May 2023 1 10 Report
¿De qué se trata el texto?
Un Angel de Navidad


Había una vez un ángel que vivía en un castillo todo de nubes, en
compañía de otros angelitos.
Y mientras Dios no los llamara para ningún
mandado, los ángeles jugaban a la
escondida por el cielo o remendaban
nubes rotas.
Una tardecita de verano el ángel estaba
pintando una nube con acuarela, cuando
de pronto oyó la gran voz de Dios:
- Ángel... hijito mío... ¿me oyes?
El corazón del ángel se alborotó de alegría. No
era para menos.
- ¡Dios! grito el ángel... ¡Dios me llama!
Y dicho esto bajó por un tobogán celeste hasta llegar a su castillo.
Entonces se estiró la ropa, peinó sus alas y se lavó la cara. Después voló feliz hasta la
gran Casa del Padre.
Dios miró al ángel con mucho cariño, y el angelito se llenó de luz.
- Ven para acá, te estoy necesitando para un mandado.
- ¡Siempre listo, mi Señor... ! dijo el ángel.
Dios señaló a la Tierra...
- ¿Ves aquella ciudad?
Cuando Dios señaló el lugar, las nubes se corrieron obedientes. Entonces pudieron ver
claramente aquella ciudad. Era bastante gris. Estaba llena de casas, una encima de la
otra. La gente andaba apurada, y mientras miraban el reloj pulsera de reojo, entraban y
salían de un lugar a otro. Las calles estaban llenas de autos y colectivos.
- Ya veo, mi Señor... -comentó el ángel-. ¿Hay que plantar algún rosal?
Dios hizo que no con la cabeza.
- Hay que ir a visitar un matrimonio que tiene...
- ¡Ya sé... ! Tienen un hijo, y yo voy a ser un ángel guardián... ¿verdad? Pero Dios agregó:
- Es un matrimonio sin hijos. Cuidan un perro pekinés.
¡Gorosito abrió los ojos así de grandes! Su corazón se asustó. ¿Acaso lo mandarían a
cuidar un perro pekinés?
Entonces Dios vio la trompa del ángel, y sonrió. En seguida le dijo en secreto:
- Bsss... bsss... bsss... Y a medida que Dios explicaba su plan misterioso, la cara del ángel
se iba iluminando como una naranja. Es que el plan de Dios siempre es un misterio. Muy
pocos pueden descubrirlo.
Se entusiasmó tanto, que ahí nomás le dio a su Dios un ruidoso beso. Después partió.
Al llegar al lugar señalado por Dios, espió por la ventana.
Entonces vio: Un perrito descansaba muy triste sobre un almohadón de seda. A su lado
tenía dos galletas, un terrón de azúcar y un plato con leche. Un señor rogaba al animalito:
- ¡Vamos, hijito! toma un poco de leche... mira que está tibia... ya viene mamita con el
churrasco... no te hagas rogar...
Pero el perro miraba para otro lado, haciéndose el orgulloso.
Por una rendija de la ventana salió olor a churrasco. Entonces Gorosito tomó la punta del
humo con olor a churrasco, y fue llevándola... llevándola... Allá abajo, en la vereda, había
un chico.
No tenía mamá ni papá. Estaba solito en el mundo. Andaba por esas calles a la buena de
Dios. Un día pedía limosna... otro día lustraba zapatos... y casi siempre tenía hambre.
Pero justo en ese momento ¡OH, misterio del amor! el chico sintió un aroma muy rico. Era
un olorcito a churrasco que le hizo recordar que tenía mucha hambre. Fue... como si
alguien invisible lo estuviera tomando de la nariz, y lo levantara por el aire... y lo pusiera
en camino... y lo hiciera tocar un timbre...
- ¿Quién es? dijo el señor.
- Hola. Buen día... dijo el chico sonriendo. Tengo un poco de hambre...
Entonces el señor miró hacia adentro, y vio al perrito. Y miró hacia afuera y vio al chico
que sonreía. Y se le apretó un poquito el corazón.
- ¡Ven hijo! Pasa... dijo el señor. Cuando el chico entró, el perrito se levantó y se puso a
hacerle fiestas. Claro.
Lo que pasaba es que el perro pekinés estaba harto de que lo confundieran con un ser
humano.
El quería su lugar de perro en el mundo. Al oír los ladridos juguetones, se asomó la señora
desde la cocina y vio: Un perrito, un niño y un papá.
Desde aquel día un chico tuvo un hogar, una mamá y un papá, y un perrito para jugar... y
hasta un ángel guardián y en el rostro de Dios Padre floreció una sonrisa.

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