, desde los bosques de sombras oscuras moteadas de luz vivirá feliz espiando el cielo a través del agua espumosa teñida por el sol. Así Kapsis todas la noches miraría a la bella vastlk a quien ella tanto amaba.