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La primera es la que hace referencia a la teoría de la evolución propuesta por Charles Darwin. Ésta afirma que el hombre, al igual que todos los demás seres vivos, proviene de un antepasado común con el resto de animales siendo los grandes simios (chimpancés, gorilas, etc.) nuestros parientes más cercanos (por tanto, no que descendemos de ello sino que somos parientes, es decir, los monos no son nuestros abuelos sino nuestros primos). El mecanismo por el cual ése antepasado común daría lugar a diferentes especies sería la selección natural. ´
La selección natural, al contrario de lo que piensan los creacionistas, no tiene nada de azarosa sino al contrario: es una selección. A lo largo de millones de años en que las especies se reproducen (y por tanto, reproducen sus genomas aunque no idénticamente) se producen mutaciones (cambios en esos genomas que hacen que sean diferentes al de sus progenitores). La selección natural y la llamada "ley del más fuerte" será quien determine si la mutación es positiva o nociva para la superviviencia de la especie. Si es positiva, esa comunidad de "mutantes" se reproducirá y se adaptará a su medio ambiente, teniendo por tanto un éxito evolutivo. Si es negativa, no se podrá reproducir y se extinguirá.
Y esto es lo que según la teoría de la evolución ha ocurrido con la evolución humana. El antepasado común entre humanos y grandes simios viviría hace muchos millones de años, sufriría alguna mutación que le haría evolucionar hacia otras especies que conseguirían sobrevivir mientras el antepasado se extinguiría. Volverían a haber nuevas mutaciones y nuevas especies que a lo largo del tiempo se adaptarían a sus medios naturales y finalmente se irían extinguiendo (por ejemplo, por un cambio climático o por la convivencia con las nuevas especies mejor adaptadas) hasta que finalmente daría lugar al Homo sapiens actual, único superviviente.
En cuanto al creacionismo, ésta es una hipótesis de los cristianos más conservadores. El creacionismo afirma que, tal y como dicen las Sagradas escrituras, el hombre y todos los demás animales actuales fueron creados por Dios, por tanto, no creen ni en la evolución de las especies y ni siquiera que todos los animales tengan un antepasado común. Esta hipótesis era la que se creía antes de la teoría de la evolución y que hoy en día ha ido evolucionando hacia el llamado Diseño Inteligente.
El Diseño Inteligente, si bien la mayoría de sus partidarios casi nunca afirman que ese diseñador inteligente se corresponde con el Dios cristiano, la mayoría de ellos son cristianos. Los partidarios de esta hipótesis afirman que el mundo y las especies son demasiado perfectas como para ser producto del azar (pues malinterpretan y consideran que la selección natural y la evolución es azarosa) y que por ello detrás de todo debe de haber una figura de un diseñador inteligente.
Por tanto, el debate entre ciencia y religión lleva muchos años abiertos y seguirá estándolo siempre que hayan escépticos que pongan por delante su fe a las evidencias arqueológicas y biológicas. Sin embargo, algunos autores (Francisco Ayala, por ejemplo) creen que las hipótesis del creacionismo y del DI en realidad contradicen la idea de un Dios cristiano (bondadoso y perfecto) al existir en la naturaleza muchas imperfecciones. En cuanto a la posición de la Iglesia actual, el papa Juan Pablo II aceptó la existencia de la evolución siempre y cuando ésta no atañase al alma.
Por lo tanto, en realidad, el debate entre ciencia y religión es un debate bizantino que no lleva a ningún lugar pues, incluso, no es del todo incompatible: se puede creer en la evolución y a la vez que Dios está detrás de esa evolución. Pero eso sí, siempre hay que tener muy claro cuál es el objetivo de cada disciplina: la ciencia intenta explicar y entender el mundo tal y como es mientras que la religión intenta explicar por qué estamos en este mundo y cómo debemos actuar.
La selección natural, al contrario de lo que piensan los creacionistas, no tiene nada de azarosa sino al contrario: es una selección. A lo largo de millones de años en que las especies se reproducen (y por tanto, reproducen sus genomas aunque no idénticamente) se producen mutaciones (cambios en esos genomas que hacen que sean diferentes al de sus progenitores). La selección natural y la llamada "ley del más fuerte" será quien determine si la mutación es positiva o nociva para la superviviencia de la especie. Si es positiva, esa comunidad de "mutantes" se reproducirá y se adaptará a su medio ambiente, teniendo por tanto un éxito evolutivo. Si es negativa, no se podrá reproducir y se extinguirá.
Y esto es lo que según la teoría de la evolución ha ocurrido con la evolución humana. El antepasado común entre humanos y grandes simios viviría hace muchos millones de años, sufriría alguna mutación que le haría evolucionar hacia otras especies que conseguirían sobrevivir mientras el antepasado se extinguiría. Volverían a haber nuevas mutaciones y nuevas especies que a lo largo del tiempo se adaptarían a sus medios naturales y finalmente se irían extinguiendo (por ejemplo, por un cambio climático o por la convivencia con las nuevas especies mejor adaptadas) hasta que finalmente daría lugar al Homo sapiens actual, único superviviente.
En cuanto al creacionismo, ésta es una hipótesis de los cristianos más conservadores. El creacionismo afirma que, tal y como dicen las Sagradas escrituras, el hombre y todos los demás animales actuales fueron creados por Dios, por tanto, no creen ni en la evolución de las especies y ni siquiera que todos los animales tengan un antepasado común. Esta hipótesis era la que se creía antes de la teoría de la evolución y que hoy en día ha ido evolucionando hacia el llamado Diseño Inteligente.
El Diseño Inteligente, si bien la mayoría de sus partidarios casi nunca afirman que ese diseñador inteligente se corresponde con el Dios cristiano, la mayoría de ellos son cristianos. Los partidarios de esta hipótesis afirman que el mundo y las especies son demasiado perfectas como para ser producto del azar (pues malinterpretan y consideran que la selección natural y la evolución es azarosa) y que por ello detrás de todo debe de haber una figura de un diseñador inteligente.
Por tanto, el debate entre ciencia y religión lleva muchos años abiertos y seguirá estándolo siempre que hayan escépticos que pongan por delante su fe a las evidencias arqueológicas y biológicas. Sin embargo, algunos autores (Francisco Ayala, por ejemplo) creen que las hipótesis del creacionismo y del DI en realidad contradicen la idea de un Dios cristiano (bondadoso y perfecto) al existir en la naturaleza muchas imperfecciones. En cuanto a la posición de la Iglesia actual, el papa Juan Pablo II aceptó la existencia de la evolución siempre y cuando ésta no atañase al alma.
Por lo tanto, en realidad, el debate entre ciencia y religión es un debate bizantino que no lleva a ningún lugar pues, incluso, no es del todo incompatible: se puede creer en la evolución y a la vez que Dios está detrás de esa evolución. Pero eso sí, siempre hay que tener muy claro cuál es el objetivo de cada disciplina: la ciencia intenta explicar y entender el mundo tal y como es mientras que la religión intenta explicar por qué estamos en este mundo y cómo debemos actuar.