La destrucción material en suelo europeo fue brutal en ciudades, campos, fábricas, infraestructuras... La reconstrucción de Europa iba a ser exigente y difícil para las economías debilitadas por el conflicto: Se emitió más moneda y se aumentó la deuda pública, lo que provocó una fuerte inflación (subida de precios).
Los tratados de paz firmados que ponían fin al conflicto establecieron un nuevo orden mundial en el que Europa, semidestruida, arruinada, desgastada, endeudada, agotada mental y demográficamente, perdía su hegemonía en favor de potencias emergentes como Estados Unidos de América en el Atlántico o Japón en el Pacífico.
Estados Unidos había intentado ejercer su influencia en la firma de los tratados de paz a pesar de las desavenencias con los países europeos, especialmente con Francia. Las posturas eran divergentes como hemos visto en el apartado anterior, pero, aún así, esgrimiendo el derecho a la autodeterminación e impulsando la democracia como forma de gobierno, consiguió que se crearan una serie de nuevos países. Se dibujó un nuevo mapa de Europa.
Pero las consecuencias de la guerra más grande que habían visto los ojos humanos fueron mucho más profundas. Las podemos diferenciar en varias categorías:
Consecuencias políticas. El nuevo mapa europeo se caracterizó por:
Desaparecieron las grandes dinastías y se desintegraron los antiguos imperios derrotados, como el turco, que limitó su territorio a Turquía y que fue rodeado de protectorados tutelados por ingleses y franceses tales como Irak, Siria, Líbano o Palestina. También el imperio austrohúngaro vio cómo Austria se convertía en una pequeña república y surgían nuevos estados a su alrededor como Hungría, Checoslovaquia o una Yugoslavia donde los serbios cumplían sus sueños de autodeterminación y hegemonía en la zona junto con croatas, bosnios y eslovenos.
Aislamiento de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (la URSS), que era considerada un peligro por las democracias europeas. Para ello y a modo de estados tapón, se creó la Gran Polonia y Rumanía, además de estados como Finlandia, Estonia, Letonia y Lituania. Constituían un auténtico colchón protector contra la voluntad bolchevique de expandir la revolución comunista por Europa.
La presión de el presidente norteamericano Wilson impulsó la creación de la Sociedad de Naciones con sede en Ginebra (Suiza). Se pretendía garantizar la paz a través del diálogo en la Asamblea General en la que todos estuvieran presentes y dirigida por un Consejo compuesto por los vencedores del conflicto armado. Pero la realidad fue distinta y su labor poco efectiva, ya que el Congreso de Estados Unidos rechazó incorporarse a la misma. La URSS tampoco estaba presente, ni los países descontentos como Italia o Alemania.
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La destrucción material en suelo europeo fue brutal en ciudades, campos, fábricas, infraestructuras... La reconstrucción de Europa iba a ser exigente y difícil para las economías debilitadas por el conflicto: Se emitió más moneda y se aumentó la deuda pública, lo que provocó una fuerte inflación (subida de precios).
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Los tratados de paz firmados que ponían fin al conflicto establecieron un nuevo orden mundial en el que Europa, semidestruida, arruinada, desgastada, endeudada, agotada mental y demográficamente, perdía su hegemonía en favor de potencias emergentes como Estados Unidos de América en el Atlántico o Japón en el Pacífico.
Estados Unidos había intentado ejercer su influencia en la firma de los tratados de paz a pesar de las desavenencias con los países europeos, especialmente con Francia. Las posturas eran divergentes como hemos visto en el apartado anterior, pero, aún así, esgrimiendo el derecho a la autodeterminación e impulsando la democracia como forma de gobierno, consiguió que se crearan una serie de nuevos países. Se dibujó un nuevo mapa de Europa.
Pero las consecuencias de la guerra más grande que habían visto los ojos humanos fueron mucho más profundas. Las podemos diferenciar en varias categorías:
Consecuencias políticas. El nuevo mapa europeo se caracterizó por:
Desaparecieron las grandes dinastías y se desintegraron los antiguos imperios derrotados, como el turco, que limitó su territorio a Turquía y que fue rodeado de protectorados tutelados por ingleses y franceses tales como Irak, Siria, Líbano o Palestina. También el imperio austrohúngaro vio cómo Austria se convertía en una pequeña república y surgían nuevos estados a su alrededor como Hungría, Checoslovaquia o una Yugoslavia donde los serbios cumplían sus sueños de autodeterminación y hegemonía en la zona junto con croatas, bosnios y eslovenos.
Aislamiento de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (la URSS), que era considerada un peligro por las democracias europeas. Para ello y a modo de estados tapón, se creó la Gran Polonia y Rumanía, además de estados como Finlandia, Estonia, Letonia y Lituania. Constituían un auténtico colchón protector contra la voluntad bolchevique de expandir la revolución comunista por Europa.
La presión de el presidente norteamericano Wilson impulsó la creación de la Sociedad de Naciones con sede en Ginebra (Suiza). Se pretendía garantizar la paz a través del diálogo en la Asamblea General en la que todos estuvieran presentes y dirigida por un Consejo compuesto por los vencedores del conflicto armado. Pero la realidad fue distinta y su labor poco efectiva, ya que el Congreso de Estados Unidos rechazó incorporarse a la misma. La URSS tampoco estaba presente, ni los países descontentos como Italia o Alemania.
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