el prólogo de su libro Adiós a los próceres (Grijalbo, 2010), Pablo Montoya dice, entre otras cosas, que “(la Independencia colombiana) no fue una época sabia y penetrada por la transparencia. La invadieron, al contrario, la torpeza, el delirio, el equívoco y una gama variopinta de valentías”. Y la novela de Juan Álvarez (Neiva, 1978), La ruidosa marcha de los mudos (Planeta, 2015) —que es el libro del que hablaré—, corrobora plenamente el aserto de Montoya.
La novela de Álvarez es una narración histórica en la cual recrea plenamente la época de la Independencia en Colombia y donde incluye, cómo no, el incidente que da pie al famoso grito. Pero es una novela, y por lo tanto el autor se toma sus propias libertades (aquí con más derecho, claro, porque es de la libertad de lo que se trata) y nos adentra en una trama en la cual el hilo conductor es un mudo, José María Caballero Llanos, hombre humilde y figura clave, andando el tiempo, de las gestas de independencia. Pero que en un inicio, cuando era apenas un niño de ocho años en 1773, acompañaba a su padre en labores propias de labriegos y comerciantes que tenían que vérselas con duras cargas en mulas y burras maltrechas, con caminos empinados, quebrados y pantanosos, metido en lo cual sufrió un grave percance en los caminos de Choachí (Cundinamarca), al ser botado con estrépito por una burra, dejándole un daño rotundo en la mandíbula y, como consecuencia, una rotunda mudez, aunque sano y salvo.
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el prólogo de su libro Adiós a los próceres (Grijalbo, 2010), Pablo Montoya dice, entre otras cosas, que “(la Independencia colombiana) no fue una época sabia y penetrada por la transparencia. La invadieron, al contrario, la torpeza, el delirio, el equívoco y una gama variopinta de valentías”. Y la novela de Juan Álvarez (Neiva, 1978), La ruidosa marcha de los mudos (Planeta, 2015) —que es el libro del que hablaré—, corrobora plenamente el aserto de Montoya.
La novela de Álvarez es una narración histórica en la cual recrea plenamente la época de la Independencia en Colombia y donde incluye, cómo no, el incidente que da pie al famoso grito. Pero es una novela, y por lo tanto el autor se toma sus propias libertades (aquí con más derecho, claro, porque es de la libertad de lo que se trata) y nos adentra en una trama en la cual el hilo conductor es un mudo, José María Caballero Llanos, hombre humilde y figura clave, andando el tiempo, de las gestas de independencia. Pero que en un inicio, cuando era apenas un niño de ocho años en 1773, acompañaba a su padre en labores propias de labriegos y comerciantes que tenían que vérselas con duras cargas en mulas y burras maltrechas, con caminos empinados, quebrados y pantanosos, metido en lo cual sufrió un grave percance en los caminos de Choachí (Cundinamarca), al ser botado con estrépito por una burra, dejándole un daño rotundo en la mandíbula y, como consecuencia, una rotunda mudez, aunque sano y salvo.